Литмир - Электронная Библиотека

En el exterior de la cabaña, el viento empezaba a arreciar con intensidad, y ella escuchó los tonos apagados de las campanitas del móvil de metal que colgaba en la puerta de la entrada.

– Porque no es así. Porque no puedes. Porque no se trata de quién eres, ni tampoco de por qué me lo has contado. Tú y yo… no somos iguales, por más que quieras creer que lo somos. Tú estás allí; yo estoy aquí. Tú tienes una gran familia a la que ves con frecuencia; yo sólo tengo a Doris, y ella me necesita aquí, especialmente ahora, por su delicado estado de salud. A ti te gustan las ciudades; a mí los pueblos pequeños. Te encanta tu trabajo, y yo…, bueno, tengo lo de la biblioteca, y también me encanta. Si uno de los dos se viera forzado a abandonar lo que tiene, lo que hemos elegido hacer con nuestras vidas… -Entornó los ojos-. Sé que algunas personas lo consiguen, pero resulta difícil cuando se trata de consolidar una relación. Me has dicho que la razón por la que te enamoraste de María era que compartíais los mismos valores. Pero en nuestro caso, uno de los dos tendría que sacrificarse. Y yo no quiero sacrificarme, ni tampoco creo que sea justo esperar que tú te sacrifiques.

Lexie bajó la vista, y en la quietud reinante, él pudo oír el monótono ruido del reloj que coronaba la repisa de la chimenea. La hermosa cara de Lexie estaba ahora surcada de arrugas de tristeza, y de repente a Jeremy le asaltó la terrible sospecha de que estaba a punto de perder toda oportunidad de estar con ella. Se incorporó hacia delante y puso el dedo índice en la mejilla de Lexie, obligándola a girar la cara y a mirarlo.

– ¿Y qué pasa si yo no lo interpreto como un sacrificio? -dijo él-. ¿Y si te digo que preferiría quedarme contigo en lugar de volver a mi vida de siempre?

El contacto del dedo de Jeremy le provocó a Lexie una sensación eléctrica. Intentando ignorar la impresión, contestó procurando que no se le quebrara la voz.

– Entonces te respondería que he pasado dos días maravillosos contigo, que conocerte ha sido algo increíble. Y que sí, que me encantaría creer que lo nuestro puede funcionar, que me siento agasajada.

– Pero no quieres arriesgarte a ver si funciona o no.

Lexie sacudió la cabeza lentamente.

– Jeremy…, yo…

– No pasa nada. Lo comprendo.

– No -sentenció ella-. No lo comprendes. Has oído lo que te he dicho, pero no me has escuchado. Lo que quería decir era que me encantaría que lo nuestro saliera bien. Eres inteligente y encantador… -Resopló, abatida-. Muy bien, puede que a veces seas demasiado directo…

A pesar de la tensión, Jeremy no pudo evitar echarse a reír.

Ella continuó, eligiendo cada una de sus palabras con cautela.

– Estos dos últimos días han sido maravillosos; sin embargo, no puedo evitar pensar en ciertas cosas que me pasaron hace años y que me dejaron unas profundas heridas.

Sin perder la calma pero con gran rapidez, Lexie le refirió la historia del señor sabelotodo. Cuando terminó, su cara reflejaba el sentido de culpabilidad que la ahogaba.

– Quizá por eso estoy intentando ser lo más práctica posible en esta ocasión. No digo que vayas a desaparecer igual que hizo él, pero ¿eres capaz de asegurarme, con toda franqueza, que seguiremos sintiendo lo mismo el uno por el otro si tenemos que viajar para poder estar juntos?

– Sí -afirmó él con voz solemne-. Te lo aseguro.

Ella pareció entristecerse ante su respuesta.

– Es fácil decirlo ahora, pero ¿qué pasará mañana? ¿Y qué pasará de aquí a un mes?

Fuera de la cabaña, el viento silbaba con fuerza. La arena chocaba contra los cristales, y las cortinas se movían ligeramente mientras el viento intentaba colarse por los resquicios de las viejas ventanas.

Jeremy miraba a Lexie fijamente, reafirmándose una vez más en sus sentimientos hacia ella: sí, la amaba.

– Lexie -empezó a murmurar, sintiendo una terrible sequedad en la boca-. Yo…

Como adivinando lo que él le iba a decir, Lexie alzó las manos para detenerlo.

– No sigas, por favor. Todavía no estoy lista, ¿de acuerdo? ¿Qué tal si nos dedicamos a saborear la cena? ¿Crees que podemos hacerlo? -Dudó antes de poner con cuidado la botella de cerveza en la mesa-. Será mejor que vaya a echar un vistazo a la salsa.

Con un sentimiento de absoluto abatimiento, Jeremy la observó mientras ella se levantaba del sofá. Cuando llegó a la puerta de la cocina, Lexie se volvió y lo miró a los ojos.

– Y sólo para que lo sepas, creo que tu ex mujer actuó de una forma abominable y que no hace falta que la intentes excusar por su comportamiento injustificable. Uno no abandona a su pareja por una cuestión como ésa, y el que todavía seas capaz de hablar bien de ella confirma que fue ella la que cometió el error. Créeme; sé lo que es ser un buen padre. Tener hijos significa cuidar de ellos, educarlos, quererlos y apoyarlos, y ninguna de esas cosas está vinculada con quién los engendra una noche en una habitación o con la experiencia de estar embarazada.

Lexie se dio la vuelta en dirección a la cocina y desapareció, Jeremy podía oír a Billie Holiday cantando I’lll Be Seeing You en la radio. Con un nudo en la garganta, se levantó para seguirla, consciente de que si no aprovechaba ese momento, quizá nunca más se le presentaría la misma oportunidad. De repente había comprendido que Lexie era la razón por la que había ido hasta Boone Creek; Lexie era la respuesta que había estado buscando durante tanto tiempo.

Se apoyó en la puerta de la cocina y observó cómo ella colocaba otro cazo en el fuego.

– Gracias por tu sinceridad -musitó él.

– No hay de qué -respondió ella, evitando mirarlo a los ojos

Jeremy sabía que, en el fondo, aunque intentaba ser fuerte, Lexie estaba experimentando las mismas emociones que él, y admiró tanto su pasión como sus reservas. Entonces se decidió a dar un paso hacia ella. Sabía que tenía que correr ese riesgo.

– ¿Te puedo pedir un favor? -preguntó Jeremy-. Ya que quizá no pueda hacerlo mañana -dijo, al tiempo que levantaba la mano-, ¿quieres bailar conmigo ahora?

– ¿Aquí? -Ella lo miró perpleja, sintiendo cómo se le aceleraba el corazón-. ¿Ahora?

Sin mediar otra palabra, Jeremy se le acercó y le cogió la mano, sonriendo, luego se la llevó a la boca y le besó los dedos antes de dejarla en la posición correcta. Después, sin apartar la vista de sus ojos, deslizó el otro brazo alrededor de su espalda y la acercó hacia él con ternura. Mientras Jeremy empezaba a acariciarle la parte inferior de la espalda con el dedo pulgar y a susurrar su nombre, Lexie se dejó llevar, siguiendo el ritmo que él marcaba.

Los dos empezaron a moverse en círculos al son de la lenta melodía, y a pesar de que al principio ella se sintió incómoda, finalmente se relajó y se apoyó en él, perdida en el distintivo aroma que emanaba de su cuerpo. Lexie notaba el cálido aliento de Jeremy en su cuello, y mientras él le recorría lentamente la espalda con su mano, ella entornó los ojos y se apoyó más en él, reclinando la cabeza sobre su hombro y sintiendo cómo se acababan de desvanecer sus últimos intentos de resistencia. Se dio cuenta de que eso era precisamente lo que había deseado desde el principio, y en la diminuta cocina, los dos continuaron moviéndose al son de la música, cada uno perdido en las sensaciones que le provocaba el otro.

Tras las ventanas, las olas continuaban su danza airada, anegando la tierra hasta las dunas. El gélido viento soplaba alrededor de la cabaña, confundiéndose con la noche totalmente oscura. Mientras tanto, la cena se cocía lentamente en el fuego.

Cuando Lexie finalmente levantó la cara para mirarlo a los ojos, él la abrazó con dulzura y se inclinó hacia ella para rozar sus labios con los suyos, una vez, y después otra, antes de atreverse a besarla. Se separó un poco de ella para asegurarse de que Lexie estaba bien, y acto seguido volvió a besarla. Ella también lo besó y sintió cómo se derretía entre sus brazos. Saboreó su lengua, jugueteando con la suya, su excitante humedad, y le acarició el rostro con la mano, siguiendo el perfil de su mejilla. Jeremy respondió a la caricia besándola en la mejilla y en el cuello, mordisqueándola con su boca sensual.

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