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– Es probable que Gerry esté aquí, ¿sabes? -Y la miró con ojos llorosos. Pobre John, él también echaba de menos a su mejor amigo. Holly sonrió y echó un vistazo a la sala. John tenía razón. También podía sentir la presencia de Gerry. Sentía cómo la rodeaba con sus brazos y le daba uno de aquellos abrazos que tanto echaba de menos.

Al cabo de una hora, los cantantes por fin acabaron sus actuaciones y Daniel y el presentador se marcharon para hacer el recuento de votos. Todos los asistentes habían recibido una papeleta para votar al pagar la entrada en la puerta. Holly no se vio con ánimos de escribir su nombre en la suya, de modo que se la dio a Sharon. Estaba bastante claro que ella no iba a ganar, pero ésa no había sido su intención en ningún momento. Y si por casualidad ganaba, temblaba sólo de pensar en tener que volver a padecer aquel suplicio al cabo de dos semanas. No había aprendido nada con aquella experiencia, salvo que odiaba el karaoke aún más que antes. El vencedor del año anterior, Keith, había traído consigo a no menos de treinta amigos, lo que significaba que era el principal favorito, y Holly dudó mucho que los «admiradores» que tenía entre el público votaran por ella.

El pinchadiscos puso un patético CD de redobles de tambor cuando iban a anunciar los nombres de los ganadores. Daniel subió al escenario con su uniforme de chaqueta negra de piel y pantalones negros y fue recibido por los silbidos y los chillidos de las chicas. Para mayor inquietud de Holly, la que mas gritaba era Ciara. Richard parecía entusiasmado y cruzó los dedos, sonriendo a Holly. Un gesto muy tierno pero increíblemente ingenuo, pensó ella; saltaba a la vista que no había entendido bien las «reglas».

Se produjo un momento de bochorno cuando el disco del redoble se encalló y el pinchadiscos corrió a su equipo para apagarlo. Los ganadores se anunciaron sin apenas histrionismo, en medio de un silencio absoluto.

– Bien, quiero dar las gracias a todos los que han participado en el concurso de esta noche. Nos habéis brindado un espectáculo fantástico. -La última frase iba dirigida a Holly que, muerta de vergüenza, se escurrió en el asiento-. Atención, los dos concursantes que van a pasar a la final son… -Daniel hizo una pausa para conseguir un efecto dramático-: KKeith y Samantha! Holly saltó de alegría y bailó abrazada a Denise y Sharon. No se había sentido tan aliviada en toda la vida. Richard se mostró muy confuso y el resto de la familia la felicitó por su victorioso fracaso.

– Yo he votado a la rubia -anunció Declan, decepcionado.

– Sólo lo has hecho porque tiene las tetas grandes -se mofó Holly.

– Bueno, cada cual tiene el talento que tiene -convino Declan.

Al sentarse de nuevo, Holly se preguntó cuál tenía ella. Debía de ser una sensación maravillosa ganar algo, saber que tenías talento. Holly no había ganado nada en toda su vida; no practicaba deportes, no tocaba ningún instrumento y, ahora que se detenía a pensarlo, no tenía ningún hobby ni afición especial. ¿Qué pondría en su currículo cuando llegara el momento de salir a buscar trabajo? «Me gusta beber e ir de compras», no quedaría muy bien. Tomó un sorbo de su bebida con aire pensativo. A lo largo de su vida el único interés de Holly había sido Gerry. En realidad, lo único que había hecho era ser su pareja. ¿Qué tenía ahora? No tenía trabajo, no tenía marido y ni siquiera era capaz de cantar bien en un concurso de karaoke, y mucho menos ganarlo.

Sharon y John parecían enfrascados en una discusión acalorada, como de costumbre Abbey y Jack se miraban a los ojos con el arrobo de dos adolescentes enamorados, Ciara se estaba arrimando a Daniel y Denise estaba… Vaya, ¿dónde estaba Denise?

Holly echó un vistazo alrededor y la localizó sentada en el escenario, balanceando las piernas y haciendo poses provocativas para el presentador del karaoke. Los padres de Holly se habían marchado cogidos de la mano poco después de que su nombre no fuese anunciado como uno de los ganadores, con lo cual sólo quedaba… Richard. Richard estaba sentado en cuclillas al lado de Ciara y Daniel, contemplando la sala como un cachorro perdido y bebiendo sorbos de su copa cada pocos segundos como un paranoico. Holly se dijo que ella debía de haber presentado el mismo aspecto que él… una perdedora nata. Pero al menos aquel perdedor tenía una esposa y dos hijos que lo esperaban en casa, a diferencia de ella, que tenía una cita con un plato de comida preparada para calentar en un horno de microondas.

Holly se acercó y ocupó un taburete enfrente de Richard para trabar conversación con él.

– Lo estás pasando bien?

Richard levantó la vista de su copa, sorprendido de que alguien le hablara.

– Sí, gracias. Me estoy divirtiendo mucho, Holly.

Si cuando lo pasaba bien hacía aquella pinta, Holly prefería no saber qué aspecto tendría cuando se aburriera.

– Me ha sorprendido que vinieras, la verdad. Creía que éste no era tu ambiente.

– Bueno, ya sabes… Hay que apoyar a la familia-se excusó Richard, agitando su copa.

– ¿Y dónde está Meredith esta noche?

– Emily y Timothy-contestó Richard, como si aquello lo explicara todo. -

– ¿Trabajas mañana? -preguntó Holly.

– Sí -dijo bruscamente, y apuró la copa de un trago-. Será mejor que me marche. Has demostrado un gran espíritu deportivo esta noche, Holly. Miró torciendo el gesto a su familia, preguntándose si debía interrumpirlos para decirles adiós. Finalmente decidió que no. Se despidió de Holly con una inclinación de la cabeza y se largó, mezclándose entre el gentío.

Holly volvió a quedarse sola. Pese a lo mucho que deseaba coger el bolso y. marcharse a casa, sabía que tenía que resistir. En el futuro habría un montón de ocasiones en las que estaría sola de aquel modo, siendo la única soltera en compañía de parejas, y necesitaba adaptarse. No obstante se sentía fatal y enojada con los demás porque no le hacían caso. Se maldijo a sí misma por ser tan pueril. Sus amigos y la familia le habían brindado un apoyo formidable. Se preguntó si ésa había sido la intención de Gerry. ¿Pensó que le convenía pasar por una situación como aquélla? ¿Pensó que esto la ayudaría? Quizá tuviera razón, pues desde luego era una prueba muy dura. La obligaba a ser más valiente en más de un aspecto. Había subido a un escenario a cantar delante de cientos de personas, y ahora estaba sola en un club lleno de parejas . La rodeaban por todas partes. Fuera cual fuese el plan de Gerry, estaba viéndose obligada a ser más valiente sin contar con él. «Así que resiste», se dijo.

Sonrió al ver a su hermana cotorrear con Daniel. Clara no se parecía a ella en nada, era muy despreocupada y segura de sí misma, nunca daba muestras de preocuparse por nada. Que Holly recordase, Ciara nunca había conseguido conservar un empleo o un novio, su mente siempre estaba en otra parte, perdida en el sueño de visitar otro país lejano. Deseó parecerse a Ciara, pero ella era una persona muy hogareña, incapaz de imaginarse alejándose de su familia y sus amigos y abandonando la vida que se había erigido allí. Al menos nunca podría abandonar la vida que tuvo una vez.

Centró su atención en Jack, que seguía perdido en un mundo aparte con Abbey. También deseó ser un poco más como él. Jack adoraba su trabajo como profesor de escuela secundaria. Era el típico profesor enrollado de inglés que todos los adolescentes respetaban, y cada vez que Holly y Jack se topaban con uno de sus alumnos por la calle, éstos siempre lo saludaban con una gran sonrisa y un «¡Hola, profe!». Las chicas estaban prendadas y todos los chicos querían ser como él cuando fuesen mayores. Holly suspiró sonoramente y apuró su bebida. Estaba empezando a aburrirse.

Daniel la miró.

– Holly, ¿puedo invitarte a una copa?

– Eh, no, gracias, Daniel. Me iré a casa enseguida.

– ¡Vamos, Hol! -protestó Ciara-. ¡No puedes marcharte tan pronto! ¡Es tu noche!

A Holly no le parecía que aquélla fuese su noche. Más bien tenía la impresión de haberse colado en una fiesta en la que no conocía a nadie.

– No, estoy bien, gracias -aseguró a Daniel de nuevo.

– Ni hablar, te quedas un rato -insistió Ciara-. Tráele un vodka con Coca-Cola y para mí lo mismo de antes -ordenó a Daniel.

– ¡Ciara! -exclamó Holly, avergonzada ante la grosería de su hermana.

– ¡Eh, no pasa nada! -terció Daniel-. Yo me he ofrecido. -Y se dirigió a la barra.

– Clara, has sido muy grosera -dijo Holly.

– ¿Qué? Pero si no tiene que pagar, es el dueño de este puñetero sitio -contestó Ciara a la defensiva.

– Eso no significa que tengas derecho a exigirle copas gratis…

– ¿Dónde está Richard? -interrumpió Ciara.

– Se ha ido a casa.

– ¡Mierda! ¿Hace mucho rato? -Ciara saltó del taburete alarmada.

– No lo sé, unos cinco minutos. ¿Por qué?

– ¡Habíamos quedado en que me llevaría a casa!

Ciara amontonó los abrigos de los demás en el suelo en busca de su bolso.

– Ciara, no podrás alcanzarlo. Hace demasiado que ha salido.

– No. Verás como lo pillo. Ha aparcado muy lejos y tendrá que volver a pasar por esta calle para ir a su casa. Lo interceptaré por el camino. -Por fin encontró el bolso y echó a correr hacia la salida gritando-: ¡Adiós, Holly! ¡Has estado de pena! -Y desapareció por la puerta.

Holly se quedó otra vez sola. Genial, pensó al ver que Daniel regresaba a la mesa con tres bebidas, ahora no tendría más remedio que darle conversación.

– ¿Dónde está Ciara? -preguntó Daniel mientras dejaba los vasos en la mesa y se sentaba delante de Holly.

– Me ha pedido que te dijera que lo sentía mucho, pero que tenía que dar caza a mi hermano para que la llevara a casa. -Holly se mordió el labio. Se sentía culpable porque sabía de sobras que Ciara no había pensado en Daniel ni por un segundo mientras salía despavorida hacia la puerta-. Perdona que antes yo también haya sido tan grosera contigo. -De pronto se echó a reír. Luego añadió-: Dios, pensarás que somos la familia más grosera del mundo. Ciara es un poco bocazas, la mayoría de las veces no sabe lo que dice.

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