Литмир - Электронная Библиотека
Содержание  
A
A

En un principio, Bublanski tuvo sus dudas sobre Curt Svensson pero, seis meses más tarde, todavía seguía sin descubrir nada que motivara su crítica o su enojo. Más bien al contrario. Poco a poco Bublanski había empezado a tenerle cierto respeto a la discreta competencia de Curt Svensson.

El último miembro del equipo de Bublanski era Hans Faste, todo un veterano de cuarenta y siete años que llevaba quince de servicio en la brigada de delitos violentos. Faste constituía el motivo del descontento de Bublanski. Tenía el susodicho una cosa a favor y otra en contra. A su favor jugaba su amplia experiencia y sus tablas para abordar investigaciones complicadas. En su contra, Bublanski había tomado nota de que Faste era egocéntrico y de que tenía un burdo sentido del humor que podía importunar a cualquier persona de inteligencia normal y que molestaba mucho a Bublanski. Había en Faste alguna que otra actitud y ciertas características personales que, simplemente, a Bublanski no le gustaban. Pero, vale, de acuerdo: cuando se le ataba en corto resultaba un competente investigador. Además, Faste se había convertido en una especie de mentor para Curt Svensson, a quien no le parecía desagradar su tosquedad. Solían formar pareja durante las investigaciones.

A la reunión se había convocado también a la inspectora de guardia Anita Nyberg, para que informara de los interrogatorios mantenidos con Mikael Blomkvist durante la pasada noche, al igual que al comisario Oswald Mårtensson, quien debía dar cuenta de lo ocurrido in situ una vez recibido el aviso. Los dos estaban agotados y querían marcharse cuanto antes a casa para descansar. No obstante, Anita Nyberg ya se había hecho con unas fotos del lugar del crimen que circularon entre el grupo.

Tras treinta minutos de conversación ya tenían claro el desarrollo de los acontecimientos. Bublanski lo resumió:

– Con la reserva de que la investigación forense del lugar del crimen continúa en marcha, parece que ocurrió de la siguiente manera: un desconocido que ninguno de los vecinos ni otros testigos vieron entró en el apartamento de Enskede y mató a Svensson y Bergman.

– Seguimos sin saber si el revólver encontrado coincide con el arma homicida, pero ya se ha mandado al Laboratorio Nacional de Investigación Forense para que lo analicen -intervino Anita Nyberg-. Tiene máxima prioridad. También hemos hallado, relativamente intacto en la pared que da al dormitorio, un trocito de la bala que impactó en Dag Svensson. En cambio, la bala que alcanzó a Mia Bergman está tan fragmentada que dudo que nos sea útil.

– Muchas gracias, Anita. El Colt Magnum es uno de esos malditos revólveres de vaqueros que debería estar totalmente prohibido. ¿Tenemos el número de serie?

– Todavía no -dijo Oswald Mårtensson-. Mandé por mensajero el arma y el fragmento de bala al laboratorio desde allí mismo. Me pareció mejor que se encargaran ellos en vez de que yo empezara a toquetearla.

– Muy bien. Aún no he tenido tiempo de ir a ver el lugar de los hechos, pero vosotros dos habéis estado allí. ¿Cuáles son vuestras conclusiones?

Anita Nyberg y Oswald Mårtensson intercambiaron miradas. Nyberg le cedió la palabra a su colega de más edad.

– Para empezar pensamos que se trata de un solo asesino. Ha sido una verdadero ejecución. Me da la sensación de que es una persona que ha tenido un importante motivo para matar a Svensson y Bergman, y que obró con gran determinación.

– ¿Y en qué te basas para esa sensación? -preguntó Hans Faste.

– El piso estaba en orden. No se trató de un robo, ni de malos tratos, ni de nada por el estilo. Para empezar, sólo se dispararon dos tiros. Ambos alcanzaron su objetivo con gran precisión. En otras palabras, se trata de alguien que sabe manejar armas.

– Vale.

– Si echamos un vistazo al croquis… Lo hemos reconstruido de la siguiente manera: al hombre, Dag Svensson, le dispararon a una distancia muy corta; probablemente le pusieran el cañón en la cabeza. Hay quemaduras alrededor del orificio de entrada. Salió despedido contra la mesa del comedor; supuestamente fue a él a quien mataron en primer lugar. El asesino debía de estar en el umbral del salón o puede que se hubiera adentrado un poco.

– Vale.

La Chica Que Soñaba Con Una Cerilla Y Un Bidón De Gasolina - pic_3.jpg

– Según los testigos, los disparos se produjeron con un intervalo de muy pocos segundos. A Mia Bergman le dispararon a distancia. Lo más probable es que estuviera en la entrada del dormitorio y se diera media vuelta para alejarse y evitar el tiro. La bala le penetró por debajo de la oreja izquierda y le salió justo por encima del ojo derecho. El impacto la impulsó hasta el dormitorio, donde fue encontrada. Cayó contra los pies de la cama y, de ahí, al suelo.

– Un tirador experimentado -señaló Faste.

– Más que eso. Ni siquiera hay huellas que indiquen que el asesino entrara en el dormitorio para comprobar que la había matado. Sabía que no había fallado, se dio media vuelta y abandonó la casa. O sea, dos tiros, dos muertos y fuera. Además…

– ¿Sí?

– Sin adelantarme a la investigación forense, sospecho que el asesino ha empleado munición de caza. La muerte debe de haber sido instantánea. Las dos víctimas presentaban unas heridas espantosas.

Un breve silencio se instaló alrededor de la mesa. Era un tema que nadie del grupo deseaba recordar. Existen dos tipos de munición: las balas duras, completamente revestidas, que penetran en el cuerpo y causan daños relativamente modestos, y las balas blandas, que se expanden en el interior de la víctima y provocan daños descomunales. Hay una diferencia muy grande entre una persona alcanzada por una bala de nueve milímetros de diámetro y otra alcanzada por una bala que se expande hasta los dos centímetros, quizá tres, de diámetro. A este último tipo se le llama «munición de caza» y su objetivo es causar un desangramiento masivo, algo que se considera humano en la caza del alce, ya que ahí lo que se pretende es abatir a la presa de la manera más rápida e indolora posible. La munición de caza, por el contrario, está prohibida como armamento bélico por una ley internacional, puesto que el pobre que es alcanzado por una bala expansiva fallece inevitablemente, sea cual sea la parte del cuerpo afectada.

Sin embargo, hace dos años, la policía sueca -haciendo gala de su gran sabiduría- incorporó la munición de caza a su arsenal. El motivo exacto no quedó del todo claro. Lo que sí está claro, en cambio, es que si al famoso manifestante Hannes Westberg -que en 2001 fue herido en el abdomen durante los disturbios callejeros de Gotemburgo- le hubiesen disparado con munición de caza, no habría sobrevivido.

– Así que, en otras palabras, el objetivo era matar -dijo Curt Svensson.

Se refería a Enskede pero, al mismo tiempo, reconocía su postura en el silencioso debate que tenía lugar alrededor de la mesa.

Tanto Anita Nyberg como Oswald Mårtensson movieron la cabeza afirmativamente.

– Y luego está la secuencia cronológica -dijo Bublanski.

– Exacto. Después de efectuar los disparos, el asesino abandonó inmediatamente la casa, bajó las escaleras, tiró el arma y desapareció en la noche. Acto seguido -quizá estemos hablando de unos segundos- llegaron Blomkvist y su hermana en el coche.

– Mmm -murmuró Bublanski.

– Una posibilidad es que el asesino desapareciera por el sótano. Hay una entrada lateral que tal vez utilizara para salir al patio trasero, atravesar el césped y llegar a una calle paralela. Pero eso implica presuponer que tenía la llave de la puerta del sótano.

– ¿Hay algún indicio que induzca a pensar que el asesino se escapara por ahí?

– No.

– De modo que no contamos ni con una mínima pista -dijo Sonja Modig-. Pero ¿por qué tiró el arma? Si se la hubiese llevado -o si sólo la hubiese arrojado a cierta distancia del inmueble-, habríamos tardado bastante en encontrarla.

59
{"b":"112874","o":1}