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"Es un ratón que se arrastra entre las paredes", dijo su padre

"Tim lanzó un grito. No sabía qué era un ratón, y le asustaba la idea de un ser con pelaje espeso y húmedo, sin brazos ni piernas, arrastrándose entre las paredes. Además, ¿cómo algo así podía meterse entre las paredes?

"Pero Tom le preguntó a su padre si de veras sólo era un ratón.

"El padre golpeó la pared con la mano y oyeron cómo el ratón se escabullía

"Si vuelve", les dijo a Tom y a Tim, "sólo tenéis que golpear la pared"

"¡Un ratón que se arrastra Tom. "¡No era más que eso!"

"Se durmió enseguida, y su padre regresó a la cama y también se durmió, pero Tim se pasó toda la noche en vela, porque no sabía lo que era un ratón y quería estar despierto cuando la criatura que se arrastraba entre las paredes volviera a arrastrarse. Cada vez que creía oír al ratón moviéndose entre las paredes, Tim golpeaba la pared con la mano y el ratón se escabullía, arrastrando su espeso y húmedo pelaje, sin patas delanteras ni traseras

– Y éste… -le dijo Ted a Ruth, porque terminaba todos sus relatos de la misma manera

– Y éste es el final del cuento -concluyó la pequeña.

Cuando su padre se levantó del borde de la bañera, Ruth oyó el crujido de sus rodillas. Apagó la luz del baño de invitados, donde Eddie O'Hare no tardaría en pasar una absurda cantidad de tiempo, dándose largas duchas hasta que se terminaba el agua caliente o haciendo alguna otra cosa propia de los adolescentes

El padre de Ruth apagó las luces del largo pasillo, donde las fotografías de Thomas y Timothy se sucedían en una hilera perfecta. A Ruth, sobre todo aquel verano en que ella tenía cuatro años, le parecía que abundaban las fotografías de sus dos hermanos a la edad de cuatro años. Más adelante especularía con la posibilidad de que su madre hubiera preferido los niños de cuatro años a los de cualquier otra edad, y se preguntaría si ésa fue la razón de que su madre la abandonara al final del verano, precisamente cuando ella tenía cuatro años

Después de que su padre la acostara en la litera, Ruth le preguntó:

– ¿Hay ratones en esta casa?

– No, Ruthie, no hay nada que se arrastre entre nuestras paredes -respondió él

Pero la niña permaneció despierta después de que su padre le diera las buenas noches con un beso, y aunque el ruido que la había seguido desde su sueño no la siguió, o por lo menos no lo hizo esa misma noche, Ruth sabía ya que algo se arrastraba entre las paredes de la casa. Sus hermanos muertos no limitaban su residencia a aquellas fotografías. Se movían de un lado a otro, y era posible detectar en numerosos detalles su presencia fantasmal

Aquella misma noche, antes incluso de oír el tecleo de la máquina de escribir, Ruth supo que su padre seguía despierto y que no volvería a acostarse. Primero le oyó mientras se cepillaba los dientes, luego le oyó vestirse, el breve ruidito metálico de la cremallera al cerrarse, el taconeo de los zapatos

– ¿Papá? -le llamó.

– Dime, Ruthie.

– Quiero agua

En realidad no quería agua, pero le intrigaba el que su padre siempre dejara correr el agua hasta que salía fría. Su madre le servía el agua que empezaba a salir del grifo; estaba caliente y sabía como el interior de la cañería

"No bebas mucho o tendrás que hacer pipí", le decía el padre, pero la madre dejaba que bebiera cuanto le apeteciera, y a veces ni siquiera la miraba beber

– Háblame de Thomas y Timothy -le dijo Ruth a su padre al tiempo que le devolvía el vaso

Ted suspiró. En los últimos seis meses Ruth había mostrado un interés inagotable por el tema de la muerte, y no era difícil adivinar el motivo. Gracias a las fotografías, Ruth sabía distinguir a Thomas de Timothy desde los tres años. Sólo sus fotos de cuando eran pequeños la confundían alguna vez. Y sus padres le habían contado las circunstancias que rodeaban a cada imagen: si mamá o papá habían tomado esta foto, si Thomas o Timothy habían llorado. Pero que los chicos estuvieran muertos era un concepto que Ruth trataba de comprender desde hacía poco

– Dime -repitió a su padre-. ¿Están muertos?

– Sí, Ruthie

– ¿Y muertos significa que están deshechos? -inquirió Ruth.

– Bueno…, sí, sus cuerpos están deshechos -respondió Ted

– ¿Y están debajo de la tierra?

– Sí, sus cuerpos están bajo tierra.

– Pero ¿no se han ido del todo?

– Pues… no, mientras nosotros los recordemos -dijo su padre-. No se han ido de nuestros corazones ni de nuestras mentes

– ¿Es como si estuvieran dentro de nosotros?

– Algo así

Ésa fue toda la explicación que le dio su padre, pero era una respuesta más amplia que cualquiera de las de su madre, la cual jamás pronunciaba la palabra "muerto". Y ni Ted ni Marion Cole eran religiosos. Aportar los detalles necesarios para el concepto del cielo no era una opción en su caso, aunque cada uno de ellos, en otras conversaciones con Ruth sobre el mismo tema, se habían referido misteriosamente al firmamento y las estrellas, dando a entender que algo de los muchachos vivía en algún lugar que no era bajo el suelo en el que estaban sus cuerpos deshechos

– Entonces… -dijo Ruth

– Escúchame, Ruthie…

– Vale

– Cuando miras a Thomas y Timothy en las fotografías, ¿recuerdas las explicaciones de lo que estaban haciendo? -le preguntó su padre-. Quiero decir en las fotos. ¿Recuerdas lo que estaban haciendo en las fotos?

– Sí -respondió Ruth, aunque no estaba segura de recordar lo que hacían en cada una de ellas

– Bueno, pues… Thomas y Timothy están vivos en tu imaginación -le dijo su padre-. Cuando alguien se muere, cuando su cuerpo se ha deshecho, eso sólo significa que ya no podemos verlo. El cuerpo ha desaparecido

– Está debajo de la tierra -le corrigió Ruth

– No podemos ver más a Thomas y Timothy -insistió su padre-, pero no han abandonado nuestras mentes. Cuando pensamos en ellos, los vemos ahí

– Sólo se han ido de este mundo -dijo Ruth. (En general, repetía lo que había oído antes)-. ¿Están en otro mundo?

– Sí, Ruthie

– ¿Voy a morirme? -preguntó la niña de cuatro años-. ¿Estaré toda deshecha?

– ¡No hasta dentro de mucho, muchísimo tiempo! -respondió su padre-. Yo estaré deshecho antes que tú, e incluso yo tardaré muchísimo tiempo en deshacerme

– ¿Muchísimo tiempo? -repitió la niña.

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