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Allí estuvo su error, señor Presidente León. En su afán de consolidar aprisita su poder nacido de elecciones (seamos claros, bastante turbias), usted derramó los beneficios, la adulación, las prebendas, los jugosos negocios, de un solo golpe. Quería ganarse aliados que lo legitimaran, sin considerar que otorgándolo todo no saciaría a una jauría que siempre quiere más.

Y ese más es el poder mismo.

Entonces usted, señor Presidente, se ha quedado sin cartas porque ya repartió toda la baraja. En cambio, como trató de seducir a tantos enemigos potenciales, perdió la oportunidad de cortarles la cabeza de cuajo. Resultado: a usted ya no lo quieren ni los amigos a los cuales les dio todo, ni los enemigos a los que les dio un poquito. Y usted mismo lo sabe.

– Hace unos minutos, era mi amigo. Bastó media hora para hacerlo mi enemigo.

Sea sincero. No lo niegue. ¿Cuántas veces no se ha dicho a sí mismo estas palabras?

Créame que soy su amigo y entiendo bien su queja:

– Ayer, todos me vitoreaban. Hoy, todos guardan silencio. ¡Si al menos me insultaran! Ayer era yo indispensable. Hoy, soy un estorbo. ¡Si al menos me expulsaran!

Que es exactamente, interpretando sus sentimientos, lo que en estos momentos estoy haciendo, señor Presidente.

Esta carta se la entrega mi colaborador, el señor Jesús Ricardo Magón. Él mismo lo acompañará a la puerta de su casa, donde lo espera una escolta militar digna de su categoría, para acompañarlo al Aeropuerto Internacional, donde le espera un cómodo asiento de primera clase de la línea aérea Qantas, que lo llevará directamente a la bella tierra del kangurú, Australia. Le ruego prestar atención allí a esos marsupiales que cargan a sus críos en una bolsa del vientre, a fin de asegurar su desarrollo posnatal, su crecimiento sano y, a la postre, su descendencia.

Con las seguridades de mi distinguida consideración y deseándole buen viaje,

Nicolás Valdivia

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General Mondragón von Bertrab a Nicolás Valdivia

Señor secretario y fino amigo,

Fiel a las instituciones de la República y en atención al Artículo 89, fracción VI de la Constitución, me permito informarle que esta madrugada he pasado por las armas al señor general don Cícero Arruza, culpable de sedición e intento de sublevación golpista ante el Tribunal Militar Ad Hoc que me permití convocar de facto para hacer frente a una situación impostergable, con la seguridad de que mis acciones serían legitimadas por usted en ausencia de un Presidente Sustituto tras la lamentable desaparición de don Lorenzo Terán.

Usted sabe tan bien como yo que hay situaciones que le imponen a las fuerzas armadas actuar sin demora, siempre y cuando dicha acción tenga por objeto salvaguardar las instituciones republicanas amenazadas.

La intención criminal del general Cícero Arruza consta en las numerosas comunicaciones que a partir de las crisis de enero me hizo llegar con imprudencia que sólo puedo atribuir al entusiasmo etílico. Lector, como lo soy yo, de Clausewitz y de Maquiavelo, podemos invertir los términos del germano y decir que la política es la continuación de la guerra por otros medios. Y con el florentino, que más vale prevenir en tiempos de paz que dejarse sorprender en tiempos de guerra. La amenaza golpista del general Arruza ha sido erradicada de cuajo.

Lamento informarle que el general fue sorprendido en lecho adúltero con la señora doña Josefina Almazán, esposa del señor secretario de Hacienda don Andino Almazán. El impulsivo intento de sacar su pistola de debajo de la almohada provocó la reacción natural de los elementos enviados a aprehenderle. Por desgracia, la ráfaga no perdonó a la señora Almazán, cuyo cadáver ha sido entregado a su esposo, cuya renuncia al cargo, si no me equivoco, ya está en manos de, usted.

Confío en que comprenda y apoye, señor secretario, mi decisión de retirar el cuerpo herido del general Arruza del lecho ya citado para trasladarlo, moribundo, al cuartel general de la XXVIII Zona Militar en Mérida, colocándolo de pie contra el muro a fin de poner fin a sus días de manera consecuente con sus indudables méritos militares. Quisiera decir que tuvo miedo. No lo tuvo. No por valiente. Nomás no pudo. Ya no tenía pistola para decir su verdad. Sus palabras finales en el lecho de amor fueron,

– A mí no me vacila nadie.

Y apoyado ya en el paredón, dando las últimas boqueadas, alcanzó a decir:

– ¿Qué pasa? Disparen. ¿No tienen güevos?

Con respeto sea dicho y por obligación de dar cuenta cabal de lo acaecido a la superioridad, quedo como siempre a sus órdenes el día de hoy y en las circunstancias futuras que juzgo favorables para usted y la patria,

General Mondragón von Bertrab, DEM

Ps. Hay muchos cenotes en Yucatán. Arruza tiene tumba de agua.

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Onésimo Canabal a Nicolás Valdivia

Señor Presidente,

Cumplo con enorme satisfacción mi deber constitucional de informarle que, con apego al Artículo 84 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y en ausencia del pleno del H. Congreso de la Unión que me ufano en presidir, convoqué a la Comisión Permanente del mismo a fin de proceder al nombramiento de Presidente Sustituto para concluir el periodo presidencial de don Lorenzo Terán, tras de su lamentable fallecimiento la semana próximo pasada. Reunida la Comisión Permanente y a iniciativa de la H. Diputada por Hidalgo doña Paulina Tardegarda, sus miembros votaron unánime por usted, en desempeño actual de las funciones de secretario de Gobernación, para ejercer la Primera Magistratura del País con carácter Sustitutivo.

Convocado por mí el Congreso de la Unión a sesión extraordinaria para erigirse en Colegio Electoral, la anterior decisión fue ratificada unánimemente, hecho por el cual queda usted investido, don Nicolás Valdivia, como Presidente Sustituto de los Estados Unidos Mexicanos a partir de esta fecha y hasta la del cambio constitucional de poderes el l 0 de diciembre de 2024.

Al extenderle mi felicitación y la invitación a hacerse cargo del puesto en ceremonia solemne el próximo 5 de mayo a las cinco de la tarde, aprovecho la oportunidad, señor Presidente, para reiterarle las seguridades de mi más alta y distinguida consideración, así como mis votos personales por el éxito de la gestión que hoy le encomienda la Patria.

(fdo.) Onésimo Canabal,

Presidente del H. Congreso de la Unión.

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Jesús Ricardo Magón a Nicolás Valdivia

Misión cumplida, señor Presidente. Con la autoridad que usted me presta, todas las puertas se me abren. Incluso las de una fortaleza como San Juan de Ulúa, ese castillo de los candados adonde usted me envió porque yo soy confiable, porque yo sólo le rindo cuentas a usted, porque yo soy la tumba de sus secretos y si lo delato a usted me delato a mí mismo.

– Sólo tú puedes hacerme este inmenso favor -me dijiste, Nicolás-. En nadie más puedo confiar.

Miré con tristeza la propia tristeza de tu mirada, como si me dijeras:

– Es el último favor que te pido. Si quieres, después de esto no nos volvemos a ver…

En cambio, te atreviste a decirme:

– Vas a beber el cáliz más amargo.

Me miraste con un intolerable aire de complicidad filosófica. (Cómo empiezo a delatar y detestar tus tics.)

– Bébelo hasta las heces. Con este acto culmina la educación política que te prometí en tu palomar ¿recuerdas? Cumple y emprende tu propio vuelo, si quieres. Vuelve a ser un anarquista melenudo, si quieres. Tu paideia está completa.

Si al menos me hubieras enviado solo, Nicolás. Ese era mi único consuelo. Voy a hacer lo que él me pide. Cuando acepté el pacto con este Diablo disfrazado de Ángel que eres tú, Nicolás Valdivia, admití muy honda, muy íntima y secretamente, que no podría evadir una prueba final, esa "prueba de Dios" a la que sometían a los antiguos héroes nórdicos. Después, partiría en una nave vikinga. Aunque la nave ardiese como pira funeraria y yo fuese la víctima propiciatoria…

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