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Me acabé un plato repleto de lechuga picada, brotes, gramos de soja refritos y queso de cabra fundido, todo sobre un pan chapad, o sea una tostada sagrada, pasándolo con dos vasos de néctar de pina, coco y guava importado del sagrado desierto de Mojave. La cuenta fue nada menos que diez dólares y treinta y cinco centavos. Aquello explicaba las sonrisas.

Regresé a casa justo cuando Milo aparcaba un Matador color bronce, sin marcas de la policía.

– El Fiat murió al fin -me explicó-. He hecho que lo incineren y dispersen las cenizas sobre las plataformas petrolíferas marinas que hay frente a Long Beach.

– Te doy el pésame -tomé el historial de Bruno.

– Se aceptan contribuciones al pago del primer plazo de mi próximo trasto, preferiblemente a coronas de flores.

– Haz que el doctor Silverman te compre un coche.

– Estoy pensando cómo.

Me dejó leer unos minutos y luego preguntó:

– Entonces, ¿qué es lo que piensas?

– No se me ocurre nada genial. A Bruno lo mandó a ver a Handler el Departamento de Libertad Provisional tras su problema con los cheques sin fondos. Handler lo vio una docena de veces durante un período de cuatro meses. Cuando terminó el período de la libertad provisional, también terminó el tratamiento. Una cosa en la que me fijé es en que las notas de Handler acerca de él son relativamente benignas. Bruno fue uno de sus pacientes adquiridos más recientemente. En el momento en que inició su terapia, Handler estaba en su período más desagradable, y sin embargo no hay comentarios malévolos sobre él. Mira, aquí al principio, Handler le llama «un timador muy caradura» – pasé unas páginas-. Y un par de semanas más tarde Handler hace un comentario acerca de «la sonrisa de gato de Cheshire» de Bruno. Pero luego nada más.

– ¿Como si se hubieran hecho amigos?

– ¿Por qué dices eso?

Milo me entregó un trozo de papel.

– Toma. Mira esto.

Era un listado de la telefónica.

– Esto – señaló a un número de siete cifras rodeado por un círculo- es el número de Handler, el de su casa, no el de su oficina. Y este otro es el de Bruno.

Habían sido trazadas líneas entre los dos, como los lazos que cierran una bota de caña alta. Habían tenido montones de conexiones durante los últimos seis meses.

– Interesante, ¿eh?

– Mucho.

– Y aquí tienes algo más. Oficialmente, el forense dice que resulta imposible fijar el momento de la muerte de Bruno. El calor de dentro de la casa mandó al traste los cálculos basados en las tablas de descomposición… y con todos los palos que le han estado dando últimamente no se atreve a arriesgar el cuello y que quizá se lo corten si se equivoca. Pero uno de los chicos jóvenes de la oficina forénsica me dijo, extraoficialmente, que su suposición va de los diez a los doce días.

– Justo alrededor del momento en que asesinaron a Handler y Gutiérrez.

– O bien antes o justo después…

– Pero, ¿qué hay de los diferentes modos de operación?

– ¿Y quién te dice que la gente sea metódica, Alex? Francamente, hay otras diferencias entre ambos casos, aparte del modo en que fueron realizados. En el caso de Bruno parece que la entrada fue con reventón: hallamos ramas rotas bajo una ventana y marcas de una palanqueta en el marco… aquello antes fue la habitación de algún niño. Y el Departamento de Policía de Glendale cree que tienen dos tipos distintos de huellas de pisadas.

– ¿Dos? Entonces, quizá Melody sí que vio algo -Hombres oscuros. Dos o tres.

– Quizá, pero ya he abandonado esa línea de ataque. La niña nunca será una testigo fiable. En cualquier caso, a pesar de las discrepancias, parece que podríamos tener algo… el qué, no lo sé. Paciente y doctor, pruebas concretas de que mantuvieron algún tipo de contacto después de que hubiera terminado el tratamiento, ambos asesinados aproximadamente al mismo tiempo. Es demasiado, para ser simples coincidencias.

Estudió sus notas, pareciendo un profesor. Yo pensé acerca de Handler y Bruno y, de pronto, se me ocurrió.

– Milo, los roles sociales nos han impedido pensar correctamente.

– ¿De qué infiernos estás hablando?

– De los roles sociales… de los códigos de comportamiento prescritos. Como doctor y paciente. Psiquiatra y psicópata. ¿Cuáles son las características de un psicópata?

– La falta de conciencia.

– Justo. Y la imposibilidad de relacionarse con otra gente excepto a base de explotarlos. Los buenos tienen una fachada cuidada, atractiva, a menudo incluso son guapos. Habitualmente tienen una inteligencia superior a la normal. Manipulan sexualmente. Tiene predilección por meterse en timos, chantajes, fraudes.

Los ojos de Milo se abrieron mucho.

– Handler.

– Naturalmente. Hemos estado pensando en él como el doctor del caso y asumiendo su normalidad psicológica… su rol le ha protegido ante nuestros ojos. Pero examinémoslo más atentamente. ¿Qué es lo que sabemos de él? Estuvo involucrado en un fraude de seguros. Trató de chantajear a Roy Longstreth, usando su poder como psiquiatra. Sedujo al menos a una de sus pacientes, a Elaine Gutiérrez… ¿y quién sabe a cuántas más? Y todas estas notas maledicentes al margen de sus anotaciones… al principio pensé que eran una prueba de que se había quemado, pero ahora ya no sé. Fue algo muy frío, eso de pretender escuchar a la gente, aceptando su dinero, e insultándolos. Sus notas eran confidenciales, no esperaba que nadie las fuera a leer, así que en ellas podía mostrarlo todo, mostrar sus verdaderos colores. Milo, te digo que ese tipo se va pareciendo más y más al clásico psicópata.

– El doctor malvado.

– No es que sea una rara avis. Si pudo haber un Mengele, ¿por qué no docenas de Morton Handlers? ¿Qué mejor fachada para un psicópata inteligente que un título de doctor? Eso da un prestigio y credibilidad instantáneos…

– Un doctor psicópata y un paciente psicópata -lo rumió-. No amigos, pero sí compañeros en el crimen.

– Seguro, los psicópatas no tiene amigos, sólo víctimas y cómplices. Bruno debió ser un sueño hecho realidad para Handler, si éste estaba planeando algo y necesitaba la ayuda de alguien de su propia especie. Apostaría algo a que las primeras sesiones debieron ser increíbles, ambos unas hienas hambrientas, estudiándose el uno al otro, mirando por encima del hombro, olisqueando el terreno.

– Pero, ¿por qué Bruno en particular? Handler trató a otros psicópatas.

– Los otros eran demasiado bastos: pinches de cocinero, vaqueros, trabajadores de la construcción. Handler necesitaba a un tipo con buena apariencia y listo. Además, ¿cómo saber si alguno de esos tipos no fueron falsamente diagnosticados, de un modo deliberado, como ocurrió en el caso de Longstreth?

– Sólo por hacer de abogado del diablo por un momento… sucede que uno de esos tipos estudia leyes.

Pensé en ello por un momento.

– Demasiado joven. A los ojos de Handler era un punk endurecido. Dentro de algunos años, con un título y un barniz de sofisticación, quizá. Handler necesitaba a alguien estilo hombre de negocios para lo que trataba de llevar a cabo. A alguien realmente hábil. Y Bruno parece haberse ajustado perfectamente a sus necesidades: engañó a Gershman, que no es ningún tonto.

Milo se alzó y paseó por la habitación, pasándose los dedos por el cabello, creando una especie de nido de pájaro.

– Definitivamente me parece muy atractivo: el comecocos y el coco comido trabajando juntos en algo sucio – parecía divertido.

– No es la primera vez que sucede, Milo. Allá en el Este, hace unos años había un tipo… tenía muy buenas credenciales. Se casó con una hija de una familia muy rica y puso una clínica para los delincuentes juveniles… era en el tiempo en que aún los llamaban así. Usó las conexiones sociales de la familia de su mujer para organizar veladas de recogida de fondos para la clínica. Y, mientras corría el champán, los delincuentes juveniles estaban ocupados vaciando las casas de los asistentes a las fiestas. Al final lo atraparon con un almacén lleno de cristalerías y platería, pieles y alfombras. Y ni siquiera necesitaba aquellas cosas, lo estaba haciendo sólo por el reto que representaba. Lo mandaron a una de esas discretas instituciones en las hermosas colinas al sur de Maryland… y no me extrañaría que, en este momento, ya esté dirigiendo el establecimiento. El caso es que nunca llegó a los papeles, yo me enteré por los cotilleos profesionales, en las convenciones.

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