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Se besaron en la cocina durante un largo rato, saboreándose mutuamente sin prisa ni premura, hasta que Lexie finalmente se echó hacia atrás. Apagó el fuego que había detrás de ella y, a continuación, tomó a Jeremy de la mano y lo condujo hasta su habitación.

Hicieron el amor lentamente. Mientras se movía encima de ella, él susurraba lo mucho que la quería y repetía su nombre como una plegaria. Sus manos no dejaban de moverse, como si quisieran asegurarse de que ella era real. Estuvieron en la cama durante horas, haciendo el amor y riendo silenciosamente, saboreando las caricias con que se colmaban mutuamente.

Varias horas más tarde, Lexie se levantó de la cama y se envolvió en un albornoz. Jeremy se calzó sus vaqueros y fue detrás de ella hasta la cocina, donde terminaron de preparar la cena. Después de que Lexie encendiera una vela, él la observó fijamente por encima de la pequeña llama, maravillándose del ligero rubor de sus mejillas, mientras él devoraba la cena más deliciosa que jamás había probado. Comer juntos en la cocina, él sin camisa y ella con nada más que ese delgado albornoz, le parecía incluso más íntimo que cualquier otra cosa que había sucedido esa noche.

Después regresaron otra vez a la cama, y Jeremy la abrazó con fuerza, satisfecho por el simple hecho de sentir el calor que desprendía su cuerpo. Cuando finalmente Lexie se quedó dormida, él la observó dormir. De vez en cuando le apartaba el pelo de los ojos, rememorando la noche, recordando cada detalle, y sabiendo que había encontrado a la mujer con la que quería pasar el resto de su vida.

Jeremy se despertó justo antes del amanecer y vio que Lexie no estaba a su lado. Se sentó en la cama, palpó el edredón como para asegurarse de que estaba solo, y a continuación se incorporó de un salto y se puso los vaqueros. La ropa de Lexie continuaba esparcida por el suelo, pero el albornoz que llevaba puesto durante la cena no estaba a la vista. Se alisó los vaqueros con las manos, se estremeció ligeramente al notar el aire fresco y cruzó los brazos mientras se dirigía hacia el pasillo.

La encontró en la butaca que había cerca de la chimenea, con un vaso de leche a su lado, encima de una mesita. Tenía la libreta de Doris en la falda, abierta prácticamente por el principio, pero no la estaba ojeando. En lugar de eso, su mirada estaba perdida en un punto de la oscuridad.

Jeremy se acercó a ella; al hacerlo, el suelo crujió con sus pasos, y el ruido sacó a Lexie de su ensimismamiento. Cuando vio a Jeremy, sonrió.

– Ah, hola -lo saludó.

Bajo la tenue luz, Jeremy adivinó que algo no iba bien. Se sentó en el reposabrazos de la misma butaca que ocupaba Lexie y la rodeó con su brazo.

– ¿Estás bien? -murmuró.

– Sí, no te preocupes.

– ¿Qué estás haciendo? Todavía es de noche.

– No podía dormir -se excusó Lexie-. Y además, tenemos que estar de pie temprano para no perder el transbordador.

Jeremy asintió, a pesar de que no estaba absolutamente satisfecho con la respuesta.

– ¿Estás enfadada conmigo?

– No.

– ¿Te arrepientes de lo que ha sucedido?

– No, no es eso.

No añadió nada más, y Jeremy la abrazó con más fuerza, deseando creerla. Entonces clavó la vista en la libreta de Doris.

– Es una obra interesante -comentó él, sin querer presionarla más-. Tengo ganas de leerla con detenimiento.

Lexie sonrió.

– Hacía tiempo que no la ojeaba. Me trae recuerdos de la infancia.

– ¿Y cómo es eso?

Ella dudó unos instantes, luego señaló la página abierta sobre su regazo.

– ¿Antes llegaste a esta entrada?

– No -contestó él.

– Léela -le pidió ella.

Jeremy leyó la entrada rápidamente. En muchos aspectos parecía idéntica a las demás: los nombres de pila de los padres, la edad, de cuántos meses estaba embarazada la mujer, y la confirmación de que el bebé que esperaba sería una niña. Cuando terminó, levantó la cabeza y la miró.

– ¿No ves nada interesante? -inquirió ella.

– No estoy seguro de qué es lo que me estás preguntando -admitió él.

– ¿Los nombres de Jim y Clarie no te dicen nada?

– No. -Jeremy estudió su cara-. ¿Acaso deberían?

Lexie bajó la vista.

– Eran mis padres -dijo con una voz suave-. Ésta es la entrada en la que Doris predijo que yo sería una niña.

Jeremy la miró con una enorme curiosidad.

– En eso estaba pensando -continuó-. Creemos que nos conocemos el uno al otro, pero tú ni siquiera sabías los nombres de mis padres. Y yo tampoco sé cómo se llaman los tuyos.

Él sintió que se le empezaba a formar un nudo en el estómago.

– ¿Y eso te preocupa? ¿Crees que no nos conocemos lo suficiente?

Acto seguido, ella lo abrazó con una ternura que a Jeremy le provocó un intenso dolor en el corazón. Se quedaron sentados en la butaca durante un largo rato, abrazados, mientras ambos deseaban en silencio que el tiempo se detuviera y les permitiera quedarse en ese dulce momento para siempre.

Capítulo 16

– Así que éste es tu amigo, ¿eh? -preguntó Lexie.

Ella señaló discretamente al teléfono móvil. A pesar de que Lexie había vivido en Boone Creek casi toda su vida, jamás había tenido el privilegio de visitar la celda del condado, hasta hoy.

Jeremy asintió.

– Normalmente no es así -le susurró él al oído.

A primera hora de la mañana, habían recogido sus cosas y habían abandonado la cabaña con tristeza, al tener que marcharse. Pero cuando subieron al transbordador en Swan Quarter, el teléfono de Jeremy mostró suficiente cobertura como para poder escuchar los mensajes recibidos. Nate había dejado cuatro sobre la reunión de la semana siguiente; Alvin, por otro lado, había dejado uno en el que, con un tono histérico, le notificaba que lo habían arrestado.

Lexie llevó a Jeremy hasta su coche, y él la siguió hasta Boone Creek, preocupado por Alvin, pero también preocupado por Lexie. El desconcertante humor de ella, que había empezado cuando todavía era de noche, había continuado igual durante las siguientes horas. A pesar de que ella no lo había rechazado cuando él la rodeó con sus brazos en el transbordador, se había mostrado callada y distante, con la vista perdida en las aguas del Pamlico Sound. Cuando sonreía, lo hacía sólo levemente, y cuando Jeremy le dio la mano, ella la dejó suelta, como muerta. Tampoco había hablado sobre lo que le había contado previamente; en lugar de eso se dedicó a referirle los numerosos casos de barcos hundidos cerca de la costa, y si bien él había intentado desviar la conversación hacia temas más serios, Lexie había reaccionado cambiando de tema o no contestando.

Mientras tanto, Alvin languidecía en la prisión del condado, con un aspecto -al menos eso fue lo que creyó Lexie- como si fuera un verdadero maleante. Vestido con una camiseta negra de Metallica, pantalones y chaqueta de piel, y una pulsera con remaches plateados, Alvin los miraba desde el interior de la celda con los ojos desencajados y la cara sudorosa.

– Pero ¿qué diablos pasa en este maldito pueblo? ¡Nada normal, por lo que he podido ver! ¡De eso no me cabe la menor duda! ¡Maldita sea! -Vociferaba como un poseso. No había dejado de gritar desde que Jeremy y Lexie habían llegado, y tenía los nudillos blancos de estrujar las barras de la celda con tanta rabia-. ¿Se puede saber a qué esperas para sacarme de aquí?

Detrás de ellos, Rodney los observaba con cara de pocos amigos, con los brazos cruzados, ignorando a Alvin tal y como había hecho durante las últimas ocho horas. El sospechoso era un quejica de cuidado, y además, Rodney estaba más interesado en Jeremy y Lexie. Según Jed, Jeremy no había regresado a su habitación la noche pasada, y Lexie tampoco había ido a su casa. Podía tratarse de una coincidencia, pero lo dudaba, lo cual significaba que probablemente habían pasado la noche juntos. Y eso no le hacía ni pizca de gracia.

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