La mujer formaba con él una buena pareja profesional. Había empezado como agente uniformada, con la cabellera castaño rojiza, que le llegaba a los hombros y que desde entonces se había vuelto gris, recogida bajo la gorra. La sargento detective Margaret McDermid tenía habilidad para hablar con la gente y sonsacarles lo que sabían. Era una especie de aspirador que succionaba información
Fue el sargento Cahill quien encontró el hilo de sangre coagulada en un pliegue de la cortina de la ducha. Dedujo que el asesino se había tomado tranquilamente el tiempo necesario para ducharse después de haber matado a la dependienta y la había vestido con la camiseta de la hamburguesa voladora. El detective Cahill también encontró una mancha de sangre en el estante para el jabón de la ducha que el asesino había dejado allí al apoyar la mano derecha
La sargento detective Margaret McDermid habló con las compañeras de habitación e hizo algo que nadie había hecho hasta entonces, concentrarse en El Circo de la Comida Voladora. La detective estaba bastante segura de que el sospechoso principal sería un hombre a quien atraían especialmente las camareras vestidas con aquellas camisetas aladas, o por lo menos sería alguien que tenía un interés especial por una de ellas. Tal vez fuera un compañero de trabajo de la joven muerta, o un cliente habitual, a lo mejor un nuevo novio. Sin embargo, era evidente que la dependienta asesinada no conocía al asesino tan bien como creía
La distancia entre el restaurante y el piso de la camarera era excesiva para recorrerla a pie. Si el asesino la hubiera seguido a casa desde su lugar de trabajo para saber dónde vivía, habría seguido a su taxi en coche o en otro taxi. (Las compañeras de habitación confirmaron que la camarera asesinada siempre tomaba un taxi al salir de El Circo de la Comida Voladora.)
– Debió de haberse puesto perdido al vestir el cadáver con esa camiseta -comentó Cahill a su compañera
– De ahí que se duchara -dijo Margaret
Cada vez le gustaba menos el departamento de homicidios, pero no se debía a las observaciones innecesarias de Cahill, con quien simpatizaba bastante. Se decía que ojalá hubiera tenido una oportunidad de hablar con la dependienta asesinada
La sargento McDermid siempre se interesaba más por la víctima que por el asesino, lo cual no significaba que dar con el asesino no fuese gratificante para ella. Simplemente, le habría gustado tener la ocasión de decirle a la dependienta que no franqueara la entrada a cualquiera que llamase a su puerta. Margaret sabía que tales sentimientos eran inapropiados o por lo menos poco prácticos en un detective de homicidios. Tal vez estaría más a sus anchas en la sección de desaparecidos, donde existía alguna esperanza de encontrar a la persona antes de que se convirtiera en víctima
Margaret llegó a la conclusión de que prefería buscar víctimas en potencia en vez de asesinos. Cuando le confió a Cahill sus pensamientos, el sargento se mostró flemático: "Tal vez deberías solicitar el traslado a la sección de desaparecidos, Margaret", le dijo
Más tarde, ya en el coche, Cahill dijo que la visión de la hamburguesa cubierta de sangre había bastado para convertirle en vegetariano, pero Margaret no permitió que esa observación la distrajera. Ya se imaginaba en la sección de desaparecidos, buscando a alguien a quien salvar en vez de alguien a quien atrapar. Especulaba con que muchas de las personas desaparecidas serían mujeres jóvenes y que no pocos de los casos acabarían siendo homicidios
En Toronto, no solían encontrar a las mujeres secuestradas en la ciudad. Los cuerpos aparecían en algún lugar alrededor de la autopista 401, o bien, después de que el hielo se hubiera resquebrajado en la bahía Georgian y la nieve se hubiera fundido en los bosques, se descubrían los restos humanos cerca de la carretera 66, entre Parry Sound y Pointe au Baril, o más cerca de Sudbury. Tal vez un campesino encontrara algo en un campo, a lo largo de la Línea 11, en Brock. En Estados Unidos, en cambio, con frecuencia se encontraba a un secuestrado en la misma ciudad donde se había producido el secuestro, en un vertedero, por ejemplo, o en el interior de un coche robado. Pero en Canadá había enormes extensiones despobladas más atractivas para los autores de tales delitos
Algunas de las jóvenes desaparecidas se habían escapado de casa. Partían de la Ontario rural y con frecuencia acababan en Toronto, donde a muchas de ellas se las encontraba con facilidad. (A menudo caían en los ambientes de la prostitución.) Pero las personas desaparecidas que más interesaban a Margaret eran los niños. La sargento detective McDermid no había previsto que gran parte de su tarea en la sección de desaparecidos consistiría en examinar fotografías de niños. Tampoco había previsto hasta qué punto llegarían a obsesionarle esas fotos de niños desaparecidos
Las fotografías de cada caso se archivaban, los niños desaparecidos y pendientes de encontrar crecían, en el caso hipotético de que siguieran vivos; así pues, sus últimas fotografías disponibles dejaban de ser fidedignas y Margaret tenía que revisar mentalmente su aspecto. De este modo aprendió que, para tener éxito en la sección de personas desaparecidas, se necesitaba una buena imaginación. Las fotografías de los niños desaparecidos eran importantes, pero se trataba tan sólo de los primeros borradores, eran imágenes de unos niños sometidos a cambios constantes. La capacidad que el sargento compartía con los padres de los niños desaparecidos era un don realmente especial pero torturante: el de ver imaginariamente el aspecto que tendría un niño de seis años a los diez o doce, o cómo sería el adolescente cuando fuese veinteañero. Era "torturante" porque imaginar más crecido o incluso adulto del todo a tu hijo desaparecido es una de las cosas más dolorosas que suelen hacer los padres de esos niños. Los padres no pueden evitar hacer eso, pero la sargento McDermid descubrió que ella también tenía que hacerlo
Si por un lado ese don le era de gran utilidad en su tarea, por otro resultaba una carga en su vida. Los niños a los que no podía encontrar se convertían en sus hijos. Cuando la sección de personas desaparecidas archivaba el caso, se llevaba las fotos a casa
Dos chicos, en particular, la obsesionaban, dos estadounidenses que habían desaparecido durante la guerra de Vietnam. Sus padres creían que habían huido a Canadá en 1968, probablemente cuando era más intenso el flujo de "resistentes a la guerra de Vietnam", como les llamaban, que cruzaban la frontera. Por entonces los muchachos tendrían quince y diecisiete años. Al segundo le faltaba sólo un año para que le llamaran a quintas, pero una prórroga por estudios le habría mantenido a salvo por lo menos durante otros cuatro años. Su hermano menor había huido con él, pues los dos siempre habían sido inseparables
Lo más probable era que la huida del muchacho mayor enmascarase una profunda desilusión a causa del divorcio de sus padres. Para la sargento McDermid, ambos chicos eran más víctima del odio que existía entre sus padres que de la guerra de Vietnam
Fuera como fuese, el caso de los dos chicos ya no era objeto de investigación activa en la sección de personas desaparecidas. ¡Si los dos siguieran con vida, a aquellas alturas habrían llegado a la treintena! No obstante, ni sus padres ni Margaret habían "retirado" el caso