Литмир - Электронная Библиотека
Содержание  
A
A

– Yo creo que a Dag le gustaría que publicáramos su material.

– Y eso es lo que vamos a hacer. El libro saldrá, por descontado. Pero la situación actual nos obliga a retrasar su publicación.

– ¿Y ahora qué? -preguntó Malin-. No se trata tan sólo de sustituir un artículo; es un número temático y tenemos que rehacer toda la revista.

Erika permaneció callada un rato. Luego esbozó la primera y fatigada sonrisa del día.

– ¿Habías pensado tener libre estas fiestas, Malin? -preguntó-. Olvídalo. Lo vamos a hacer así… Malin, Christer, tú y yo vamos a sentarnos a planificar un número completamente nuevo, sin Dag Svensson. A ver si podemos sacar algunos de los artículos que teníamos pensados para el número de junio. Mikael, ¿cuánto material te había dado ya Dag Svensson?

– Tengo la versión final de nueve de los doce capítulos y la penúltima del diez y del once. Dag iba a mandarme por correo la versión definitiva (voy a mirarlo), pero no tengo casi nada del último, el doce. Es donde iba a recapitular y sacar conclusiones.

– Pero ¿Dag y tú habíais hablado de todos los capítulos?

– Sé lo que pensaba escribir, si te refieres a eso.

– De acuerdo, tú ponte con los textos, tanto con los del libro como con los de los artículos. Quiero saber lo que falta y si podemos reconstruir cosas que a Dag no le hubiera dado tiempo a entregar. ¿Podrías hacer una estimación para hoy mismo?

Mikael le indicó que sí con la cabeza.

– También quiero que reflexiones sobre lo que vamos a decirle a la policía. Qué resulta inofensivo y dónde empezamos a arriesgarnos a violar la confidencialidad de las fuentes. Nadie de la revista dirá nada sin que tú lo hayas aprobado.

– Muy bien -dijo Mikael.

– ¿Crees en serio que la historia de Dag es el móvil de los asesinatos?

– O la tesis de Mia… no sé. Pero no podemos descartar esa posibilidad.

Erika Berger reflexionó un instante.

– No, tienes razón. Encárgate tú de eso.

– ¿Que me encargue de qué?

– De la investigación.

– ¿Qué investigación?

– Nuestra investigación, ¡joder! -Erika Berger alzó repentinamente la voz-. Dag Svensson era periodista y trabajaba para Millennium. Si fue asesinado a causa de su trabajo, quiero saberlo. Por lo tanto, vamos a indagar en lo que pasó. Tú te ocuparás de eso. Empieza repasando todo el material que Dag Svensson nos dio y reflexiona si ése puede ser el móvil.

Miró de reojo a Malin Eriksson.

– Malin, si me ayudas hoy a esbozar las líneas generales de un número completamente nuevo, Christer y yo nos encargaremos luego del trabajo duro. Como tú has colaborado muchísimo con Dag Svensson y en otros textos del número temático quiero que, junto a Mikael, sigas de cerca el desarrollo de la investigación policial.

Malin Eriksson asintió.

– Henry… ¿puedes trabajar hoy?

– Claro.

– Empieza llamando a todos los demás colaboradores de Millennium y ponlos al corriente. Luego telefonea a la policía para averiguar qué está pasando. Entérate de si va a haber una rueda de prensa o algo. Tenemos que estar al día.

– De acuerdo. Primero llamaré a los colaboradores y luego volveré a casa a ducharme y desayunar. Regresaré en cuarenta y cinco minutos, si no voy directamente a Kungsholmen.

– Estaremos en contacto a lo largo del día.

Un breve silencio se hizo en torno a la mesa.

– De acuerdo -dijo Mikael finalmente-. ¿Estamos?

– Supongo -respondió Erika-. ¿Tienes prisa?

– Sí. Debo hacer una llamada.

Harriet Vanger estaba tomando un desayuno compuesto por café y tostadas con queso y mermelada de naranja en el porche acristalado de la casa de Henrik Vanger, en Hedeby, cuando sonó su móvil. Contestó sin mirar la pantalla.

– Buenos días, Harriet -la saludó Mikael Blomkvist.

– Pero bueno, ¡qué sorpresa! Yo creía que tú nunca te levantabas antes de las ocho.

– Así es, siempre y cuando me haya acostado antes. Algo que no he hecho todavía.

– ¿Ha ocurrido algo?

– ¿No has oído las noticias?

Mikael le contó brevemente lo sucedido durante la noche.

– ¡Qué horror! -dijo Harriet Vanger-. ¿Cómo estás?

– Gracias por preguntar. Bueno, he tenido días mejores. Pero te llamo porque tú formas parte de la junta directiva de Millennium y debes estar al tanto de esto. Sin duda, algún periodista descubrirá que fui yo quien encontró a Dag y Mia, cosa que dará pábulo a ciertas especulaciones. Y cuando se filtre que Dag estaba trabajando para nosotros en lo que iba a ser una sensacional revelación empezarán a hacer preguntas.

– O sea, que he de estar preparada. De acuerdo. ¿Y qué les digo?

– Diles la verdad. Que estás informada de lo que ha ocurrido. Naturalmente, te encuentras en estado de shock debido a los brutales asesinatos, pero no conoces en detalle el trabajo de la redacción y, por lo tanto, no puedes comentar ninguna de las especulaciones. Investigar los asesinatos es cosa de la policía, no de Millennium.

– Gracias por avisarme. ¿Hay algo que pueda hacer?

– Ahora mismo no. Pero si se me ocurre algo, te llamaré.

– Bien. Y Mikael… mantenme informada, please.

Capítulo 13 Jueves de Pascua, 24 de marzo

A las siete de la mañana del jueves de Pascua, la instrucción del sumario del doble asesinato de Enskede ya se encontraba sobre la mesa del fiscal Richard Ekström. El fiscal de guardia de esa noche, relativamente joven e inexperto, se había dado cuenta de que los crímenes de Enskede se salían de lo común. Llamó y despertó al fiscal provincial adjunto, quien, a su vez, llamó y despertó al adjunto del jefe provincial de la policía. De común acuerdo, decidieron pasarle la pelota a un celoso y experimentado fiscal. Su elección recayó sobre Richard Ekström, de cuarenta y dos años.

Richard Ekström era delgado, atlético, y medía un metro y sesenta y siete centímetros. Tenía el pelo rubio, ralo, y perilla. Siempre iba inmaculadamente vestido y, debido a su reducida estatura, llevaba unos zapatos con alzas. Inició su carrera profesional como fiscal adjunto en Uppsala, desde donde fue llamado por el ministerio de Justicia para participar en la adaptación de la legislación sueca a la de la UE, y su labor fue tan buena que durante un tiempo trabajó como jefe de departamento. Llamó la atención con un estudio sobre las carencias organizativas de la seguridad jurídica en el que -en vez de exigir más recursos, como ciertas autoridades policiales reclamaban- abogaba por una mayor eficacia. Tras cuatro años en el ministerio de Justicia, pasó al ministerio fiscal de Estocolmo, donde se ocupó de numerosos casos relacionados con llamativos robos o delitos violentos.

Dentro de la Administración se suponía que era socialdemócrata, pero, en realidad, Ekström no tenía el menor interés por los partidos políticos. Empezó a despertar cierta atención mediática, y en los pasillos del poder comenzaron a fijarse en él. Se trataba, sin lugar a dudas, de un buen candidato para ocupar cargos importantes, y, gracias a su supuesta vena ideológica, disfrutó de una amplia red de contactos en ámbitos tanto políticos como policiales. Entre los policías, las opiniones sobre la capacidad de Ekström estaban divididas. Los informes que realizó para el ministerio de Justicia no habían favorecido, precisamente, a aquellos círculos policiales que defendían que la mejor manera de garantizar la seguridad jurídica era reclutando más policías. Pero, por otra parte, Ekström se había distinguido por no andarse con chiquitas cada vez que llevaba un caso a juicio.

Cuando Ekström recibió el apresurado informe de la policía criminal sobre los acontecimientos ocurridos en Enskede la noche anterior, constató inmediatamente que se hallaba delante de un asunto que causaría un gran revuelo en los medios de comunicación. No se trataba de un asesinato cualquiera. Los dos muertos eran una criminóloga que estaba preparando su tesis doctoral y un periodista. Esta última palabra que odiaba o amaba, dependiendo de la situación.

57
{"b":"112874","o":1}