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– Es obvio que no.

– Vamos, Declan -agregó Holly, suavizando el tono-. Sólo quiero comprender por qué pensaste que sería tan buena idea no decirme que nos estabas filmando.

– Pero si ya lo sabías -dijo Declan a la defensiva.

– ¡Para un documental sobre la vida nocturna de Dublín! -replicó Holly, alzando la voz contrariada con su hermano.

– Y fue sobre la vida nocturna -se burló Declan.

– Vaya, veo que te crees muy listo -le espetó Holly, y Declan dejó de reír. Holly contó hasta diez y respiró lentamente para dominar los deseos de sacudirle-. Ahora en serio, Declan -prosiguió en un susurro-, ¿no crees que ya tengo bastante con lo que estoy pasando ahora mismo como para preocuparme de esto también? ¿Y sin siquiera preguntármelo? ¡Te juro por mi vida que no entiendo por qué lo has hecho!

Declan se sentó en el sofá y, para variar, se puso serio.

– Ya lo sé, Holly, ya sé que has pasado por un infierno, pero pensé que esto te animaría. No mentí cuando dije que iba a filmar el club, porque eso era lo que tenía planeado hacer. Pero cuando llevé las cintas a la facultad para editarlas, todos dijeron que era tan divertido que no podía dejar de mostrárselo a la gente.

– Ya, pero es que salió por televisión, Declan.

– No sabía que ése era el premio, de verdad -dijo Declan, abriendo los ojos desorbitadamente-. ¡Nadie lo sabía, ni siquiera mis profesores! ¿Cómo iba a negarme después de ganar?

Holly se dio por vencida y se mesó el pelo.

– De verdad que creí que te gustaría. -Declan sonrió-. Incluso lo consulté con Ciara y hasta ella dijo que te gustaría. Siento haberte ofendido -murmuró finalmente.

Holly no paró de asentir con la cabeza mientras Declan le daba explicaciones, comprendiendo que sus intenciones habían sido buenas aunque equivocadas. De pronto dejó de moverse. ¿Qué acababa de decir? Se irguió en el asiento con expresión alerta.

– Declan, ¿has dicho que Ciara sabía lo que había en la cinta?

Declan se quedó inmóvil y se devanó los sesos, buscando la manera de deshacer el entuerto. Como no se le ocurrió nada, volvió a tirarse en el sofá y se tapó la cabeza con un cojín, consciente de que acababa de desencadenar la Ter cera Guerra Mundial.

– ¡No le digas nada, Holly! ¡Me matará! -musitó desde debajo del cojín. Holly saltó del sillón y subió echa una furia por la escalera, pisando con fuerza los escalones para que Ciara supiera que estaba muy enfadada. Mientras subía, fue gritándole y aporreó la puerta de su dormitorio.

– ¡No entres! -suplicó Ciara desde dentro.

– ¡Te has metido en un buen lío, Ciara! -exclamó Holly. Abrió la puerta e irrumpió en la habitación con expresión aterradora.

– ¡Te he dicho que no entraras! -gimoteó Ciara.

Holly se disponía a gritar toda clase de insultos a su hermana, pero se contuvo al ver a Ciara sentada en el suelo con lo que le pareció un álbum de fotos en el regazo y lágrimas rodándole por las mejillas.

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