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Capítulo 17

Jeremy echó un vistazo al reloj mientras esperaba pacientemente en el porche del Herbs a que Alvin acabara de hablar con Rachel. Alvin estaba intentando impresionarla, y Rachel parecía no tener prisa en despedirse de él, lo que normalmente podía considerarse un buen indicio. Sin embargo, a Jeremy le pareció que Rachel no mostraba demasiado interés por Alvin, que se estaba limitando a ser cortés con él, y que Alvin no se daba cuenta de esas señales. En realidad, Alvin jamás había demostrado ser muy audaz a la hora de interpretar esa clase de señales.

Cuando finalmente se despidieron, Alvin se reunió con Jeremy con la cara radiante, como si se hubiera olvidado completamente de la desagradable contienda de la noche anterior; lo cual probablemente era cierto.

– ¿Has visto eso? -le susurró Alvin cuando estuvo más cerca-. Creo que le gusto.

– ¿Ah, sí?

– Sí. ¡Vaya pedazo de mujer! Me encanta su forma de hablar. Es tan sexi.

– Para ti todo es sexi -subrayó Jeremy.

– Eso no es verdad -se quejó Alvin-. Bueno, sólo casi todo.

Jeremy sonrió.

– Quién sabe. Igual coincidís esta noche en el baile. Quizá tengamos tiempo de pasarnos por ahí antes de ir al cementerio a filmar de nuevo.

– ¡No me digas que hay un baile esta noche!

– Sí, en el viejo granero de tabaco del pueblo. He oído que va todo el pueblo, así que seguramente Rachel también irá.

– Perfecto -dijo Alvin al tiempo que empezaba a bajar las escaleras del porche. Acto seguido, y casi como si hablara consigo mismo, agregó-: Me pregunto por qué no me lo ha mencionado.

Rachel ordenó los pedidos de la mañana con aire ausente mientras observaba cómo Alvin abandonaba el restaurante con Jeremy.

Reconocía que la noche previa, en el Lookilu, primero se había comportado de un modo reservado con él, pero cuando Alvin mencionó lo que estaba haciendo en el pueblo y que conocía a Jeremy, se enfrascaron en una conversación, y él se pasó prácticamente toda una hora contándole cosas referentes a Nueva York. Al final consiguió que a Rachel esa ciudad le pareciera un paraíso, y cuando ella mencionó que algún día quería ir allí, él garabateó rápidamente su número de teléfono en una servilleta de papel y le dijo que lo llamara. Incluso le prometió que conseguiría entradas para el famoso espectáculo Regis and Kelly, si ella quería.

A pesar de que el gesto de Alvin le pareció halagador, Rachel sabía que no lo llamaría. Jamás se había sentido atraída por los tatuajes, y aunque no había tenido demasiado éxito con los hombres en su vida, había tomado la decisión de que jamás saldría con alguien que tuviera más pírsines en su oreja de los que ella tenía. Pero ése no era el único motivo de su falta de interés; Rodney tenía algo que ver.

Rodney solía pasarse casi todas las noches por el Lookilu para confirmar que nadie pensaba conducir en un estado de embriaguez, y prácticamente todos los que se consideraban clientes del local sabían que existían muchas probabilidades de que él apareciera repentinamente por allí. Se paseaba por el bar, saludaba a los presentes y, si presentía que alguien había bebido más de la cuenta, le decía directamente lo que pensaba y le advertía que estaría alerta, que vigilaría su coche. Si bien podía parecer un gesto intimidatorio -y probablemente lo era si alguien se había dedicado a beber más de la cuenta-, Rodney también agregaba que no tendría ningún reparo en llevar al aludido a casa. Era su forma de mantener a los borrachos apartados de la carretera, y en los últimos cuatro años no había tenido que recurrir a ningún arresto. Incluso al propietario del Lookilu no le importaba que se dejara caer por el local de forma periódica. Al principio se había quejado de que el ayudante del sheriff patrullara por la barra, pero cuando se dio cuenta de que a nadie parecía importarle, gradualmente aceptó la intromisión, y al final incluso empezó a llamar a Rodney cuando pensaba que alguno de sus clientes necesitaba que lo llevaran a casa.

La noche previa, Rodney había aparecido por el Lookilu como de costumbre, y sólo necesitó un par de segundos para identificar a Rachel, sentada en la barra. En el pasado, normalmente le sonreía y se le acercaba para intercambiar unas palabras con ella, pero esta vez, cuando la vio con Alvin, a Rachel le pareció por un momento vislumbrar un claro gesto de contrariedad en su cara. Fue una reacción inesperada, que desapareció casi tan rápido como surgió, y de repente Rodney adoptó un porte airado, enojado. Era como si estuviera celoso, y más tarde Rachel pensó que ésa fue la razón por la que decidió marcharse del bar justo después de que él lo hiciera. Mientras regresaba a casa, revivió mentalmente la escena varias veces seguidas, intentando averiguar si realmente había visto lo que le había parecido ver, o si simplemente se lo había imaginado. Unas horas después, tumbada en la cama, llegó a la conclusión de que no le importaría nada que Rodney estuviera celoso; más bien al contrario.

Quizá, pensó, todavía había una brizna de esperanza entre ellos.

Después de recoger el coche de Alvin, que había permanecido aparcado en una calle colindante con el Lookilu, Jeremy y Alvin se dirigieron al Greenleaf. Alvin se dio una ducha rápida, y Jeremy aprovechó la ocasión para cambiarse de ropa. A continuación, ambos pasaron las siguientes dos horas revisando el material que Jeremy había compilado. Para Jeremy, el ejercicio resultó ser una válvula de escape: concentrarse en el trabajo era la única forma que conocía para no pensar en -ni preocuparse por- Lexie.

Las cintas de Alvin eran tan extraordinarias como su amigo le había prometido, especialmente si se comparaban con las que Jeremy había grabado. Su nitidez y su resolución, combinadas con una emisión a cámara lenta, le permitieron a Jeremy detectar detalles que se le habían pasado por alto hasta el momento. Incluso seleccionó varias imágenes que pensaba separar y congelar con el fin de que a los espectadores les ayudaran a comprender lo que estaban viendo.

Jeremy le refirió a Alvin la historia a partir de las referencias que había encontrado para interpretar las imágenes que tenían delante. Pero mientras Jeremy continuaba exponiendo las pruebas con un intrincado detallismo -las tres versiones de la leyenda, los mapas, las notas sobre las excavaciones, las tablas de los niveles de agua, las planificaciones para los terrenos, los diversos proyectos de construcción, y los aspectos sobre la refracción de la luz-, Alvin empezó a bostezar. Jamás había demostrado ningún interés por la minuciosidad de los detalles en el trabajo de Jeremy, y finalmente convenció a éste para que lo llevara hasta el otro lado del puente, hasta la fábrica de papel, para que pudiera verlo con sus propios ojos. Se pasaron varios minutos inspeccionando el patio del molino, observando cómo cargaban los troncos de madera en las plataformas, y de regreso al pueblo, se dirigieron al cementerio para que Alvin pudiera conseguir más imágenes en plena luz del día.

Alvin colocó la cámara en diversas ubicaciones mientras Jeremy se dedicaba a merodear por la zona. El silencio imperante en el cementerio hizo que de nuevo centrara sus pensamientos en Lexie. Recordó la noche que habían pasado juntos e intentó nuevamente comprender qué fue lo que la llevó a levantarse de la cama a medianoche. A pesar de sus negativas, sabía que ella se arrepentía de lo que había pasado, quizás incluso sentía remordimientos, pero no lograba comprender el porqué.

Sí, él se marcharía del pueblo, pero le había repetido un sinfín de veces que pensaba hallar la forma de que se continuaran viendo. Y sí, era cierto que apenas se conocían, pero teniendo en cuenta el poco tiempo que habían estado juntos, Jeremy tenía la certeza de saber lo suficiente de ella como para estar seguro de que la amaría toda la vida. Lo único que necesitaban era una oportunidad.

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