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– Qué rapidez -dijo él.

– No ha sido difícil. Se publicó el día en que nací.

– Así que tienes veintiséis años, ¿no?

– Más o menos. Bueno, voy a ver qué encuentro.

Lexie se dio la vuelta y se dirigió hacia la puerta.

– ¿Veinticinco?

– Se acerca, señor Marsh. Pero no me apetece jugar.

Él soltó una carcajada. Definitivamente, iba a ser una semana muy interesante.

Jeremy puso toda su atención en el artículo y empezó a leer. Estaba escrito del modo que suponía: cargado de superchería y de frases sensacionalistas, con suficiente altanería como para sugerir que todo el mundo que vivía en Boone Creek era plenamente consciente de que el lugar era sumamente especial.

No obtuvo demasiada información nueva. El artículo cubría la leyenda original, narrándola prácticamente del mismo modo que Doris lo había hecho, con algunas ligeras variaciones. En el artículo, Hettie fue a ver a los comisionados del condado en lugar de al alcalde, y era oriunda de Luisiana, y no del Caribe. Lo más llamativo era que lanzó la maldición justo delante de la puerta del Ayuntamiento, lo que provocó enormes disturbios, y por ese motivo fue encarcelada. Cuando los guardias fueron a soltarla a la mañana siguiente, descubrieron que se había esfumado como por arte de magia. Después de ese incidente, el sheriff se negó a arrestarla de nuevo, porque temía que también maldijera a su familia. Pero todas las leyendas eran similares: historias que habían pasado de boca en boca y que habían sufrido ciertas alteraciones con el fin de hacerlas más sugestivas. Y tenía que admitir que la parte relativa a la desaparición de Hettie por arte de magia era interesante. Debería descubrir si realmente la habían arrestado y si se había escapado.

Jeremy echó un vistazo por encima del hombro. Todavía no había señales de Lexie.

Volvió a clavar la mirada en la pantalla y se preguntó si podría obtener más información de la que Doris le había contado acerca de Boone Creek. Movió la lámina de cristal que mantenía la microficha inmóvil, y empezó a escudriñar el nuevo artículo que acababa de aparecer ante sus ojos. Las cuatro páginas contenían las noticias de por lo menos una semana -el periódico salía cada martes-, y rápidamente se puso al día de todo lo que pasaba en el pueblo. Esos artículos locales eran francamente divertidos, a menos que uno quisiera saber lo que pasaba en el resto del mundo o deseara leer noticias con el suficiente interés como para mantener los ojos abiertos. Leyó la historia acerca de un joven que había pintado la fachada del edificio de la asociación de los Veteranos de Guerras en el Extranjero para lograr el derecho a convertirse en un Eagle Scout, un reportaje sobre la nueva tintorería que acababan de inaugurar en Main Street, y un resumen de una reunión local en la que el punto más destacado del orden del día había sido decidir si colocaban o no una señal de stop en Leary Point Road. La portada de dos días seguidos estaba dedicada a un accidente de tráfico, en el que dos habitantes de la localidad habían sufrido heridas leves.

Se arrellanó en la silla.

Así que el pueblo era tal y como lo había imaginado: adormilado y i tranquilo y especial en el sentido de las pequeñas comunidades, nada más que eso. Era la clase de lugar que continuaba existiendo más por la fuerza de la costumbre que por una cualidad específica y única, y que en las siguientes décadas empezaría a descomponerse poco a poco, cuando los jóvenes se marcharan y sólo quedara la gente mayor. Allí no había futuro, no a largo plazo.

– ¿Qué tal va la lectura sobre nuestro bonito pueblo? -preguntó ella.

Jeremy dio un respingo, sorprendido al no haberla oído mientras se le acercaba por detrás, y sintiéndose extrañamente melancólico a causa de la crítica situación que atravesaba el pueblo.

– Perfecto. Y debo admitir que es francamente interesante. Hay que tener agallas para hacer lo que hizo ese Eagle Scout.

– Jimmie Telson -apuntó ella-. La verdad es que es un muchacho encantador, muy correcto y un extraordinario jugador de baloncesto. Lo pasó muy mal cuando su padre murió el año pasado; sin embargo, no dejó de realizar sus obras sociales en la comunidad, aunque ahora combina esa labor con su trabajo a media jornada en Pete's Pizza. Estamos muy orgullosos de él.

– Ese mozalbete me ha impresionado.

«Ya, seguro», pensó ella al tiempo que sonreía.

– Aquí tiene -dijo Lexie, dejando una pila de libros delante de él-. Supongo que con esto tendrá suficiente para empezar.

Jeremy examinó la docena de títulos.

– Creí que habías dicho que podría empezar por los diarios. Estos libros son sobre historia general.

– Lo sé, pero supongo que querrá familiarizarse con el pueblo, ¿no?

Jeremy se quedó pensativo unos instantes.

– Sí, supongo que es lo más adecuado -admitió finalmente

– Bien. -Lexie se arremangó la manga del jersey con aire ausente-. Ah, y he encontrado un libro sobre historias de fantasmas que quizá le interese. Contiene un capítulo sobre Cedan Creek.

– Fantástico.

– Ahora lo dejaré tranquilo para que pueda empezar. Volveré de aquí a un rato para ver si necesita algo más.

– ¿No te quedas conmigo?

– No, ya se lo he dicho antes, estoy bastante ocupada. Puede quedarse aquí o sentarse en una de las mesas del área principal. Aunque preferiría que no sacara los libros de esta planta. No prestamos estas obras tan singulares.

– Entiendo -repuso él.

– Y ahora, si me disculpa, señor Marsh, me voy a trabajar. Recuerde que aunque la biblioteca está abierta hasta las siete, la sala de los originales cierra a las cinco.

– ¿Incluso para los amigos?

– No, mis amigos se pueden quedar todo el tiempo que quieran.

– Entonces, ¿nos vemos a las siete?

– No, señor Marsh, nos vemos a las cinco.

Jeremy se echó a reír.

– Quizá mañana me permitas quedarme hasta más tarde.

Ella enarcó una ceja sin contestar, y acto seguido se dirigió hacia la puerta.

– ¿Lexie?

– ¿Sí? -dijo al tiempo que se daba la vuelta.

– Gracias por tu inestimable ayuda.

Ella le ofreció una deliciosa sonrisa inocente.

– No hay de qué.

Jeremy se pasó las siguientes dos horas examinando con detenimiento la información referente al pueblo. Revisó los libros página por página, fijándose en las fotografías y leyendo las secciones que consideraba apropiadas.

Gran parte de la información cubría los primeros tiempos de la historia de la localidad, y se dedicó a anotar los comentarios que consideraba relevantes en el bloc de notas que tenía a mano. Obviamente, en ese momento no estaba seguro de qué datos eran más relevantes; todavía era demasiado pronto para saberlo, y por ese motivo pronto llenó un par de páginas con sus anotaciones.

Por su experiencia había aprendido que la mejor forma de analizar una historia como ésa era empezar por lo que sabía, así que… ¿qué era lo que sabía? Que el cementerio había estado en activo durante más de un siglo sin ninguna prueba de las luces misteriosas. Que las luces aparecieron por primera vez hacía cien años, y que desde entonces se podían ver con considerable frecuencia, pero sólo cuando había niebla. Que mucha gente las había visto, así que no era posible que fueran fruto de la imaginación de unos pocos iluminados. Y por último, que en esos momentos el cementerio se estaba hundiendo.

Después de un par de horas de trabajo intensivo, todavía no tenía claro por dónde empezar. Como en la mayoría de misterios, la historia parecía un rompecabezas con muchas piezas dispares. La leyenda, tanto si Hettie había lanzado la maldición sobre el pueblo como si no, era esencialmente un intento de unir algunas piezas con el fin de obtener una explicación comprensible. Pero puesto que la leyenda contenía en su base determinados datos falsos, eso significaba que no se estaban teniendo en consideración algunas piezas -fueran cuales fuesen-; lo cual, obviamente, quería decir que Lexie estaba en lo cierto. Tendría que leerlo todo para no perder ningún detalle importante.

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