Todas mis neuronas estaban sobrecargadas como un electrodoméstico de ciento diez en un enchufe de doscientos veinte. Jadeaba y sentía escocer las lágrimas en mis ojos. El genio de Tempe.
Gabby había colgado.
Me senté unos momentos inmóvil, sin pensar. Me sentía mareada.
Lentamente colgué el aparato. Cerré los ojos, busqué entre la selección musical y escogí una pieza, algo que me distendiera, y en voz baja y ronca tarareé la tonada.