Durante su primer año de matrimonio, Ted trabajó para un litógrafo, una tarea que detestó de inmediato
– Ted habría detestado cualquier trabajo -comentó Marion. No le gustaba la litografía ni el grabado, y le dijo a su mujer que ni el cobre ni la piedra eran sus materiales preferidos
Ted Cole publicó su primera novela en 1937, cuando Thomas tenía un año de edad y Marion todavía no estaba embarazada de Timothy. Las críticas fueron en general favorables, y las ventas estuvieron bastante por encima de la media para ser una primera novela. Ted y Marion decidieron tener un segundo hijo. Las críticas de la segunda novela, publicada en 1939, un año después de que Timothy naciera, no fueron ni favorables ni numerosas. Del segundo libro sólo se vendieron la mitad de ejemplares que del primero. La tercera novela de Ted, que se publicó en 1941, "un año antes de que nacieras", le recordó Marion a Eddie, apenas recibió críticas, y las pocas que tuvo fueron desfavorables. Las ventas fueron tan bajas que el editor de Ted se negó a darle las cifras definitivas. Y entonces, en 1942, cuando Thomas y Timothy tenían seis y cuatro años respectivamente, apareció El ratón que se arrastra entre las paredes. La guerra retrasaría las numerosas traducciones extranjeras, pero antes de que éstas llegaran estuvo claro que Ted Cole nunca más tendría que odiar un trabajo o escribir otra novela
– Dime -preguntó Marion a Eddie-, ¿no te da escalofríos saber que tú y El ratón que se arrastra entre las paredes nacisteis el mismo año?
– Sí, es verdad -admitió el muchacho
Pero ¿por qué habían pasado por tantas ciudades universitarias? Los Cole habían vivido a lo largo y ancho de Nueva Inglaterra
Desde el punto de vista del comportamiento, la vida sexual de Ted era desordenada. Ted le había dicho a Marion que las poblaciones universitarias eran los mejores lugares para educar a los hijos, pues la calidad de las escuelas locales era por lo general elevada, mientras que las actividades culturales y los acontecimientos deportivos en el campus eran estímulos para la comunidad. Además, Marion podría continuar su formación. Y en el aspecto social, añadió Ted, las familias de los profesores serían una buena compañía. Al principio Marion no reparó en la cantidad de madres jóvenes que figuraban entre aquellas esposas de profesores
Aunque Ted evitaba cualquier cosa que se pareciera a un auténtico trabajo en la universidad (aparte de que no estaba cualificado para desempeñar ninguno), cada semestre daba una conferencia sobre el arte de escribir y dibujar para niños. A menudo esas conferencias estaban patrocinadas conjuntamente por el departamento de bellas artes y el de lengua y literatura inglesas. Ted era siempre el primero en afirmar que, en su humilde opinión, el proceso de creación de un libro infantil no era un arte, y prefería llamarlo un oficio
Pero Marion observó que el verdadero "oficio" de Ted era su descubrimiento y seducción sistemáticos de las jóvenes madres más bonitas y más desdichadas entre las esposas de los profesores. De vez en cuando, una estudiante también caía en las redes de Ted, pero las madres jóvenes constituían una presa más vulnerable
No es infrecuente que las aventuras amorosas terminen de mala manera, y como los matrimonios de las más desdichadas de aquellas esposas de profesores ya eran frágiles de por sí, no resultaba sorprendente que muchas parejas se separasen definitivamente a causa de las aventuras románticas de Ted
– Y por eso siempre estábamos cambiando de residencia -le dijo Marion a Eddie
En las poblaciones universitarias encontraban con facilidad casas en alquiler. Siempre había profesores en excedencia y la tasa de divorcios era relativamente alta. El único hogar que los Cole habitaron durante un período de tiempo considerable fue una granja en New Hampshire; iban allí para pasar las vacaciones escolares, para ir a esquiar y durante uno o dos meses en verano. La casa pertenecía desde tiempo inmemorial a la familia de Marion
Cuando los chicos murieron, Ted sugirió marcharse de Nueva Inglaterra y dejar atrás cuanto les recordaba aquella región. El extremo oriental de Long Island era principalmente un centro veraniego y un retiro finisemanal para los neoyorquinos. A Marion le aliviaría no seguir viendo a sus viejos amigos.
– Un nuevo lugar, un nuevo hijo, una nueva vida -le dijo ella a Eddie-. Por lo menos ésa era la idea
A Marion no le sorprendía que las aventuras amorosas de Ted no hubieran disminuido desde que abandonó aquellas pequeñas ciudades universitarias de Nueva Inglaterra. A decir verdad, el número de sus infidelidades había ido en aumento, aunque no conllevaban ninguna pasión apreciable. Ted era adicto a las aventuras amorosas. Marion había hecho una apuesta consigo misma: la adicción de su marido a las seducciones, ¿sería más fuerte o más débil que su adicción al alcohol? (Apostó a que podría abandonar más fácilmente el alcohol.)
Marion explicó a Eddie que, en el caso de Ted, la seducción previa siempre duraba más que la aventura. Primero hacía los retratos convencionales, normalmente de la madre con su hijo, luego la madre posaba sola y, finalmente, lo hacía desnuda. Los desnudos revelaban una progresión determinada de antemano: inocencia, recato, degradación, vergüenza
– ¡La señora Vaughn! -exclamó Eddie, interrumpiéndola, al recordar las maneras sigilosas de aquella mujer menuda
– La señora Vaughn está experimentando ahora la fase de degradación -le dijo Marion
Eddie pensó que, a pesar de lo pequeña que era, la señora en cuestión dejaba un fuerte olor en las almohadas. Pensó también que sería imprudente, incluso lascivo, expresarle a Marion su opinión sobre el olor de la señora Vaughn
– Pero has vivido con él durante muchos años -observó el muchacho, entristecido-. ¿Por qué no le has abandonado? -Los chicos le querían -le explicó Marion-, y yo los quería a ellos. Había planeado abandonarle después de que mis hijos finalizaran la enseñanza media, cuando se marcharan de casa, tal vez después de que acabaran los estudios universitarios -añadió con menos firmeza
Eddie superó la tristeza que sentía por ella y dio buena cuenta de un postre enorme
– Eso es lo que me gusta de vosotros, los jóvenes -le dijo Marion-. Pase lo que pase, vais a lo vuestro
Permitió que Eddie condujera el coche de regreso a casa. Bajó la ventanilla y cerró los ojos. La brisa nocturna le agitaba el cabello
– Es agradable que la lleven a una -le dijo a Eddie-. Ted siempre bebía demasiado, y yo conducía siempre. Bueno…, casi siempre. -Esto último lo dijo en un susurro
Entonces volvió la espalda a Eddie. Quizá lloraba, porque movía los hombros de una manera espasmódica, pero no emitía sonido alguno. Cuando llegaron a la casa de Sagaponack, o el viento le había secado las lágrimas o no había llorado en absoluto. Eddie, que en cierta ocasión había llorado delante de ella, sabía que Marion desaprobaba el llanto
Una vez en la casa, tras despedir a la niñera de la noche, Marion se sirvió una cuarta copa de vino de una botella abierta que sacó del frigorífico. Pidió a Eddie que la acompañara cuando fue a comprobar si Ruth dormía, y por el camino le susurró que, a pesar de que las apariencias demostraban lo contrario, en otro tiempo había sido una buena madre