Литмир - Электронная Библиотека
A
A

Pero Harry le dijo a Eddie que no se había retirado para buscar otro trabajo. Quería leer más, y también viajar, pero esto último sólo cuando Ruth estuviera libre para acompañarle. Y si Ruth, según decía ella misma, era "así así" como cocinera, Harry cocinaba mejor y disponía de tiempo para hacer la compra. Además, a Harry le ilusionaba hacer muchas cosas con Graham

Era exactamente lo que Hannah le había confiado en privado a Eddie: ¡Ruth se había casado con un ama de casa! ¿Qué escritor o escritora no querría contar con su propia ama de casa? Ruth había llamado a Harry su policía particular, pero el holandés era en realidad su ama de casa particular

Ruth entró con la cara y las manos frías y se calentó al lado de la olla, en la que el agua había empezado a burbujear.

– Tomaremos sopa de pavo toda la semana -le dijo Harry. Una vez fregados y recogidos los platos, Eddie se sentó con Ruth y Harry en la sala de estar, donde la pareja se había casado por la mañana, pero Eddie tenía la impresión de que Ruth y Harry se conocían desde siempre… y así iba a ser sin duda. Los recién casados ocuparon el sofá, Ruth con una copa de vino en la mano y Harry con una cerveza. Desde el piso de arriba les llegaba la voz de Hannah, que leía el cuento a Graham:

Era la víspera de Navidad, y en toda la casa no se movía nada, ni siquiera el ratón, pues, como todo el mundo en aquella vieja casa, el pobre ratón estaba en cama, aquejado de un fuerte resfriado, y sólo nuestra pequeña y valiente Madeline estaba levantada, iba de un lado a otro y se sentía la mar de bien

– Así es como me siento, la mar de bien -comentó Harry.

– Yo también -dijo Ruth

– Por la pareja afortunada -brindó Eddie O'Hare con su Coca-Cola Light

Los tres amigos alzaron los vasos. Proseguía la voz de Hannah, extrañamente placentera, que leía a Graham. Y Ruth volvió a pensar en lo afortunada que había sido al sufrir sólo un pequeño infortunio

Durante aquel largo fin de semana de Acción de Gracias, la pareja feliz sólo cenó una vez más con Hannah y Eddie, sus amigos desdichados

– Se están pasando el fin de semana follando, no es broma -le susurró Hannah a Eddie, cuando éste acudió a cenar el sábado por la noche-. ¡Te lo juro, me han invitado para que cuide de Graham mientras ellos se ponen las botas! No es de extrañar que no hayan ido de luna de miel, ¡ni falta que les hace! ¡Pedirme que fuese la dama de honor no ha sido más que una excusa!

– Puede que no sean más que imaginaciones tuyas -le dijo Eddie

Pero lo cierto era que Hannah se había visto colocada en una posición fuera de lo corriente, por lo menos desde su punto de vista. Se encontraba en la casa de Ruth sin novio, y era muy consciente de que si Ruth y Harry no estaban haciendo el amor a cada momento, evidentemente querían hacerlo

Además de preparar una ensalada de remolacha, Harry había hecho una sopa de pavo exquisita. También había horneado pan de maíz. Sorprendió a todos cuando persuadió a Graham de que probara la sopa, y el pequeño se la tomó junto con un emparedado de queso a la plancha. Todavía estaban cenando cuando se presentó la activa agente inmobiliaria de Ruth, acompañada por una mujer de aspecto severo a quien presentó como una "posible compradora"

La agente pidió disculpas a Ruth por no llamarla primero y concertar una cita, pero la posible compradora acababa de enterarse de que la casa estaba a la venta y había insistido en verla. Aquella misma noche tenía que regresar a Manhattan

– Para no encontrar caravana -dijo la posible compradora. Se llamaba Cándida, y su severidad procedía de la boca de labios finos y prietos, tanto que sonreír debía de resultarle doloroso, y la risa con semejante boca era ya impensable. Cándida podría haber sido en su juventud tan bonita como Hannah, pues todavía conservaba la esbeltez y vestía con elegancia, pero tenía por lo menos la edad de Harry, aunque parecía mayor. Además, daba la impresión de que le interesaba más evaluar a las personas reunidas en el comedor que visitar la casa

– ¿Por qué la venden? ¿Alguien se divorcia?

– En realidad acaban de casarse -dijo Hannah, señalando a Ruth y Harry-. Y nosotros nunca nos hemos divorciado… ni casado -añadió mientras indicaba a Eddie y a ella misma

Cándida dirigió una mirada inquisitiva a Graham. La respuesta de Hannah no daba ninguna explicación referente a la procedencia del niño, y Hannah, que miraba fijamente a la mujer de expresión adusta, decidió que no iba a explicarle nada

En el aparador, donde los restos de la ensalada atrajeron otra mirada desaprobadora de Cándida, había también un ejemplar de la traducción francesa de Mi último novio granuja, que tenía un gran valor sentimental para Ruth y Harry, pues consideraban Mon dernier voyou como un entrañable recuerdo de su enamoramiento en París. La mirada que Cándida dirigió a la novela implicaba también su desaprobación del francés. Ruth detestó a aquella mujer. Probablemente la agente inmobiliaria también la detestaba, y ahora se sentía un poco violenta

La agente, una mujer bastante corpulenta y que parecía gorjear cuando hablaba, volvió a pedir disculpas por haberles interrumpido la cena. Era una de esas mujeres que se dedican al negocio inmobiliario una vez sus hijos han volado del nido. Tenía una vehemencia aguda e insegura, unos deseos de complacer más propios de la interminable preparación de bocadillos de mantequilla de cacahuete y jalea que de vender o comprar casas. No obstante, por frágil que fuese su entusiasmo, no era fingido. Deseaba realmente que a todo el mundo le gustara todo, y como eso sucedía muy raras veces, la mujer tendía a sufrir repentinos accesos de llanto

Harry se ofreció para encender las luces del granero a fin de que la posible compradora pudiera ver el espacio dedicado a despacho en el primer piso, pero Cándida respondió que no estaba buscando una casa en los Hamptons porque deseara pasar el tiempo en un granero. Quería ver el piso superior, y lo que más le interesaba eran los dormitorios. Así pues, la agente acompañó a la señora escalera arriba. Graham, que se aburría, fue tras ellas

– Mi jodida ropa interior está en el suelo de la habitación de invitados -le susurró Hannah a Eddie

Éste podía imaginárselo; es más, ya se lo había imaginado. Cuando Harry y Ruth entraron en la cocina para preparar el postre, Hannah preguntó a Eddie en voz baja:

– ¿Sabes lo que hacen juntos en la cama?

– Puedo imaginármelo -respondió él-. No hace falta que me lo digas

– Él se dedica a leerle -susurró Hannah-. Eso puede durar horas. A veces es ella la que lee en voz alta, pero a él le oigo mejor.

– Creí que habías dicho que no paraban de joder

– Eso lo hacen de día. Por la noche, él lee en voz alta y ella le escucha…, es algo enfermizo -añadió Hannah

Una vez más, Eddie se sintió lleno de envidia y nostalgia.

177
{"b":"101308","o":1}