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Pero Hannah coqueteaba con el padre de Ruth, y ésta se enojaba. Ruth sospechaba que Hannah lo hacía precisamente porque ella se enojaba. Y el padre de Ruth, que no conocía otra manera de comportarse con las mujeres, respondía al coqueteo

En una ocasión Hannah le hizo a Ruth la vulgar observación sobre lo atractivo que era su padre para las mujeres, y fue entonces cuando Ruth replicó: "Podías oír las bragas de las mujeres deslizándose hasta el suelo"

Cuando Hannah vio por primera vez a Ted Cole, le dijo a Ruth:

– ¿Qué es ese ruido? ¿Lo oyes?

Ruth no solía captar las bromas, y siempre tendía a creer que le hablaban completamente en serio

– ¿Qué ruido? -respondió Ruth, mirando a su alrededor-. No, no lo oigo

– Son mis bragas que se deslizan al suelo -le dijo Hannah. Esa frase se había convertido en un código secreto entre ellas. Cada vez que Hannah presentaba a su amiga uno de los muchos hombres con los que salía, si el hombre le gustaba a Ruth, ésta preguntaba a Hannah: "¿Has oído ese ruido?". Si Ruth no tenía interés por el hombre, como sucedía a menudo, decía: "No oigo nada. ¿Y tú?"

Ruth era reacia a presentar sus amigos a Hannah, porque ésta siempre decía: "¡Vaya ruido! Chico, ¿ha caído algo húmedo al suelo o sólo son imaginaciones mías?". (La humedad era un residuo en el vocabulario sexual de Hannah, que se remontaba a los tiempos de Exeter.) Y, en general, Ruth no solía estar orgullosa de los chicos con los que salía y no deseaba darlos a conocer. Tampoco se relacionaba con ellos el tiempo suficiente para que Hannah tuviera que conocerlos

Ahora, sin embargo, mientras Ruth estaba sentada en un taburete, soportando las miradas del tramoyista enamorado de sus pechos, así como la penosa presentación de su obra que realizaba Eddie (el pobre estaba atascado en su segunda novela), pensó de nuevo en lo exasperada que se sentía con Hannah porque iba a llegar tarde a la lectura, si es que llegaba a presentarse

No sólo habían hablado con entusiasmo sobre el próximo encuentro con Eddie O'Hare, sino que Ruth había mostrado un gran interés en que Hannah conociera al hombre con el que salía actualmente. Por una vez sentía la necesidad de saber qué opinaba Hannah. En muchas ocasiones había deseado que ésta se reservara su opinión. Y ahora, cuando la necesitaba, ¿dónde estaba? Sin duda jodiendo como una loca, como diría su amiga, o eso imaginaba Ruth

Exhaló un profundo suspiro. Era consciente del movimiento de ascenso y descenso de sus pechos, y de que el tramoyista idiota estaba absorto en ese detalle. De no ser porque Eddie seguía hablando monótonamente, hubiera oído el suspiro con que el joven lascivo respondió al suyo. Por puro aburrimiento, Ruth sostuvo la mirada del joven tramoyista hasta que él desvió los ojos. Tenía un atisbo de lo que llegaría a ser una perilla y un bigote que parecía una mancha de hollín. Ruth pensó que si descuidara su depilación, podría tener un bigote más espeso que el de aquel joven

Suspiró de nuevo, desafiando al lujurioso a que volviera a mirarla, pero el desaliñado joven se sentía de repente avergonzado de su actitud. Así pues, Ruth se concentró en mirarle, pero pronto perdió el interés. Los tejanos del tramoyista tenían un desgarrón en una rodilla, y probablemente eran los que prefería para presentarse en público. Algo que debía de ser restos de comida había dejado una mancha aceitosa en el pecho de su camiseta

La otra persona ante cuyo conocimiento Hannah había expresado casi idéntica emoción era el hombre con quien Ruth "salía" ahora. En realidad, pertenecía más bien a la categoría de acompañante en potencia, de "candidato a acompañante", como diría Hannah. El hombre que esperaba afianzar su relación con Ruth era el nuevo editor de la escritora, aquella misma persona tan importante de Random House que desagradaba a Eddie por su campechanía y el hecho de que nunca se acordaba de que ya le conocía

Ruth ya le había dicho a su amiga que aquél era el mejor editor de textos con el que había trabajado hasta entonces. jamás había conocido a un hombre con quien la comunicación y el entendimiento fuesen tan fluidos. Tenía la sensación de que no había nadie, con la posible excepción de Hannah, que la conociera tan bien. No sólo se distinguía por su franqueza y su vigor, sino que la estimulaba "en todos los buenos sentidos"

– ¿Cuáles son los "buenos" sentidos? -le preguntó un día Hannah

– Cuando le conozcas, lo verás -respondió Ruth-. Es también un caballero

– Es lo bastante mayor para serlo -comentó Hannah, que había visto una fotografía de aquel hombre-. Quiero decir que pertenece a la generación de la conducta caballerosa. ¿Cuántos años tiene más que tú? ¿Doce? ¿Quince?

– Dieciocho -dijo Ruth en voz baja

– Es un caballero, desde luego -afirmó Hannah-. ¿Y no tiene hijos? Señor, ¿qué edad tienen? ¡Podrían ser de tu edad!

– Su mujer no quiso tener hijos…, le asustaba tenerlos.

– Más o menos lo que te ocurre a ti, ¿no? -dijo Hannah.

– Allan quería un hijo, pero su esposa no -admitió Ruth.

– Entonces sigue queriendo un hijo -concluyó Hannah.

– Estamos hablando de ello

– Y supongo que todavía habla con la ex mujer -dijo Hannah en tono burlón-. Confiemos en que la suya sea la última generación de hombres que creen necesario seguir hablando con sus ex esposas. -La sensibilidad periodística de Hannah la llevaba a creer que todo el mundo debía responder a unas pautas de conducta acordes con la edad, la educación, el tipo. Era un razonamiento irritante, pero Ruth se mordió la lengua-. En fin -añadió en tono filosófico-, supongo que el sexo… ¿Ha ido bien?

– Todavía no nos hemos acostado -admitió Ruth

– ¿Quién está esperando?

– Los dos -mintió Ruth

Allan era paciente. Quien "esperaba" era Ruth. Temía tanto que la relación sexual con él no le gustara que andaba con dilaciones. No quería verse obligada a dejar de considerarle el hombre de su vida

– ¡Pero has dicho que te ha propuesto el matrimonio! -exclamó Hannah-. ¿Quiere casarse contigo y aún no habéis hecho el amor? Ésa no es siquiera una conducta generacional…, ¡es la conducta de su padre o incluso de su abuelo!

– Quiere que esté convencida de que no soy sólo otra de sus amiguitas

– ¡Todavía no eres una amiguita! -dijo Hannah

– Creo que es encantador. Está enamorado de mí antes de haberse acostado conmigo. Qué delicadeza, ¿no crees?

– Sí, es diferente -admitió Hannah-. Bueno, ¿y de qué tienes miedo?

– No tengo miedo de nada -mintió Ruth

– Normalmente no quieres que conozca a tus acompañantes -le recordó Hannah

– Éste es especial -dijo Ruth

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