Holly lo miró a la cara para ver si estaba tomándole el pelo, pero sus ojos azules brillaron con inocencia.
– Vivir mi vida -contestó y se volvió para conectar la tetera eléctrica.
– ¿Serás capaz de hacerlo?
Daniel se acercó a Holly y ella olió su loción para después del afeitado. Aquel aroma era puro Daniel.
– Supongo que sí -contestó incómoda por sus preguntas.
– Lo digo porque entonces tendrás que tomar tus propias decisiones -agregó Daniel en un susurro.
– Ya lo sé -replicó Holly a la defensiva, evitando mirarlo a los ojos.
– ¿Y crees que serás capaz de hacerlo?
Holly se frotó la cara con expresión de cansancio. -Daniel, ¿a qué viene todo esto?
Daniel tragó saliva y se acomodó delante de ella.
– Te lo pregunto porque ahora voy a decirte algo y tú tendrás que tomar una decisión.
– La miró a los ojos y el corazón de Holly latió con fuerza-. No habrá ninguna lista, ninguna directriz, tendrás que guiarte por tu propio corazón.
Holly retrocedió un poco. El miedo le atenazó el corazón y confió en que no fuera a decirle lo que pensaba que iba a decirle.
– Daniel. No creo que éste sea… el mejor momento para… ¿No deberíamos hablar de…?
– Es un momento perfecto -dijo Daniel muy serio-. Sabes muy bien lo que voy a decirte, Holly, y me consta que también sabes lo que siento por ti.
Holly se quedó atónita y echó un vistazo al reloj. Eran las doce en punto.