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– Por supuesto. Pero tiene que ser muy difícil. Oh, qué horror.

– Volvió a taparse la cara con las manos, mostrándose consternada.

Holly sonrió y masculló:

– Sí, es difícil, pero, como ya te he dicho, tengo que ser positiva y seguir adelante. Por cierto, hablando de seguir adelante, más vale que vaya a reunirme con mis amigos -dijo cortésmente y se dirigió hacia ellos.

– ¿Estás bien? -le preguntó Daniel cuando se reunió con el grupo.

– Sí, muy bien, gracias -repitió Holly por enésima vez aquella noche. Miró a Jennifer, que se había reunido con sus amigas y hablaba sin quitar ojo a Holly y Daniel.

– ¡Ya estoy aquí! -anunció una voz desde la puerta. Holly se volvió y vio a Jamie, el juerguista, plantado en la entrada con los brazos en alto-. ¡He vuelto a ponerme mi traje de pingüino y estoy listo para la fiesta! -Dio unos pasos de baile antes de unirse al grupo, atrayendo las miradas de todo el mundo. Justo lo que deseaba. Hizo su ronda de saludos estrechando la mano de los hombres y dando un beso en la mejilla a las mujeres, aunque se equivocó «cómicamente» de gesto en un par de ocasiones. Al llegar a Holly, hizo una pausa y su mirada vaciló un par de veces entre ella y Daniel. Por fin estrechó con frialdad la mano de Daniel, besó rápidamente a Holly en la mejilla, como si estuviera enferma, y se alejó corriendo. Holly, muy enojada, intentó tragarse el nudo que se le había hecho en la garganta. Había sido muy grosero.

Su esposa, Helen, sonrió tímidamente a Holly desde el otro lado del grupo pero no se aproximó. A Holly no le sorprendió. Era obvio que les había costado demasiado conducir diez minutos calle abajo para visitarla después de la muerte de Gerry, así que tampoco esperaba que Helen diera los diez pasos que la separaban de ella para saludarla. Ignoró a la pareja y se puso a charlar con sus verdaderos amigos, aquellos que la habían apoyado durante el último año.

Holly se estaba riendo con una de las anécdotas de Sharon cuando notó que alguien le daba unos golpecitos en el hombro. Se volvió aún riendo y se encontró con Helen, que parecía apenada.

– Hola, Helen -saludó con tono alegre.

– ¿Cómo estás? -preguntó Helen en un susurro tocando a Holly en el brazo.

– Oh, muy bien -le respondió asintiendo con la cabeza-. Deberías escuchar esta historia, es muy divertida. -Sonrió y siguió pendiente de Sharon. Helen dejó la mano apoyada en el brazo de Holly y al cabo de un rato volvió a darle un golpe en el hombro.

– Quiero decir que cómo estás desde que Gerry… Holle renunció a escuchar a Sharon.

– ¿Desde que Gerry murió?

Comprendía que la gente a veces se incomodara en aquellas situaciones. A Holly también le ocurría de vez en cuando, pero consideraba que si eran ellos quienes sacaban el rema lo menos que podían hacer era ser lo bastante adultos como para mantener una conversación normal.

Helen hizo una mueca ante la pregunta de Holly. -Bueno, sí, pero no quería decir…

– No pasa nada, Helen. He aceptado que eso es lo que ocurrió.

– ¿En serio?

– Por supuesto -dijo Holly, frunciendo el entrecejo.

– Es que como hacía tanto que no te veía estaba comenzando a preocuparme…

Holly rió.

– Helen, sigo viviendo a la vuelta de la esquina de tu casa, mi número de teléfono sigue siendo el mismo y el de mi móvil también. Si tan preocupada estabas, podrías haberme localizado fácilmente.

– Sí, ya, pero no quería entrometerme… -Se interrumpió como si aquello explicara que no hubiese visto a Holly desde el funeral.

– Los amigos no se entrometen, Helen -puntualizó Holly cortésmente, aunque esperando que el mensaje hubiese llegado a su destinataria.

Las mejillas de Helen se ruborizaron levemente y Holly se alejó para contestar a Sharon.

– Guárdame un sitio a tu lado, ¿quieres? Tengo que ir al baño un momento otra vez -dijo Sharon.

– ¿Otra vez? -soltó Denise-. ¡Acabas de ir hace cinco minutos! -Verás, esto suele pasar cuando tienes a un bebé de siete meses apretandote la vejiga -explicó antes de dirigirse al lavabo caminando torpemente.

– En realidad no tiene siete meses, ¿verdad? -dijo Denise, torciendo el gesto-. Técnicamente tiene menos dos meses, porque de lo contrario significaría que el bebé tendría nueve meses al nacer y entonces celebrarían su primer cumpleaños al cabo de tres meses. Y normalmente los bebés ya caminan cuando cumplen el año.

Holly la miró con ceño.

– Denise,;por qué te torturas con pensamientos como ése? Denise se volvió hacia Tom e inquirió:

– Pero tengo razón, ¿verdad?

– Sí, cielo -contestó Tom, sonriendo con dulzura. -Gallina -dijo Holly en broma a Tom.

Sonó un timbre anunciando que era hora de sentarse en el comedor y la multitud comenzó a dirigirse hacia las mesas. Holly se sentó y puso su bolso nuevo en la silla de al lado para guardarle el sitio a Sharon. En aquel momento Helen se acercó dispuesta a sentarse.

– Perdona, Helen, pero Sharon me ha pedido que le guardara este sitio -explicó Holly educadamente.

– Bah, seguro que a Sharon no le importa-repuso Helen restándole importancia, y al sentarse en la silla aplastó el bolso nuevo de Holly. Sharon se dirigió a la mesa y se mordió el labio, un tanto molesta. Holly se disculpó señalando a Helen. Sharon puso los ojos en blanco, se metió dos dedos en la boca y fingió vomitar. Holly rió.

– Vaya, veo que estás animada -comentó Jamie a Holly, mostrándose muy poco impresionado.

– ¿Por qué no iba a estarlo? -replicó Holly con aspereza.

Jamie contestó con una respuesta ingeniosa que algunos comensales le rieron porque era «muy divertida», y Holly les hizo caso omiso. Ya no le parecía nada divertido, pese a que ella y Gerry habían sido de los que le reían todas las gracias. Ahora no hacía más que decir estupideces.

– ¿Estás bien? -preguntó Daniel en voz baja desde el otro lado.

– Sí, muy bien, gracias -contestó Holly, y bebió un sorbo de vino.

– Oye, no tienes por qué contestarme de esa manera, Holly. Soy yo. -Daniel rió.

– Todo el mundo está siendo muy atento dándome sus condolencias -se lamentó Holly, y bajó la voz hasta un susurro para que Helen no alcanzara a oírla-, pero me siento como si volviera a estar en su funeral, teniendo que fingir que soy toda fuerza y entereza pese a que algunos de ellos lo único que quieren es verme hecha polvo. Es algo espantoso. -Imitó a Jennifer y puso los ojos en blanco-. Y luego están los que no se han enterado de lo sucedido, y desde luego éste no es el mejor sitio para contárselo.

Daniel la escuchaba pacientemente. Asintió con la cabeza cuando por fin dejó de hablar.

– Entiendo lo que dices. Cuando Laura y yo rompimos, tuve la impresión de que fuera donde fuese siempre tenía que contárselo a la gente. Pero lo bueno es que al final se corre la voz y dejas de tener esas conversaciones tan incómodas.

– ¿Has tenido noticias de Laura, por cierto? -preguntó Holly. Disfrutaba criticando a Laura aunque no la conociera. Le encantaba que Daniel le contara historias de ella y luego pasar la noche hablando de lo mucho que la odiaban. Era un buen pasatiempo, y ahora Holly necesitaba cualquier pretexto que le evitara tener que hablar con la pesada de Helen.

– Pues sí, en realidad tengo un buen cotilleo -contestó Daniel con picardía.

– Fantástico, me encantan los cotilleos -dijo Holly, frotándose las manos con deleite.

– Bien, un amigo mío, que se llama Charlie y que trabaja de camarero en el hotel del padre de Laura, me contó que su novio intentó propasarse con una huésped del hotel y que Laura lo sorprendió, de modo que han roto. -Rió con malicia y los ojos le brillaron. Estaba encantado de que le hubieran partido el corazón.

Holly se quedó atónita porque aquella historia le resultaba familiar.

– Oye, Daniel, ¿cuál es el hotel de su padre?

– El Galway Inn. No es nada del otro mundo, pero está en una buena zona, en el paseo marítimo.

– Oh -musitó Holly, abriendo los ojos desorbitadamente.

– Sí. -Daniel rió-. Genial, ¿eh? Si alguna vez conozco a la mujer que les ha hecho romper, le compraré la botella de champán más cara que exista. Holly esbozó una sonrisa e inquirió:

– No me digas?

Más le valía comenzar a ahorrar. Holly estudió el rostro de Daniel con curiosidad, preguntándose cómo diablos era posible que Daniel alguna vez hubiese estado interesado por Laura. Holly habría apostado todo su dinero contra ellos dos como pareja, pues le parecía que ella no era su tipo, aunque en realidad no tenía idea de cuál era tal «tipo». Daniel era muy simpático y amable, mientras que Laura era… Bueno, Laura era una bruja. No se le ocurría una palabra mejor para describirla.

– Oye, Daniel. -Holly se remetió el pelo detrás de las orejas con ademán nervioso, preparándose para interrogar a Daniel sobre la clase de mujer que le gustaba. Él le sonrió con los ojos aún brillantes por la noticia de la separación de su ex novia y su ex amigo.

– Dime, Holly.

– Verás, me estaba preguntando una cosa. Laura da la impresión de ser un poco… En fin, una bruja, si quieres que te diga la verdad. -Se mordió el labio v observó atentamente la reacción de Daniel para ver si lo había ofendido. Él siguió mirando impertérrito las velas del centro de mesa-. Bueno -prosiguió Holly, consciente de que debía andar con pies de plomo para abordar el tema puesto que sabía de sobra que Laura había partido el corazón de Daniel-, lo que realmente quería preguntarte es qué viste en ella;Cómo es posible que alguna vez estuvierais enamorados? Sois muy diferentes. Al menos, por lo que cuentas, parecéis muy diferentes -corrigió enseguida al recordar que se suponía que ella nunca había visto a Laura.

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