Литмир - Электронная Библиотека

Sin embargo, Alvin tenía razón. A pesar de lo preocupada que Lexie pudiera estar por Doris, su comportamiento por la mañana daba a entender que estaba buscando una excusa para alejarse de él. Una de dos, o bien ella lo amaba y pensaba que sería más fácil distanciarse de él ahora, o bien no lo amaba y no quería pasar más tiempo con él.

La noche pasada, Jeremy había creído que Lexie sentía por él lo mismo que él sentía por ella. Pero ahora…

Se lamentó de no haber podido pasar la tarde con ella. Deseaba escuchar lo que parecía angustiarla, para intentar aliviarla; quería abrazarla y besarla y convencerla de que hallarían la forma de que su relación funcionara, sin importar los sacrificios o esfuerzos que él tuviera que hacer. Anhelaba decirle que no podía imaginar su vida sin ella, que lo que él sentía por ella era simple y llanamente amor. Pero ante todo, quería comprobar que Lexie sentía lo mismo por él.

En la distancia, Alvin manipulaba la cámara y el trípode, enfocando hacia otro punto, perdido en su propio mundo e ignorando las vicisitudes que nublaban la mente de Jeremy. Este suspiró antes de darse cuenta de que poco a poco se había desplazado hasta el lugar donde Lexie desapareció la primera vez que la vio en el cementerio.

Dudó unos instantes, pero una idea fue tomando forma en su mente; entonces empezó a buscar por el suelo, deteniéndose a cada paso. Sólo necesitó un par de minutos para descubrir lo que buscaba. Ascendió por una pequeña colina y se detuvo delante de un arbusto de azalea silvestre. Aunque el área estaba rodeada por ramitas y troncos, Jeremy se dio cuenta de que alguien se había esmerado en mantenerla pulcra. Al arrodillarse, vio las flores que ella debía de haber llevado en su bolso, y de repente comprendió por qué ni Doris ni Lexie querían que la gente deambulara por el cementerio.

Bajo la tenue luz gris, Jeremy contempló las tumbas de Claire y James Darnell, preguntándose cómo no se le había ocurrido antes.

En el camino de vuelta del cementerio, Jeremy dejó a Alvin en el Greenleaf para que éste echara una siesta, y luego regresó a la biblioteca, ensayando lo que iba a decirle a Lexie.

Se fijó en que la biblioteca estaba más concurrida que de costumbre, al menos por la parte exterior. Había varios grupitos de gente que señalaban hacia el edificio y comentaban aspectos de la arquitectura, como si hubieran decidido iniciar la «Visita guiada por las casas históricas» con antelación. La mayoría exhibía el mismo folleto que Doris le había enviado a Jeremy, y algunas personas leían en voz alta las frases en las que se describían las propiedades únicas del edificio.

En el interior, el personal ya había empezado a prepararse. Un número de voluntarios se dedicaba a barrer y a quitar el polvo; otros dos repartían lámparas Tiffany adicionales, y Jeremy supuso que cuando empezara la gira oficial, apagarían las lámparas que pendían del techo para conferir a la biblioteca una atmósfera «más histórica».

Jeremy pasó por delante de la sala infantil, se fijó en que parecía menos abigarrada que el otro día y enfiló hacia las escaleras. La puerta de la oficina de Lexie estaba abierta, y se detuvo un momento para tomar aire antes de entrar. Lexie estaba agachada cerca de la mesa, ahora totalmente despejada de papeles. Al igual que el resto del personal de la biblioteca, estaba intentando poner orden en el enorme desorden de su despacho, colocando varias pilas de libros y de papeles debajo de la mesa.

– ¡Hola! -la saludó.

Lexie levantó la cara.

– Ah, hola -contestó al tiempo que se incorporaba y se alisaba la blusa-. Estoy intentando hacer que este lugar parezca un poco más presentable.

– Claro, con el fin de semana que tienes por delante…

– Sí, supongo que debería haberlo hecho antes -dijo, señalando hacia la sala-, pero supongo que he sufrido un caso serio de dilación.

Lexie sonrió, y a Jeremy le pareció incluso más bella ligeramente despeinada.

– Eso le puede pasar a cualquiera, no te preocupes -apuntó él, intentando animarla.

– Ya, quizá sí, pero a mí no.

En lugar de aproximarse a él, Lexie asió otra pila de libros y volvió a esconder la cabeza debajo de la mesa.

– ¿Qué tal está Doris? -preguntó Jeremy.

– Bien -respondió ella desde debajo de la mesa-. Como dijo Rachel, sólo está un poco cansada, pero mañana se habrá recuperado. -Lexie reapareció, y cogió otra pila de papeles-. Si tienes tiempo, podrías pasar a verla antes de marcharte. Estoy segura de que ella apreciará tu gesto.

Por un momento, él se limitó a observarla, pero cuando se dio cuenta de la implicación de lo que Lexie le estaba diciendo, dio un paso adelante hacia ella.

Haciendo gala de una gran agilidad, Lexie se colocó al otro lado de la mesa rápidamente, como si no se hubiera dado cuenta del movimiento de Jeremy, pero procurando mantener la mesa entre ellos dos.

– ¿Qué pasa? -le preguntó él.

Ella agarró otra pila de papeles.

– Estoy ocupada.

– Me refiero a qué es lo que pasa entre nosotros.

– Nada -contestó Lexie. Su voz era neutral, como si estuviera hablando del tiempo.

– Ni siquiera me miras a los ojos -objetó Jeremy.

Con esa declaración, finalmente Lexie levantó la vista y lo miró a los ojos por primera vez. Jeremy podía notar la hostilidad latente, aunque no estaba seguro de si ella estaba enfadada con él o consigo misma.

– No sé qué es lo que esperas que diga. Ya te lo he dicho: estoy ocupada. Aunque no lo creas, tengo que darme prisa para que todo esté a punto.

Jeremy la miró fijamente sin moverse; de repente se dio cuenta de que ella estaba buscando una excusa para iniciar una pelea.

– ¿Puedo ayudarte en algo? -se ofreció.

– No, gracias. -Lexie escondió otra pila de libros bajo la mesa-. ¿Qué tal está Alvin? -preguntó en un tono relajado.

Jeremy se rascó la coronilla.

– Ya se le ha pasado el berrinche, si a eso te refieres.

– Qué bien. ¿Habéis acabado el trabajo?

– Casi.

Lexie asomó la cabeza de nuevo, intentando transmitir la sensación de que estaba muy atareada.

– He vuelto a seleccionar los diarios para ti. Te los he dejado en la mesa de la sala de los originales.

Jeremy esbozó una sonrisa apagada.

– Gracias.

– Y si se te ocurre cualquier otra cosa que puedas necesitar antes de irte -añadió ella-, estaré aquí por lo menos una hora más. La visita empieza a las siete, así que deberías marcharte como máximo a las seis y media, porque después apagaremos las luces del techo.

– Pensé que la sala de los originales cerraba a las cinco.

– Bueno, ya que te marchas mañana, supongo que puedo hacer una excepción; por una vez no pasa nada.

– Y también porque somos amigos, ¿no?

– Claro. -Lexie sonrió automáticamente-. Porque somos amigos.

Jeremy salió del despacho de Lexie y se dirigió a la sala de los originales, pensando una y otra vez en la conversación que acababa de mantener con ella e intentando encontrarle el sentido. Su encuentro no había salido como él había planeado. Después del comentario final de Lexie, Jeremy había esperado que ella abandonase su actitud distante y se relajara, aunque en el fondo sabía que eso no iba a suceder. El encuentro no había ayudado a arreglar la situación entre ellos, más bien al contrario. Si Lexie parecía distante antes, ahora parecía mirarlo como si fuera un bicho radioactivo.

Aunque le preocupaba el comportamiento de Lexie, en cierta manera lo comprendía. Quizás ella no debería haberse mostrado tan fría, pero todo se debía a que él vivía en Nueva York y ella, en Boone Creek. El día anterior en la playa, había sido fácil fantasear sobre la posibilidad de que la relación entre ellos dos funcionara de forma mágica. Y Jeremy lo había creído. Ésa era la cuestión. Cuando dos personas se querían, siempre encontraban la forma de que su historia saliera bien.

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