Cuando fui al edificio del colegio para buscar un baño, Zhusha me preguntó si Eva me parecía hermosa.
– Tal vez, pero eso me hace aún más pesimista sobre el matrimonio.
– ¿De veras? Mark parece amarla mucho.
– Los expertos matrimoniales dicen que amar de todo corazón a tu pareja no quiere decir serle fiel toda la vida.
En el baño había un cartel interesante de un bosque verde con un enorme signo de interrogación: "¿Cuál es la criatura más peligrosa del mundo?" Al salir del baño, Zhusha y yo al unísono contestamos:
– El ser humano.
En el entretiempo, tomamos gaseosas y bromeamos. Tuve la oportunidad de decirle a Mark unas palabras:
– Tu familia es muy adorable.
– Sí -dijo con neutralidad.
– ¿Quieres a tu esposa? -le pregunté en voz baja. No me gustan los rodeos, ser duro y directo a veces es un deleite, miraba a Mark sin muy buenas intenciones.
– ¿Te vas a poner celosa? -me devolvió la pregunta.
– Que ridículo, no soy tonta.
– Claro. -Me palmeó en el hombro y miró hacia otro lado saludando a un conocido, luego se giró para verme y sonrió. -Tú eres la doncella que canta en las noches, según una leyenda de mi país una sirena ronda en el Rin, ella se sienta en una gran roca y con su canto seduce a los marineros y los conduce a la muerte.
– Qué injusticia, ¿quién inició todo esto, tú o yo?
Se acercó Eva y abrazó a su marido, estiró el cuello y le dio un beso.
– ¿De qué hablan? -Sonreía con curiosidad.
– Ah, Cocó me contaba sobre un cuento nuevo -dijo Mark.
Dick vino a buscar a Zhusha antes del final del partido, vestía sencillo y elegante, se había arreglado el pelo con gel, tenía el jopo un poco inclinado encima de la frente. Pero en la mejilla izquierda tenía una herida extraña, al parecer se había lastimado, además parecía un corte con un arma filosa. Intercambiamos unas cuantas palabras, afortunadamente no me preguntó de los avances de mi novela, últimamente cuando me preguntaban sobre eso me ponía nerviosa.
– ¿Qué te pasó en la cara? -le pregunté señalando su marca en la cara.
– Me golpearon -respondió sin más. Abrí la boca, sentía que era muy extraño, ¿a quién pudo enojar tanto? Miré a Zhusha, me hizo una señal con la mano como si quisiera decir eso ya pasó, no hay que mencionarlo.
En mi cabeza repentinamente se prendió un foco, ¿habría sido la loca de Madonna? Ella misma dijo que no le importaba tanto, ¿habría sido capaz de buscar golpeadores para darle a su ex novio una buena lección? Si es así, ¡qué violenta!
En esos días Madonna no estaba en Shangai, armada con su tarjeta de crédito se había ido a Hong Kong para comprar enloquecida y vivir allá un tiempo. Hacía unos días por la noche me había llamado por teléfono y me había contado una cantidad de tonterías sobre cómo había ido a visitar al más famoso adivino de Hong Kong, Wang Banxian, quien le dijo que estaba pasando por una racha de mala suerte, que todo estaba de cabeza, nada le era favorable, y que era conveniente moverse hacia el sudeste, así que fue correcto ir a Hong Kong.
Zhusha y Dick iban a ir juntos a una local especializado para comprar pintura para las paredes. Dick la estaba ayudando a arreglar el departamento que ella se había comprado en Jardines de Ruixin. De acuerdo a eso planeaban pintar las paredes con una pintura al aceite de color marrón, con un toque antiguo, elegante y brillante que daba la sensación de estar a las orillas del Sena, era un producto típicamente francés que daba el aire de los salones de los años treinta. No eran muchas las tiendas que vendían esa pintura, habían oído que en Pudong había un negocio especializado. Ellos se fueron antes de que el partido terminara. Yo me quedé sola sentada al lado de la cancha hasta el final del partido, el equipo de Mark ganó.
Mark salió del vestidor con el pelo mojado, se había cambiado de ropa, y vino hacia nosotras. Eva y yo habíamos estado hablando sobre la naturaleza y la conciencia de las mujeres occidentales y las asiáticas y las similitudes y diferencias entre las culturas oriental y occidental. Ella consideraba que en occidente si la mujer tenía un poco de conciencia feminista era más respetada por los hombres. Le dije:
– ¿De verdad? -Y nuestra conversación terminó. Eva se dio vuelta y besó a su marido:
– Vamos juntos a dar un paseo, ¿qué les parece? -preguntó.
En los grandes almacenes Babaiban de Pudong, Eva sola subió por el ascensor hasta el departamento de artesanías del tercer piso para ver la porcelana y las sedas. Mark y yo nos sentamos en la cafetería de la planta baja a tomar café, de vez en cuando jugábamos con B.B.
– ¿La quieres?… perdón, mi pregunta no es apropiada, eso es asunto de ustedes. -Jugando con un terrón de azúcar miraba la columna de enfrente, pintada de beige y en la parte superior estaba decorada con dibujos, justo bloqueaba la vista de la gente que entraba y salía de la puerta.
– Es una mujer noble -dijo Mark evadiendo responder la pregunta. Con su mano sostenía la mano de su hijo.
– Todos somos nobles, incluyéndote a ti y a mí -me burlaba. Estos celos no correspondían a las reglas tácitas de la relación que sosteníamos. Estas reglas consistían en mantenerse ecuánime en cualquier situación y no mostrar celos ni sentimentalismos.
Hay un dicho que lo expresa muy bien: "Si te decidiste, hazlo; si lo hiciste, asume las consecuencias".
– ¿Qué piensas?-preguntó.
– Pienso en qué pasa con mi vida. Además pienso… si tú podrías lastimarme -lo miré-, ¿llegará ese día?
No dijo nada. De pronto me invadió una desesperación:
– Bésame -le dije en voz baja, me incliné hacia la mesa. Él dudó un poco sin mostrarlo y luego se acercó a la mesa, estiró el cuello y me estampó en los labios un beso húmedo y ardiente. Justo cuando nos separamos vi a Eva asomarse por la columna, sonreía, tenía en las manos muchas bolsas. Mark en un segundo asumió su postura normal, agarró las bolsas de las manos de su mujer, en alemán que yo no entendía bromeó con ella (pensé que le hizo una broma ya que ella se empezó a reír). Como una extraña miraba su mutua demostración de cariño, luego me despedí.
– Nos vemos el próximo fin de semana para la cena -dijo Eva.
Cuando me subía al ferry en el muelle para cruzar el río, el día se había oscurecido. Nubes grises se amontonaron encima de mi cabeza como un montón de trapos viejos. Sobre el agua turbia amarillenta del río flotaban envases de plástico, fruta podrida, colillas de cigarrillos y otras cosas. Se elevaban pequeñas olas, como la crema de un batido de chocolate, y la luz que se reflejaba en ellas me lastimaba los ojos. Detrás quedaba la zona de los altos edificios amalgamados del distrito financiero de Lujiazui, enfrente se levantaban las arrogantes y grandiosas construcciones del Bund. Un barco mercantil negro y viejo se asomaba a la izquierda, encima flotaba una bandera roja, todo se veía muy extraño.
Respiraba el aire fresco algo ácido mientras veía cada vez más cerca la orilla occidental del río. Tenía una sensación extraña, como si ya hiciera mucho tiempo que hubiera vivido esa imagen, el agua amarillenta, el aire melancólico, los barcos corroídos inclinados acercándose al muelle lejano. Eso es como cuando te acercas a un hombre, como tocar con el alma un nuevo mundo. Cerca, cada vez más cerca, pero tal vez nunca llegas en toda la vida o te acercas sólo para separarte para siempre.
Con mis lentes oscuros crucé la plataforma de acero y entré en la multitud de la calle Zhongshan oriental. De pronto me dieron ganas de llorar, sí, a todos de pronto nos dan ganas de llorar, hasta a Dios.
De repente empezó a llover, pero el sol aún brillaba encima de los edificios, poco a poco el sol escondió su brillo, un fuerte viento empezó a soplar. Me refugié en una oficina de correos, dentro había muchos como yo, escondiéndose de la lluvia. Un olor húmedo y fétido salía de sus cabellos, ropa y zapatos. Me consolaba pensando que aunque aquí apestaba era mucho mejor que en los campamentos de los refugiados en la frontera entre Kosovo y Albania. Las guerras son espantosas, tan pronto recuerdo las miles de desgracias que hay en el mundo me siento mejor. Una mujer joven y guapa como yo que además ha escrito un libro, ¡qué felicidad, qué alegría!