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El recepcionista negó con la cabeza.

– Lo siento, no podemos facilitar el número de habitación de nuestros huéspedes.

Holly puso los ojos en blanco.

– Oiga, si soy amiga suya -explicó sonriendo con dulzura. El hombre le devolvió la sonrisa y volvió a negar con la cabeza. -Lo siento, pero es contrario a la política faci…

– ¡Escúcheme! -vociferó Holly, y hasta Denise dejó de gritar a su lado-. ¡Es muy importante que me lo diga!

El hombre tragó saliva y lentamente hizo un gesto de negación con la cabeza, al parecer demasiado asustado para abrir la boca. Por fin dijo:

– Lo siento pero…

– iAaagghh! -exclamó Holly con frustración, interrumpiéndolo otra vez.

– Holly-dijo Denise, apoyándole una mano en el brazo-, ¿qué sucede?

– ¡Necesito saber en qué habitación se aloja Daniel! -gritó, y Denise se quedó perpleja.

– Está en la tres cuatro dos -farfulló.

– ¡Gracias! -soltó Holly, enojada, sin saber por qué seguía gritando y echó a correr hacia los ascensores.

Holly recorrió a toda prisa el pasillo, arrastrando la maleta mientras comprobaba los números de las puercas. Cuando llegó a la habitación de Daniel, llamó furiosamente a la puerta y al oír unos pasos que se acercaban advirtió que no había pensado qué iba a decirle. Respiró hondo y la puerta se abrió.

Holly contuvo el aliento.

Era Laura.

– Quién es, cariño? -oyó preguntar a Daniel, y luego lo vio salir del cuarto de baño con una toalla diminuta enrollada a su cuerpo desnudo.

– ¡Tú! -exclamó Laura.

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