En los últimos días Jeremy no había estado pensando con claridad, así que decidió que era mejor no tenérselo en cuenta. Normalmente, en situaciones similares, Jeremy habría estado hablando y bromeando sin parar; en cambio, en las últimas dos horas apenas había abierto la boca. En lugar de resultar un trabajo ameno y relajado, como había imaginado que sería, las últimas dos horas habían resultado excesivamente pesadas, y más aún con el frío que hacía. No era precisamente lo que esperaba, pero hincharía un poco más la factura y se la pasaría a Nate.
Mientras tanto, Jeremy estaba de pie en la vía del tren con los brazos cruzados y la mirada fija en el horizonte.
– ¿Te he dicho que Nate ha llamado antes? -le preguntó Alvin, intentando de nuevo que su amigo entablara conversación.
– ¿Ah, sí?
– Me ha despertado de la siesta, y ha empezado a gritar como un energúmeno porque no tenías el móvil conectado.
A pesar de las preocupaciones que poblaban su mente, Jeremy sonrió.
– He aprendido que lo mejor es tenerlo apagado el mayor tiempo posible.
– Pues podrías haberme avisado.
– ¿Qué quería?
– Lo de siempre: que le informaras de tus últimos movimientos. Pero no te lo pierdas: preguntó si podías conseguir una muestra.
– ¿Una muestra de qué?
– Supongo que hablaba de los fantasmas. Si había espumarajos por el suelo o algo parecido. Pensó que podrías enseñárselo a los productores en la reunión de la semana que viene.
– ¿Espumarajos?
Alvin elevó las manos.
– Oye, que no he sido yo quien lo ha propuesto, sino Nate.
– Pero si sabe que se trata sólo de las luces de la fábrica de papel.
Alvin asintió.
– Sí, lo sabe. Pero igual pensó que eso aportaría a la historia un toque de misterio. Ya sabes, algo para impresionarlos.
Desconcertado, Jeremy sacudió la cabeza. A Nate se le había ocurrido un sinfín de ideas esperpénticas a lo largo de los años, pero ésta superaba a todas con creces. Pero es que Nate era así. No se lo pensaba dos veces antes de soltar cualquier tontería que se le cruzara por la cabeza, y en más de la mitad de las ocasiones, después no se acordaba de lo que había dicho.
– También dijo que le llamaras -añadió Alvin.
– Lo haría, pero me he dejado el móvil en el bungaló -se disculpó Jeremy. Luego hizo una pausa-. No le habrás mencionado nada sobre el diario, ¿verdad?
– ¡Pero si en ese momento no sabía nada de eso! ¿No te acuerdas? Me lo contaste cuando regresaste al Greenleaf. Y ya te he dicho que Nate me despertó de la siesta.
Jeremy asintió con aire pensativo.
– Si vuelve a llamar, de momento no le cuentes lo del diario.
– ¿No quieres que se entere de que todo es un fraude montado por el alcalde?
– No, todavía no.
Alvin lo observó con curiosidad.
– ¿Todavía no, o quizás estás pensando que no quieres que nunca se entere?
Jeremy no contestó inmediatamente. Era una pregunta difícil.
– Aún no lo he decidido.
Alvin manipuló las lentes una vez más.
– Sí, es una cuestión difícil. Podría ser el detonante para salvar la historia. Es decir, una cosa son las luces, pero no me negarás que la solución no es tan interesante como la leyenda.
– ¿Qué quieres decir?
– Que estoy seguro de que los de la tele no se mostrarán interesados cuando sepan que el motivo de las luces es un tren que pasa cerca.
– No es sólo un tren que pasa cerca -lo corrigió Jeremy-. Es la forma en que las luces de la fábrica de papel se reflejan en Riker's Hill gracias al tren, y cómo la gran densidad de la niebla en el cementerio que se está hundiendo hace que aparezca el fenómeno de las luces.
Alvin bostezó aburrido.
– Lo siento, ¿qué decías?
– No es aburrido -insistió Jeremy-. ¿No te das cuenta del número de casualidades que confluyen para crear este fenómeno? ¿Cómo las canteras alteraron los niveles de agua subterránea y provocaron que se hundiera el cementerio? ¿La ubicación exacta del puente de caballetes? ¿Las fases de la luna, ya que sólo hay suficiente oscuridad como para poder ver las luces en determinados momentos? ¿La leyenda? ¿La posición de la fábrica de papel y la hora en que pasa del tren?
Alvin se encogió de hombros.
– Mira, Jeremy, es más que aburrido. En serio, habría sido mucho más interesante si no hubieras hallado la solución. A los telespectadores les encantan los misterios, especialmente en lugares como Nueva Orleans o Charleston o en algún sitio guay y romántico. Pero ¿unas luces reflejadas en Boone Creek, en Carolina del Norte? ¿De verdad crees que a la gente que vive en Nueva York o en Los Angeles le va a interesar ese cuento?
Jeremy abrió la boca para decir algo, y de repente se acordó de que Lexie le había dicho exactamente lo mismo sobre el fenómeno, y ella vivía ahí. En medio del silencio, Alvin lo miró fijamente.
– Si de verdad quieres vender a los de la tele esta historia, necesitarás echarle un poco más de imaginación al asunto, y el diario del que me has hablado podría ayudarte a conseguirlo. Podrías exponer el documental tal y como lo habíamos planeado, y al final soltar lo del diario de golpe y porrazo. Si lo haces bien, quizá sea suficiente para captar la atención de los productores.
– ¿Crees que debería echar el pueblo a los leones?
Alvin sacudió la cabeza enérgicamente.
– Yo no he dicho eso. Y con franqueza, tampoco estoy seguro de que lo del diario sea suficiente. Sólo te digo que si no puedes presentar un par de espumarajos de los fantasmas como prueba, lo mejor que puedes hacer es ponerte a pensar en cómo puedes sacarle partido al diario si no quieres quedar como un idiota en la reunión.
Jeremy desvió la vista. Sabía que el tren sólo tardaría unos minutos en pasar.
– Si hiciera una cosa así, Lexie jamás volvería a dirigirme la palabra. Bueno, eso si es que todavía quiere hablar conmigo.
Alvin no dijo nada. Jeremy continuó con la mirada fija en un punto de la vía.
– ¿Qué crees que debería hacer?
Alvin suspiró.
– Supongo -dijo- que tienes que hacer lo que creas que es más conveniente para ti. ¿No te parece?
Capítulo 19
Jeremy apenas durmió en su última noche en el Greenleaf. Él y Alvin habían acabado de filmar -mientras pasaba el tren, Riker's Hill sólo recibió un poco de la luz reflejada- y tras revisar la grabación, ambos decidieron que disponían de suficiente material como para probar la teoría de Jeremy a menos que los de la productora estuvieran dispuestos a comprar unas cámaras de mayor precisión.
Sin embargo, de regreso al Greenleaf, Jeremy no pensó en el misterio ni tampoco centró su atención en la carretera. En lugar de eso, empezó nuevamente a darle vueltas a lo que le había sucedido en los últimos días. Recordó la primera vez que vio a Lexie en el cementerio, y su conversación exaltada en la biblioteca. Se acordó de la comida en Riker's Hill y su corto paseo por los confines del pueblo, rememoró su enorme sorpresa ante la extraordinaria fiesta en su honor, y cómo se sintió cuando contempló las luces en el cementerio. Pero sobre todo, recordó aquellos momentos en que empezó a ser consciente de que se estaba enamorando de Lexie.
¿Realmente era posible que hubieran sucedido tantas cosas en tan sólo un par de días? Cuando llegó al Greenleaf y entró en su habitación, estaba ofuscado tratando de averiguar en qué momento las cosas habían empezado a torcerse. Pero ahora tenía la impresión de que Lexie no sólo había estado intentando huir de él, sino también de sus propios sentimientos. ¿Cuándo se había dado cuenta de lo que sentía por él? ¿En la fiesta, igual que él? ¿En el cementerio? ¿Esa tarde?
No estaba seguro. Todo lo que sabía era que la amaba y que le resultaba imposible imaginar que no volvería a verla jamás.