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Paseó unas cuantas manzanas hasta una pizzería, donde pidió una hawaiana y se sentó en un rincón a leer los periódicos vespertinos. Poco antes de las nueve pilló un caffè latte en Pressbyrån y regresó al edifìcio. El apartamento seguía a oscuras. Entró en la escalera y se sentó en el rellano del trastero, desde donde veía la puerta de la vivienda de Per-Åke Sandström un piso más abajo. Mientras esperaba se tomó el café.

El inspector Hans Faste logró, por fin, localizar a Cilla Norén -veintiocho años y líder de la banda satánica Evil Fingers- en el estudio de Recent Trash Records, ubicado en una nave industrial de Älvsjö. Supuso todo un choque cultural de más o menos las mismas proporciones que el primer encuentro entre los portugueses y los indios caribeños.

Tras varios intentos fallidos en la casa de los padres de Cilla Norén, Faste consiguió, con la ayuda de la hermana, averiguar que estaba en el estudio donde, según la información recibida, «colaboraba» en la producción de un Cd de la banda Cold Wax de Borlänge. Faste no había oído hablar del grupo, pero tuvo oportunidad de comprobar que estaba compuesto por unos chavales que rondaban los veinte años. Nada más entrar en el pasillo que daba al estudio, le recibió un espantoso estruendo que le cortó la respiración. Observó a Cold Wax a través de un cristal y aguardó hasta que se abrió un hueco en la cortina de ruido.

Cilla Norén tenía el pelo largo, de color azabache con mechas rojas y verdes, y usaba maquillaje negro. Estaba algo entrada en carnes, pero llevaba un jersey corto que dejaba su barriga al descubierto con un pirsin en el ombligo. Lucía un cinturón de remaches a la altura de la cadera. Parecía un personaje recién salido de una película francesa de terror.

Faste enseñó su placa y pidió hablar con ella. Cilla estaba masticando chicle mientras lo observaba escépticamente. Al final señaló una puerta y lo condujo a un cuartito que había para tomar café, donde Faste estuvo apunto de tropezar con una bolsa de basura que alguien había dejado justo al lado de la entrada. Cilla Norén llenó de agua una botella de plástico, se bebió más o menos la mitad, se sentó a una mesa y encendió un cigarrillo. Fijó sus ojos azul claro en Hans Faste. De pronto, Faste no supo por dónde empezar.

– ¿Qué es Recent Trash Records?

Cilla parecía aburrida.

– Es una discogràfica que produce a nuevos grupos jóvenes.

– ¿Cuál es tu papel aquí?

– Soy técnica de sonido.

Faste se quedó mirándola.

– ¿Tienes formación para eso?

– No. Lo he aprendido por mi cuenta.

– ¿Da para ganarse la vida?

– ¿Por qué lo preguntas?

– Por nada, simple curiosidad. Supongo que has leído lo de Lisbeth Salander.

Asintió con la cabeza.

– Nos han informado de que tú la conoces. ¿Es cierto?

– Tal vez.

– ¿Es cierto o no?

– Depende de lo que estés buscando.

– Estoy siguiendo la pista de una loca, que además es una triple asesina. Quiero información sobre Lisbeth Salander.

– No sé nada de ella desde el año pasado.

– ¿Cuándo la viste por última vez?

– Durante el otoño de hace dos años. En el Kvarnen. Solía ir por allí, pero luego desapareció.

– ¿Has intentado contactar con ella?

– La he llamado al móvil varias veces. El número ya no existe.

– ¿Y no sabes dónde localizarla?

– No.

– ¿Qué es Evil Fingers?

Cilla Norén parecía entretenida.

– ¿No lees los periódicos? -¿Por qué?

– Porque dicen que somos un grupo de satánicas.

– ¿Y es así?

– ¿Tengo yo pinta de satánica?

– ¿Qué aspecto tiene una satánica?

– Bueno, no sé quién es más tonto, ¿los periódicos o la policía?

– Escúchame bien, señorita. Te he hecho una pregunta seria.

– ¿Si somos satánicas?

– Contéstame a la pregunta y déjate ya de tonterías.

– ¿Y cuál era la pregunta?

Hans Faste cerró los ojos un instante y recordó la visita que le hizo a la policía durante sus vacaciones en Grecia unos cuantos años atrás. Las autoridades griegas, a pesar de todos sus problemas, tenían una gran ventaja en comparación con las suecas. Si Cilla Norén se hubiese hallado en Grecia y hubiera mostrado la misma actitud, él la habría esposado y la habría golpeado tres veces con la porra. La miró.

– ¿Lisbeth Salander formaba parte de Evil Fingers?

– No lo creo.

– ¿Qué quieres decir?

– Probablemente Lisbeth sea la persona con menos oído para la música que he visto en toda mi vida.

– ¿No tiene oído?

– Sabe diferenciar una trompeta de una batería, pero su talento musical no va más allá.

– Te he preguntado si formaba parte del grupo Evil Fingers.

– Y yo acabo de contestarte. ¿Qué coño crees que era Evil Fingers?

– Cuéntamelo tú.

– O sea, que llevas una investigación policial leyendo los estúpidos artículos de la prensa.

– Contesta a la pregunta.

– Evil Fingers era un grupo de rock. Éramos una pandilla de chicas a las que les gustaba el rock duro y que tocaban para divertirse. Nos promocionamos con pentagramas y con un poco de sympathy for the Devil. Luego, todas dejamos la banda. Yo soy la única que sigue vinculada a la música.

– ¿Y Lisbeth Salander no estaba en el grupo?

– Ya te lo he dicho.

– Entonces ¿por qué afirman nuestras fuentes que Salander sí formaba parte?

– Porque tus fuentes son igual de tontas que los periódicos.

– Explícate.

– En el grupo, éramos cinco chicas y hemos seguido viéndonos de vez en cuando. Antes quedábamos un día por semana en el Kvarnen. Ahora se ha reducido a más o menos uno al mes. Pero mantenemos el contacto.

– ¿Y qué hacéis cuando os reunís?

– ¿Y qué crees tú que se hace en el Kvarnen?

Hans Faste suspiró.

– Así que os juntáis para beber alcohol.

– Solemos tomar unas cervezas. Y charlar. ¿Tú qué haces cuando ves a tus amigos?

– ¿Y cuándo entra Lisbeth Salander en toda esta historia?

– La conocí en la escuela de adultos, cuando yo tenía dieciocho años. Aparecía de vez en cuando por el Kvarnen y se tomaba una cerveza con nosotras.

– Entonces ¿Evil Fingers no ha de considerarse una organización?

Cilla Norén lo contempló como si él fuera de otro planeta.

– ¿Sois bolleras?

– ¿Quieres que te parta la cara?

– Contesta a la pregunta.

– No es asunto tuyo lo que somos.

– Déjalo. No puedes provocarme.

– ¿Oiga? Sí, mire, la policía afirma que Lisbeth Salander ha matado a tres personas y un agente se me ha presentado y me ha preguntado por mis preferencias sexuales… ¡Vete a la mierda!

– Oye, ¿sabes que te puedo detener por…?

– ¿Por qué? Por cierto, se me olvidó comentarte que estudio Derecho desde hace tres años y que mi padre es Ulf Norén, del bufete Norén y Knape. See you in court.

– Creía que trabajabas en la industria musical.

– Lo hago porque me gusta. ¿Piensas que puedo vivir de esto?

– No tengo ni la más remota idea de qué vives.

– Desde luego, no de ser una satánica lesbiana, si es eso lo que pensabas. Y si ése es el punto de partida que tiene la policía para cazar a Lisbeth Salander, ahora entiendo por qué no la habéis cogido.

– ¿Conoces su paradero?

Cilla Norén empezó a mecerse en la silla al tiempo que subía las manos ante ella.

– Siento su presencia… Espera, estoy comprobando mi capacidad telepática.

– Déjate de tonterías.

– Oye, ya te he dicho que llevo más de dos años sin saber nada de ella. No tengo ni idea de dónde se encuentra. ¿Quieres algo más?

Sonja Modig había encendido el ordenador de Dag Svensson y dedicó la tarde a hacer un inventario del contenido del disco duro y los archivos comprimidos. Se quedó hasta las once de la noche leyendo el borrador del libro de Dag Svensson.

Descubrió dos cosas. Dag Svensson era un escritor brillante que describía los mecanismos que regían el comercio sexual con una objetividad cautivadora. Ojalá pudiera haber dado una conferencia en la Academia de policía; sus conocimientos habrían constituido una aportación impagable a las enseñanzas recibidas. Hans Faste, sin ir más lejos, era una de las personas a las que los conocimientos de Dag Svensson le habrían resultado de gran utilidad.

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