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Además, debía buscar a un sustituto que pudiera hacerse con el timón de Millennium. Empezaba a ser urgente. Pensó en llamar a Christer Malm y discutir el asunto con él. Pero cayó en la cuenta de que no podía comunicárselo a él si se lo seguía ocultando a Mikael.

Mikael era un reportero brillante; sin embargo, como jefe sería un desastre. En ese aspecto Christer y ella se asemejaban mucho más, pero no estaba segura de que Christer fuera a aceptar la oferta. Malin era demasiado joven e insegura. Monika Nilsson, demasiado egocéntrica. Henry Cortez era un buen reportero; no obstante, se le antojaba extremadamente joven e inexperto. Lottie Karim parecía demasiado blanda. Y Erika no sabía si Christer y Mikael aceptarían reclutar a alguien de fuera.

Un embrollo de mil demonios.

No quería terminar así su etapa en Millennium.

El domingo por la noche, Lisbeth Salander decidió abrir el Asphyxia 1.3 y accedió al espejo del disco duro de «MikBlom/Laptop». Constató que él no estaba conectado a la red, así que dedicó un rato a repasar las novedades de los últimos días.

Leyó el cuaderno de bitácora de la investigación de Mikael y se preguntó si no lo estaría redactando con tanto detalle por ella; y si así fuera, qué quería decirle. Él estaba al tanto de que Lisbeth entraba en su ordenador y, por eso, la conclusión lógica era que él deseaba que ella leyera sus apuntes. Sin embargo, el quid de la cuestión residía en lo que no escribía. Ya que sabía que ella se colaba en su ordenador, tal vez estuviera omitiendo la información. Advirtió que -aparte de haber desafiado a Bublanski a un duelo sobre la inocencia de ella- no parecía haber avanzado mucho. Por alguna razón, eso la irritó; Mikael Blomkvist no basaba sus conclusiones en hechos, sino en sentimientos. «Qué tonto y qué ingenuo eres.»

Pero también había centrado su objetivo en Zala. «Bien hecho, Kalle Blomkvist.» Se preguntó si se habría fijado en Zala si ella no le hubiera enviado el nombre.

Luego, reparó con una ligera sorpresa en que Paolo Roberto había aparecido de pronto en escena. Una agradable noticia. De repente, Lisbeth sonrió. Ese chulo cabrón le caía muy bien; un macho de los pies a la cabeza. Paolo solía castigarla bastante cuando se veían en el cuadrilátero. Las pocas veces que acertaba, claro.

Luego, al desencriptar y leer el último correo de Mikael a Erika Berger, se incorporó súbitamente en la silla.

«Gunnar Björck, de la Säpo, tiene información sobre Zala.»

«Gunnar Björck conoce a Bjurman.»

Lisbeth desenfocó la vista y, mentalmente, trazó un triángulo. Zala. Bjurman. Björck. «Yes, that makes sense.» Nunca había visto el problema desde ese ángulo. Puede que, a fin de cuentas, Mikael Blomkvist no fuera tan tonto. Pero, por supuesto, él no entendía la historia del todo; ni ella misma la tenía clara, a pesar de tener un conocimiento de los sucesos muy superior. Pensó un rato en Bjurman y se dio cuenta de que el hecho de que conociera a Björck lo convertía en un elemento mucho más imprevisible de lo que se había imaginado.

Era más que probable que se viera obligada a realizar una visita a Smådalarö.

Más tarde, entró en el disco duro de Mikael y creó un nuevo documento en la carpeta «Lisbeth Salander» que bautizó como «Rincón del cuadrilátero». La próxima vez que Mikael encendiera su iBook lo descubriría.

1. Aléjate de Teleborian. Es malvado.

2. Miriam Wu no tiene absolutamente nada que ver en este asunto.

3. Haces bien en centrar tu objetivo en Zala. Él es la clave. Pero no lo encontrarás en ningún registro.

4. Hay alguna conexión entre Bjurman y Zala. No sé cuál, pero estoy en ello. ¿Björck?

5. Importante: hay un comprometedor informe de una investigación policial sobre mi persona que data de febrero de 1991. No sé el número de registro y no lo encuentro. ¿Por qué no lo ha filtrado Ekström a la prensa? Respuesta: no está en su ordenador. Conclusión: no lo conoce. ¿Cómo es posible?

Meditó un instante y luego añadió un párrafo.

P.S. Mikael, no soy inocente. Pero no he matado ni a Dag ni a Mia y no tengo nada que ver con sus asesinatos. Los vi aquella misma noche, poco antes de que se cometieran los crímenes. Cuando los mataron yo ya me había ido. Gracias por confiar en mí. Saluda a Paolo y dile que su gancho izquierdo es muy blandengue.

Continuó reflexionando un rato. Para una adicta a la información de su calibre, le reconcomía demasiado no saberlo con certeza. Así que añadió otra línea:

P.S. 2: ¿Cómo te enteraste de lo de Wennerström?

Mikael Blomkvist encontró el documento de Lisbeth unas tres horas después. Leyó la carta, línea a línea, por lo menos cinco veces. Al fin, hacía una declaración transparente: no había asesinado a Dag y Mia. La creyó y sintió un enorme alivio. Se había dignado a hablar con él, aunque crípticamente. Como siempre.

No se le escapó que sólo negaba los asesinatos de Dag y Mia y no mencionaba nada respecto a Bjurman. Mikael suponía que se debía a que él, en su correo, sólo se hubiera referido a Dag y Mia. Tras un momento de reflexión, creó «Rincón del cuadrilátero 2».

Hola, Sally:

Gracias por decir, por fin, que eres inocente. Yo confiaba en ti, pero incluso a mí me ha afectado todo ese ruido mediático y he llegado a tener mis dudas. Perdóname. Qué bien oírlo directamente de tu teclado. Ahora sólo nos queda descubrir al verdadero asesino; ya lo hemos hecho antes. Me facilitaría la labor que no fueras tan críptica. Supongo que lees el diario de mi investigación, así que ya sabes, más o menos, lo que estoy haciendo y lo que pienso. Creo que Björck sabe algo; volveré a hablar con él dentro de unos días. ¿Voy desencaminado con los puteros? Lo del informe de la investigación policial me desconcierta. Voy a poner a mi colaboradora Malin Eriksson a buscarlo. Tú tendrías ¿unos doce o trece años? ¿De qué iba la investigación?

Tomo nota de tu consejo sobre Teleborian.

M.

P.S. Tuviste un descuido en tu golpe a Wennerström. Yo ya sabía lo que habías hecho cuando estuvimos en Sandhamn esas Navidades, pero no te lo pregunté porque no comentaste nada. Y no pienso contarte cuál fue tu error a menos que quedes conmigo para tomar un café.

La respuesta llegó tres horas más tarde.

Olvídate de los puteros. El importante es Zala. Y un gigante rubio. Pero el informe de la investigación policial es interesante, porque parece que alguien quiere ocultarlo. No puede ser una casualidad.

El fiscal Ekström estaba de un humor pésimo cuando reunió a la tropa de Bublanski para los maitines del lunes. Las pesquisas que se habían efectuado, durante más de una semana, en pos de una sospechosa identificada con nombre y apellido, y con un peculiar aspecto físico, habían resultado infructuosas. El humor de Ekström no mejoró cuando Curt Svensson, que había estado de guardia durante el fin de semana, informó del desarrollo de los últimos acontecimientos.

– ¿Intrusión? -exclamó Ekström con sincero asombro.

– Un vecino llamó el domingo por la noche cuando, por casualidad, se dio cuenta de que habían cortado el precinto policial de la puerta de Bjurman. Fui allí a comprobarlo.

– ¿Y qué?

– La cinta había sido cortada por tres sitios. Todo apunta que fue con una cuchilla de afeitar o un cúter. Un trabajo muy bien hecho: no era fácil descubrirlo.

– ¿Un robo? Algunos ladrones se especializan en personas fallecidas…

– De robo nada. Registré el piso. Todos los objetos de valor, el vídeo y esas cosas, seguían allí. En cambio, la llave del coche de Bjurman estaba sobre la mesa de la cocina.

– ¿La llave del coche? -preguntó Ekström.

– Jerker Holmberg estuvo en la casa el miércoles para cerciorarse de que no se nos había pasado nada. Entre otras cosas, registró el coche. Jura y perjura que allí no había ninguna llave cuando abandonó el piso y lo precintó.

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