– ¿Y tú sí? -replicó Daniel, sonriendo.
– Si lo dices por lo de antes, sí. -Y volvió a reír.
– Eh, no te preocupes, sólo significa que ahora hay más bebida para ti -dijo Daniel deslizando un vaso de chupito hasta su lado de la mesa.
– ¿Qué es esto? -Holly arrugó la nariz al olerlo.
Daniel la miró con una simpática sonrisa.
– Se llama un Bj. Deberías haber visto la cara del camarero cuando se lo he pedido. ¡Me parece que no sabía qué era!
– Oh, Dios -dijo Holly-. ¿Qué hace Ciara bebiendo esto? ¡Huele fatal! -Según ella, es fácil de tragar.
Ahora fue Daniel quien se echó a reír.
– Lo siento, Daniel, la verdad es que a veces se comporta de forma absurda. -Negó con la cabeza como dando a su hermana por imposible. Daniel miró más allá del hombro de Holly con aire divertido.
– Vaya, parece que tu amiga lo está pasando bien esta noche.
Holly se volvió y vio a Denise y al pinchadiscos abrazados junto al escenario. Saltaba a la vista que sus gestos provocativos habían surtido el efecto deseado.
– Oh, no, es ese horrible tipo que me obligó a salir del lavabo -refunfuñó Holly.
– Es Tim O'Connor de Dublín FM -explicó Daniel-. Somos amigos . Holly se tapó la cara avergonzada.
– Esta noche trabaja aquí porque el karaoke se ha emitido en directo en la radio -agregó Daniel, muy serio.
– ¿ Qué?
A Holly por poco le dio un infarto por vigésima vez en la misma velada. Daniel esbozó una amplia sonrisa y dijo:
– Es broma. Sólo quería ver qué cara ponías.
– Dios mío. No me des estos sustos -rogó Holly llevándose una mano al corazón-. Bastante horrible ha sido tener a toda esta gente aquí escuchándome, sólo faltaba que además me hubiese oído la ciudad entera.
Holly aguardó a que el corazón volviera a latir con normalidad mientras Daniel la miraba con picardía.
– Perdona que te lo pregunte pero, si tanto lo detestas, ¿por qué te inscribiste? -preguntó con aire vacilante.
– Verás, es que a mi marido se le ocurrió, con su increíble sentido del humor, que sería divertido'inscribir a su esposa, que es una negada para la música, en un concurso de canto.
Daniel rió.
– ¡Tampoco los has hecho tan mal! ¿Está aquí tu marido? -preguntó mirando alrededor-. No quiero que piense que estoy intentando envenenar a su esposa con este brebaje repugnante -agregó señalando el chupito con la barbilla.
Holly se volvió hacia la sala y sonrió.
– Sí, seguro que está aquí… En alguna parte.