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– ¿Declarar como testigo?

– En caso de que haya una disputa por la custodia de la niña, sobre cuál de los dos es más adecuado para cuidar de ella -replicó Ted-. Yo nunca dejaría que una criatura me viera con otra mujer, mientras que Marion no ha hecho nada para evitar que Ruth viera… lo que vio. Y si te llamaran a declarar como testigo de lo sucedido, confío en que no mentirás ante un tribunal. -Pero Eddie seguía sin decir nada-. Según parece, se trataba de una penetración desde atrás… Ojo, no es que tenga nada personal contra ésa ni contra ninguna otra postura -se apresuró a decir-, pero imagino que hacerlo como los perros debe de parecerle a una chiquilla especialmente… animal

Por un instante Eddie supuso que Marion se lo había dicho a Ted. Pero después se dio cuenta, con aprensión, de que Ted había estado hablando con Ruth

Marion llegó a la conclusión de que Ted debía de haber hablado con Ruth desde el principio: ¿los había visto juntos? Y en caso afirmativo, ¿juntos de qué manera? De repente, todo lo que Marion había malentendido estaba claro

– ¡Por eso quiso que trabajaras para él! -exclamó

Supuso que Marion tomaría a Eddie como amante, y que el muchacho no podría resistirse. Pero aunque Ted creía conocer bien a Marion, lo cierto era que no la conocía lo bastante bien para comprender que ella nunca se pelearía con él por la custodia de Ruth. Marion era consciente de que había perdido a la niña. Ella nunca había querido a Ruth

Ahora Marion se sentía insultada porque Ted la tenía en tan poca estima que no se daba cuenta de que ella jamás afirmaría, ni siquiera durante una conversación pasajera, y no digamos ante un tribunal de justicia, que Ruth estaría mejor con su madre que con su falaz e irresponsable padre. Porque incluso Ted podría cuidar de la niña mejor que ella, o así lo creía Marion

– Voy a decirte lo que vamos a hacer, Eddie -le dijo Marion al muchacho-. No te preocupes. Ted no te hará declarar como testigo de nada, no va a haber ningún juicio. Conozco mucho mejor a Ted de lo que él me conoce a mí

Durante tres días que parecieron interminables, no pudieron hacer el amor porque Marion tenía una infección y el acto sexual le resultaba doloroso. De todos modos, yacía al lado de Eddie, cuya cabeza sostenía contra sus pechos mientras él se masturbaba a sus anchas

Marion bromeó con él preguntándole si masturbarse junto a ella no le gustaba tanto como hacerle el amor o incluso más. Cuando Eddie lo negó, Marion siguió bromeando. Dudaba sinceramente de que las mujeres que conocería en un futuro se mostraran tan comprensivas con su preferencia como lo era ella, y le aseguró que lo encontraba bastante agradable

Pero Eddie protestó: no podía imaginar que alguna vez le interesaran otras mujeres.

– Otras mujeres se interesarán por ti -le dijo ella-. Y puede que no estén lo bastante seguras de sí mismas para permitir que te masturbes en vez de exigirte que les hagas el amor. Sólo te lo advierto como amiga. Las chicas de tu edad se sentirían abandonadas si hicieras eso

– Nunca me interesarán las chicas de mi edad -replicó Eddie, con ese tono apesadumbrado que a Marion tanto le atraía

Y aunque ella bromeara con él de ese modo, sería cierto. jamás le interesaría una mujer de su edad, lo cual no era necesariamente un perjuicio causado por Marion

– Tienes que confiar en mí, Eddie -le dijo-. No debes temer a Ted. Sé exactamente lo que vamos a hacer

– De acuerdo

Yacía con la cara pegada contra sus pechos; sabía que su relación con ella iba a terminar, era inevitable que acabara. Faltaba menos de un mes para que regresara a Exeter, y ni siquiera un muchacho de dieciséis años podía imaginar que mantendría su relación con una querida de treinta y nueve bajo las reglas estrictas del internado

– Ted cree que eres su peón, Eddie -le dijo Marion-. Pero eres mi peón, no el de Ted

– De acuerdo -replicó el chico

Pero Eddie O'Hare aún no comprendía hasta qué punto desempeñaba realmente el papel de peón en la discordia culminante de una guerra conyugal que duraba veintidós años

Para ser un peón, Eddie se planteaba muchas preguntas. Cuando Marion se recuperó de su infección lo suficiente para poder hacer de nuevo el amor, Eddie le preguntó qué clase de "infección" había tenido

– Ha sido una infección de la vejiga -le dijo ella

Aún obedecía al instinto maternal, más de lo que ella creía, y le ahorró la noticia -que tal vez le perturbaría- de que la infección había sido el resultado de sus repetidas atenciones sexuales

Acababan de hacer el amor en la posición preferida de Marion. Le gustaba sentarse sobre Eddie, "montarle", como ella decía, porque gozaba viéndole la cara. No se trataba tan sólo de que las expresiones de Eddie la obsesionaran agradablemente por sus incesantes asociaciones con Thomas y Timothy, sino también de que Marion había empezado a despedirse del muchacho, lo cual le estaba afectando más íntimamente de lo que había creído posible

Ella sabía, desde luego, hasta qué punto la afectaba, y se sentía preocupada. Pero al mirarle, o al hacer el amor con él, sobre todo al mirarle mientras hacía el amor con él, Marion imaginaba que podía ver la terminación de su vida sexual, que había sido tan ardiente, aunque breve

No le había dicho a Eddie que, antes de él, no había hecho el amor con nadie excepto con Ted. Tampoco le había dicho que, desde la muerte de sus hijos, sólo hicieron el amor una vez, y que en esa ocasión, por iniciativa de Ted, lo hicieron con la única finalidad de que ella se quedara embarazada. (Marion no deseaba quedarse embarazada, pero se sentía demasiado abatida para oponer resistencia.) Y desde el nacimiento de Ruth, Marion no había tenido tentaciones de hacer el amor. Con Eddie, lo que había empezado como amabilidad por parte de Marion hacia un muchacho tímido, en el que veía reflejados tantos aspectos de sus hijos, se había convertido en una relación profundamente gratificante para ella. Pero si a Marion le había sorprendido la excitación y la gratificación que Eddie le había proporcionado, eso no la había persuadido de que alterase sus planes

No sólo abandonaba a Ted y a Ruth, sino que, al despedirse de Eddie, también se despedía de toda clase de vida sexual. ¡Allí estaba ella, despidiéndose del sexo cuando, por primera vez, a los treinta y nueve años, el sexo le parecía placentero!

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