Литмир - Электронная Библиотека

– Seguramente en estos precisos instantes ya debe de estar llegando al pueblo.

– ¿Ahora? ¿Y no deberías estar allí para recibirlo?

– Probablemente -admitió él.

Lexie reflexionó sobre lo que él le acababa de contar y pensó en el enorme esfuerzo que él había hecho para llegar hasta Buxton ese día.

– De acuerdo -aceptó finalmente-. Hay un transbordador que sale a primera hora de la mañana. Estaremos en el pueblo a eso de las diez.

– Gracias.

– ¿Y piensas filmar mañana por la noche también?

Jeremy asintió.

– Le he dejado una nota a Alvin indicándole que vaya al cementerio esta noche, pero mañana tendremos que filmar otros puntos del pueblo. Además, todavía existen algunos cabos sueltos que debo resolver.

– ¿Y qué pasa con el baile en el granero? Pensé que íbamos a bailar juntos si resolvías el misterio.

Jeremy bajó la cabeza.

– Si puedo hacerlo, lo haré. Créeme. No hay nada que me apetezca más.

Nuevamente, el silencio se adueñó de la habitación.

– ¿Cuándo te marcharás a Nueva York? -preguntó Lexie finalmente.

– El sábado. La semana que viene tengo una reunión, así que tendré que irme el sábado.

Lexie notó cómo se le encogía el corazón ante la noticia. A pesar de que sabía que tenía que suceder, le dolió escuchar la dura realidad.

– De vuelta a la vida bulliciosa, ¿eh?

Jeremy sacudió la cabeza.

– Mi vida en Nueva York no es nada glamurosa. Me paso la mayor parte del tiempo trabajando, o bien investigando o bien escribiendo, y te aseguro que son tareas solitarias, incluso diría que a veces pueden resultar demasiado solitarias.

Lexie enarcó una ceja.

– No intentes que sienta pena por ti, porque no lo conseguirás.

Él la miró fijamente.

– ¿Y si te hablo de la bruja de mi vecina?

– Tampoco.

Jeremy soltó una carcajada.

– Pienses lo que pienses, no vivo en Nueva York por el bullicio. Vivo allí porque mi familia vive allí, porque me siento cómodo allí. Porque para mí es mi hogar, igual que Boone Creek lo es para ti.

– ¿Sois una familia muy unida?

– Sí. Cada fin de semana nos reunimos en Queens, en casa de mis padres, para comer. Mi padre sufrió un ataque al corazón hace un par de años, por lo que tiene que ir con cuidado, pero le encantan esas reuniones familiares. Es muy divertido; la casa adopta un aire similar a un zoo: un puñado de críos corriendo arriba y abajo, mi madre cocinando en la cocina, mis hermanos y sus esposas charlando en el patio que hay en la parte posterior de la casa. Todos viven relativamente cerca entre sí, por lo que se ven con mucha más frecuencia que yo.

Lexie tomó otro trago mientras intentaba imaginar la escena

– Parece muy agradable.

– Lo es. Pero a veces resulta duro.

Ella lo miró con curiosidad.

– No te entiendo.

Él se quedó pensativo, haciendo girar la botella entre sus manos.

– A veces yo tampoco lo entiendo -dijo finalmente. Quizá fue la forma en que lo dijo lo que llevó a Lexie a quedarse callada. En medio del silencio, lo observó detenidamente, esperando que continuara.

– ¿Alguna vez has soñado con alguna cosa, algo que anhelas con locura, y cuando crees que estás a punto de lograrlo, de repente pasa algo y se te escapa de las manos?

– Todo el mundo tiene sueños que no llegan a cumplirse -respondió ella con un tono suave.

Jeremy se encogió de hombros.

– Sí, supongo que sí.

– No estoy segura de comprender lo que intentas decirme -dijo ella para animarlo a proseguir.

– Hay algo que no sabes de mí -anunció Jeremy, levantando la cabeza y mirándola fijamente-. De hecho, es algo que jamás he contado a nadie.

Con esa confesión, Lexie notó que se le tensaban los hombros.

– Estás casado -dijo, echándose hacia atrás.

Jeremy sacudió enérgicamente la cabeza. -No.

– Tienes novia en Nueva York, una novia formal.

– Tampoco.

Cuando Jeremy no dijo nada más, a ella le pareció ver una sombra de duda en su rostro.

– No importa -musitó Lexie al final-, tampoco es de mi incumbencia.

Jeremy volvió a sacudir la cabeza y sonrió.

– Te has acercado en la primera intentona. Estuve casado. Y me divorcié.

Lexie había esperado una confesión más terrible; casi se echó a reír de alivio, pero la expresión sombría de Jeremy la detuvo.

– Se llamaba María. Éramos muy diferentes, y nadie entendía qué habíamos visto el uno en el otro. Pero más allá de las apariencias, compartíamos los mismos valores y creencias sobre las cosas importantes en la vida, e incluso nuestro deseo de tener hijos: ella quería cuatro; yo, cinco. -Jeremy vaciló cuando vio la expresión de Lexie-. Sé que son demasiados hijos para los momentos que corren, pero era algo a lo que ambos estábamos acostumbrados; ella también provenía de una familia numerosa, -Realizó una pausa-. Al principio no sospechamos que hubiera ningún problema, pero al cabo de seis meses ella todavía no se había quedado embarazada, así que decidimos someternos a unas pruebas. Ella demostró ser fértil, pero yo no. No nos dieron ninguna razón, ninguna respuesta posible; tan sólo que es una de esas cosas que a veces suceden. Cuando ella lo supo, decidió divorciarse. Y ahora… Quiero decir, amo a mi familia, me encanta pasar los fines de semana con ellos, pero cuando estamos todos juntos, siempre pienso en la familia que jamás llegaré a tener. Sé que puede parecer extraño, pero supongo que deberías comprender lo importante que era para mí, lo mucho que deseaba tener hijos.

Cuando terminó, Lexie simplemente se lo quedó mirando, intentando encontrar el sentido a lo que él le acababa de contar.

– ¿Tu esposa te abandonó porque descubristeis que no podías tener hijos?

– No en ese mismo instante, pero más tarde sí.

– ¿Y los doctores no pudieron hacer nada?

– No. -Jeremy parecía avergonzado-. Tampoco es que dijeran que era totalmente imposible que yo engendrara un hijo, pero nos dejaron claro que había poquísimas posibilidades de que eso sucediera; vaya, que lo más probable era que nunca sucediera. Y eso fue la gota que colmó el vaso.

– ¿Y no os planteasteis adoptar a un niño, o encontrar un donante, o…?

Jeremy sacudió la cabeza.

– Sé que es fácil pensar que ella actuó de una forma desconsiderada, pero no fue así. Tendrías que conocerla para comprenderlo. Ella creció con el sueño de convertirse en madre. Sus hermanas estaban embarazadas, y ella también lo habría estado, tarde o temprano, de no ser por mí. -Clavó la mirada en el techo-. Durante mucho tiempo, me negué a aceptarlo. No podía creer que fuera estéril, pero lo era. Y sé que suena ridículo, pero después de esa experiencia, me sentí como si le faltara algo a mi masculinidad, como si no fuera digno de estar con una mujer.

Jeremy se encogió de hombros. Su voz iba adoptando un tono más amargo a medida que proseguía con su declaración.

– Es cierto; podríamos haber adoptado a un niño, o podríamos haber encontrado un donante. Le sugerí todas las posibilidades. Pero a ella no le atraía la idea. Deseaba quedarse embarazada, deseaba experimentar el maravilloso momento de ver nacer a su hijo, un hijo de ella y de su esposo. Después de eso, nuestra relación empezó a hacer aguas. Aunque no sólo fue por ella. Yo también cambié. Empecé a acusar cambios bruscos de humor… Empecé a viajar más a causa del trabajo… No lo sé… Quizá la alejé de mí inconscientemente.

Lexie lo observó durante un largo momento.

– ¿Por qué me cuentas esas intimidades?

Jeremy tomó un sorbo de su cerveza y volvió a juguetear con la etiqueta de la botella.

– Quizá sea porque quiero que sepas con quién te metes, saliendo con un tipo como yo.

Tras esas palabras, Lexie sintió cómo se sonrojaba irremediablemente. Entonces sacudió la cabeza y desvió la vista.

– No digas cosas que no sientes.

– ¿Qué te hace pensar que no lo siento?

62
{"b":"101273","o":1}