Литмир - Электронная Библиотека

– ¡Ruark, tú no eres un caballero! -exclamó indignada.

– ¿Esperabas encontrar un caballero en un calabozo?

– ¡Eres un grosero! -jadeó ella, tratando de apartar las manos de él.

Ruark rió suavemente y su respiración rozó el cuello de ella. -Soy nada más que un marido -replicó él- ardiente y bien dispuesto.

Shanna trató de alcanzar la ventanilla a fin de abrirla y gritar, pero él se lo impidió con firmeza. Ella se resistió con renovadas energías.

El le apoyó una mano sobre el pecho desnudo y ella trató de abofeteado pero él la detuvo a tiempo aferrándola con una mano de hierro, aunque sin causarle dolor. Shanna aspiró profundamente para gritar enfurecida pero él le tapó la boca con sus labios.

Shanna sintió que su cabeza empezaba a girar en un torbellino cada vez más rápido y trató de resistir la embriaguez que le producía el beso de Ruark.

– ¡Ruark! ¡Aguarda! -jadeó cuando él apartó un poco su boca.

Mientras tanto, los dedos de él se afanaban con las delicadas cintas de la camisa y dejaban los pechos de Shanna completamente ex puestos.

– Vamos, Shanna, amor mío, entrégate a mí ahora -murmuró él roncamente contra su cuello, y su cara bajó. Su boca pareció quemar el pecho de ella. Shanna Sintióse devorada por una llama abrasadora que la atravesó como un ardiente relámpago.

– Oh, Ruark -jadeó en un susurro-. Oh, no, por favor… -casi no podía respirar-. Oh, Ruark, basta…

El calor se difundió por su cuerpo hasta que su piel pareció resplandecer. Ahora tenía las manos libres pero sólo podía aferrar la cabeza de él y apretarla contra sus pechos. El se movió y ella lo sintió entre sus muslos, duro y caliente. Tenía los labios resecos y se los humedeció con la lengua. En un último y débil esfuerzo trató de protegerse de la ardiente virilidad de él..

– Oh, amor, amor mío -jadeó él, le tomó una mano y la llevó hasta su sexo-. Soy un hombre de carne y hueso. No, soy un monstruo, Shanna..

La besó nuevamente y su lengua insistió hasta que ella la recibió con la suya, primero con hesitación y después decidida, con pasión. El la apretaba contra el asiento de terciopelo.

¡Su cordura trataba de luchar contra esta locura! ¡Su pasión parecía susurrarle taimadamente: déjalo hacer!

Y él lo hizo. Primero, un dolor desgarrante, agudo, la hizo soltar una exclamación pero en seguida sintió muy profundamente una calidez que la hizo sollozar de placer. El empezó a moverse sin deJar de besarla, de acariciada, de amarla…

Súbitamente llegó desde afuera un grito de Pitney y la velocidad del carruaje cambió. Ruark soltó una maldición, levantó la cabeza y se percató de que estaban deteniéndose. Entonces oyó otra voz que respondía al grito de Pitney y la reconoció como la voz del tercer guardia, el que había quedado con el carromato prisión.

– ¡Ahhh, maldición! -exclamó Ruark lleno de frustración-.

¡Maldita perra tramposa! -Se apartó rudamente de ella y la empujó con violencia-. ¡Sabía que no cumplirías tu pacto!

Con mucha urgencia, Ruark empezó a poner en orden su ropa mientras la miraba con una mueca cargada de desprecio.

Shanna se encogió en su rincón y se tapó los oídos mientras él daba rienda suelta a su cólera con palabras quemantes. En la penumbra, sus ojos la miraron llenos de crueldad y parecieron quemarle los pechos suaves y temblorosos Y sus hermosos muslos, todavía desnudos.

– Cúbrete -gruñó despectivamente. y en seguida, con voz más dura, agregó-: ¿O quieres que los guardias tomen mi lugar?

Shanna se envolvió apretadamente con la capa como si quisiera protegerse de la mirada despreciativa Y penetrante de él.

Un segundo después la portezuela se abrió violentamente Y la negra boca de la enorme pistola de Pitney apuntó amenazadora al pecho de Ruark.

– Fuera.

En Ruark, todo se rebeló. Lo habían empujado, usado, enardecido, provocado, engañado y finalmente traicionado en un momento de lo más degradante. Un áspero rugido brotó de su garganta y antes de que nadie pudiera reaccionar, apartó la pistola con un violento puntapié y se arrojó, con los pies primero, contra el pecho de Pitney. La fuerza del ataque hizo que ambos cayeran sobre el lodo del camino. Los guardias dieron gritos de alarma.

– ¡Atrápenlo, o Hicks nos hará cortar las cabezas!

Shanna se estremeció cuando cayeron sobre él. Juramentos y gritos sofocados de dolor acompañaban a la lucha. Los guardias eran corpulentos, pesados y musculosos; Hicks los había elegido por, su fuerza a fin de asegurarse de que el prisionero volviera a su celda.-Cada uno superaba a Ruark en varios kilogramos y Pitney era más grande que cualquiera de ellos, pero Ruark demostró poseer amplios conocimientos de luchador y se resistió como un poseído.

Lograron dominarlo momentos más tarde y aun entonces él apenas estaba más golpeado que sus captores, dos de los cuales ahora lo tenían sujeto contra el barro entre sus rodillas mientras el tercero se apresuraba

a sujetarle las muñecas con las esposas.

Pitney observaba de pie y. trataba de limpiarse un poco de lodo de su capa. Se masajeaba un hombro como si le doliera y flexionaba un brazo. Cuando alzó la vista, se detuvo al ver la cara de Shanna iluminada por la linterna y siguiendo esa mirada los guardias también se detuvieron. El tercero se acercó y murmuró una humilde disculpa.

– Sentimos habernos demorado, señora, pero el carro se atascó en el barro cerca del estanque. De otro modo hubiéramos llegado antes, como usted quería. Ruark levantó lentamente la cabeza y la miró fijamente a los ojos. Tenía la cara magullada y manaba sangre de un ángulo de su boca.

La garganta de Shanna se contrajo convulsivamente. La joven se retrajo hacia las sombras del interior del coche y se cubrió la cara con el capuchón de su capa para no tener que soportar la mirada alucinada de Ruark.

– Si Dios Todopoderoso llegara a apiadarse de mí -gritó él con furia- me ocuparé de que se cumpla completamente nuestro pacto…

Su promesa fue silenciada por el golpe de un enorme puño. Shanna dio un respingo cuando oyó el golpe. Cuando pudo mirar otra vez, Ruark colgaba fláccidamente, sostenido por los guardias. Ellos terminaron de encadenarlo y lo arrojaron brutalmente dentro del carro. La puerta se cerró y el rostro ensangrentado de él apareció fugazmente en la pequeña ventanilla, hasta que también cerraron el postigo.

Shanna se hundió contra el mullido asiento y empezó a acomodarse la ropa con dedos temblorosos. Excepto el hecho de que había perdido su virginidad, sus planes se habían realizado de acuerdo con sus deseos. Pero le fue imposible sonreír con satisfacción. En cambio, ahora sentíase envuelta en un vacío abrumador y su traición le pesaba sobre la mente como un peso muerto. Su cuerpo joven ardía con una vehemencia que nunca había sentido antes, pero ahora no encontraba alivio para ello porque debajo de la capa que la envolvía sus brazos estaban dolorosamente vacíos.

La portezuela del carruaje fue, cerrada con suavidad y el peso de Pitney hizo que el coche se bamboleara ligeramente cuando él ocupó el asiento del cochero.

El carruaje se puso en movimiento. Cuando pasaron junto al carro prisión chapaleando, en el lodo y envueltos en las profundas tinieblas de la noche, de la caja con barrotes emergió un aullido desgarrante, casi inhumano, acompañado por los golpes repetidos contra la pesada puerta de madera. Súbitamente, Shanna creyó que. Ruark Beauchamp estaba loco.

Cerró con fuerza los ojos, se tapó los oídos con las manos. Pero la imagen de la cara golpeada y magullada de él seguiría grabada en su cerebro y nada podría borrarla.

18
{"b":"81754","o":1}