Ruth fue de un lado a otro de la suite, semidesnuda, hojeando el volumen para "leer en el avión" que Eddie le había dado. Estaba demasiado bebida para sumirse en La vida de Graham Greene, y ya había leído Sesenta veces en dos ocasiones
Cuando vio que la "lectura para el avión" parecía ser una especie de novela de suspense se sintió consternada. El título la desanimó de inmediato: Seguida hasta su casa desde el Circo de la Comida Voladora. Desconocía tanto al autor como a la editorial. Examinó más detenidamente los datos y vio que se trataba de una editorial canadiense
Incluso la foto de la autora era un misterio, pues la mujer había sido fotografiada de perfil y lo poco que podía verse estaba iluminado desde atrás. Además usaba sombrero, que sumía en la oscuridad el único ojo captado por la cámara. Todo cuanto podía verse de la cara era una nariz armoniosa, un mentón fuerte, un pómulo anguloso. El cabello, el poco que quedaba fuera del sombrero, podría ser rubio o gris, o casi blanco. Su edad era indeterminada
La fotografía resultaba exasperante, y a Ruth no le sorprendió saber que el nombre de la autora desconocida era un seudónimo. Una mujer que ocultaba la cara se inclinaría sin duda por un seudónimo. De modo que aquélla era la "lectura para el avión" ofrecida por Eddie. Incluso antes de abrir el libro, Ruth no estaba en absoluto impresionada. Y el comienzo de la novela no era mucho mejor que el juicio inicial de Ruth a partir de la cubierta. Leyó: "Una dependienta, que también trabajaba de camarera, fue hallada muerta en su piso de Jarvis, al sur de Gerrard. Era una vivienda al alcance de sus medios, pero gracias a que la compartía con otras dos dependientas. Las tres vendían sostenes en Eaton's"
¡Una novela policíaca! Ruth cerró el libro bruscamente. ¿Dónde estaba la calle Jarvis o ese Gerrard? ¿Qué era Eaton's? ¿Qué interés podía tener Ruth por unas chicas que vendían sostenes?
Por fin se quedó dormida, y, pasadas las dos de la madrugada, la despertó el timbre del teléfono
– ¿Estás sola? -le preguntó Hannah-. ¿Podemos hablar?
– Completamente sola -respondió Ruth-. ¿Por qué habría de hablar contigo? Traidora
– Sabía que te enfadarías. He estado a punto de no llamarte
– ¿Es eso una disculpa? -preguntó Ruth a su mejor amiga. Nunca había oído disculparse a Hannah
– Se presentó algo -susurró Hannah.
– ¿Algo o alguien?
– Es lo mismo -replicó Hannah-. Me llamaron de repente y tuve que irme de la ciudad
– ¿Por qué hablas tan bajo?
–
Prefiero no despertarle -dijo Hannah
– ¿Quieres decir que estás con alguien? -inquirió ¿Está ahí?
– Bueno, no -susurró Hannah-. He tenido que cambiar de habitación porque ronca. Jamás habría imaginado que roncara. Ruth no hizo ningún comentario. Hannah nunca dejaba de mencionar alguna intimidad relativa a sus compañeros de cama.
– Me decepcionó no verte allí -le confesó Ruth finalmente, pero mientras hablaba pensó que si Hannah hubiera asistido a la lectura, no le habría permitido quedarse a solas con Eddie. Éste le habría causado demasiada curiosidad…, ¡habría querido acapararlo!-. Pensándolo bien, me alegro de que no asistieras. Así he podido estar a solas con Eddie O'Hare
– Entonces todavía no te has acostado con Allan -susurró Hannah
– Lo más importante de esta noche era Eddie -afirmó Ruth-. Nunca había visto a mi madre tan claramente como puedo verla ahora
– Pero, Ruth, ¿cuándo vas a hacerlo con Allan? -quiso saber Hannah
– Probablemente cuando regrese de Europa -dijo Ruth-. ¿No quieres que te hable de mi madre?
– ¡Cuando regreses de Europa! -susurró Hannah-. ¿Cuándo será eso? ¿Dentro de dos o tres semanas? Dios mío, ¡puede que encuentre a otra antes de que vuelvas! Y tú también. ¡También tú podrías conocer a otro!
– Tanto si Allan como si yo conocemos a otra persona, siempre será mejor que no nos hayamos acostado -razonó Ruth, y tras plantearse esto, se dijo que temía más perder a Allan como editor que como marido
– Bueno, está bien; cuéntamelo todo de Eddie O'Hare -susurró Hannah
– Es amable, muy raro, pero ante todo amable
– Pero ¿es atractivo? -quiso saber Hannah-. Quiero decir si has podido imaginarle con tu madre. Era tan guapa…
– Eddie O'Hare es guapo, una monada -replicó Ruth.
– ¿Quieres decir que es afeminado? Cielo santo, no será gay, ¿verdad?
– No, no es gay, ni tampoco afeminado. Es muy sorprende la delicadeza de su aspecto
– Tenía entendido que es alto -comentó Hannah.
– Alto y delicado
– No acabo de imaginármelo…, parece raro
– Ya te he dicho que es raro -dijo Ruth-. Raro, amable y delicado. Y quiere a mi madre con verdadera devoción. ¡Vamos, se casaría con ella mañana mismo!
– ¿De veras? Pero ¿qué edad tiene ahora tu madre? ¿Setenta y tantos?
– Setenta y uno -dijo Ruth-. Y Eddie sólo tiene cuarenta y ocho
– Eso sí que es raro-susurró Hannah
– ¿No quieres que te hable de mi madre? -repitió Ruth.
– Espera un momento-le dijo Hannah. Dejó el teléfono y al cabo de un rato se puso de nuevo al aparato-. Creía que había dicho algo, pero sólo eran sus ronquidos
– Si no estás interesada, puedo decírtelo en otra ocasión -le dijo Ruth friamente, casi en el tono de voz que empleaba al leer en público
– ¡Pues claro que estoy interesada, Ruth! -susurró Hannah-. Supongo que has hablado con Eddie de tus hermanos muertos
– Hemos hablado de las fotografías de mis hermanos muertos -le dijo Ruth
– ¡Claro, era de esperar!
– Resultó extraño, porque cada uno de nosotros recordaba algunas fotos que el otro desconocía, y llegamos a la conclusión de que debíamos de haber inventado esas fotos concretas. También había otras que los dos recordábamos, y pensamos que ésas debían de ser las verdaderas. Creo que cada uno tenía más fotos inventadas que reales
– Tú, lo "real" y lo "inventado" -comentó Hannah-. Es tu tema favorito…
A Ruth le molestó la evidente falta de interés de Hannah, pero siguió diciendo:
– La foto en la que Thomas jugaba a ser médico y examinaba la rodilla de Timothy…, ésa, desde luego, era real. Y aquella en la que Thomas era más alto que mi madre y sostenía un disco de hockey entre los dientes…, ésa también la recordábamos los dos
– Recuerdo la de tu madre en la cama, con los pies de tus hermanos -dijo Hannah