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Bernal Herrera a Presidente Lorenzo Terán
Te escribo, señor Presidente, para desearte el mayor de los éxitos en tu informe anual al Congreso, adelantado a principios de enero para dar la cara a la emergencia nacional y anticipándote así, con valor que admiro, al propio mensaje sobre el Estado de la Unión de la Presidenta de los Estados Unidos. Tus decisiones de Navidad y San Silvestre -mantener los altos precios del petróleo y pedir el término de la ocupación norteamericana de Colombia- han provocado una reacción de la Casa Blanca que sólo puede ser considerada como un castigo. Te recomiendo que no la califiques como tal en tu informe, sino que aceptes el pretexto de una caída del sistema internacional de comunicaciones. Bueno, no digas "se cayó el sistema", primero porque trae malos recuerdos de los superados y arcaicos fraudes de la "dictadura perfecta" del PRI. Y segundo porque el verbo "caer" tiene la mala costumbre de convertirse en profecía que acaba por cumplirse (self-fulfilling prophecy dicen nuestros primos del Norte). Yo te recomiendo pasar por alto cualquier crítica al gobierno de los USA, aceptar que se trata de una falla técnica pasajera del sistema global de comunicaciones vía satélite que afecta a todo el mundo y tiene que ver con la imprevista reacción a los dígitos duplicados -el año 2020-. Algo así como una reacción retardada pero explicable al fenómeno temido en 2000, cuando todas las computadoras del mundo -personales, oficiales, de bancos y aeropuertos, públicas y privadas- iban a volverse locas al abandonar la referencia al "19" sin saber cómo pasar a la nueva capitular del "20". No importa que mañana no te crean si hoy se tragan ese anzuelo. úsalo. Nada pierdes. No menciones al gobierno norteamericano, Presidente. Habla de una simple falla técnica. Perdona mi insistencia. Más que un recordatorio a ti, son memos que me dirijo a mí mismo, tú me conoces. Tu confianza sabrá comprender y perdonar a tu amigo de siempre. Sigo: refiérete sólo de pasada a los temas de Colombia y los precios del petróleo y céntrate en nuestros problemas internos. Sé que algunos miembros del gabinete -sobre todo los que se dicen "técnicos"- me culparán como secretario de Gobernación. Quiero llevar agua a mi molino. Me posiciono -perdona la franqueza, para eso somos no sólo superior e inferior, Presidente y empleado de confianza sino, así lo tengo siempre presente, viejos amigos-, me posiciono, digo, para la sucesión presidencial dentro de (menos de) tres años, etc. Tú me conoces y sabes que siempre te he aconsejado en virtud de dos consideraciones. Soy tu colaborador leal y pongo por encima de todo los intereses de México. No sería secretario de Gobernación si no confundiese, por lo demás, las dos obligaciones. Lealtad a México y lealtad al Presidente. En ese orden de cosas, me permito reiterarte con la máxima convicción que los verdaderos problemas que debemos atender con celeridad y buen juicio son las tres huelgas pendientes.
Primero, la de los estudiantes que se niegan a pagar matrícula o a pasar exámenes de admisión en las universidades públicas y que en protesta están ocupando las instalaciones de la Ciudad Universitaria.
Segundo, la de los trabajadores en la fábrica de inversión japonesa mayoritaria en San Luis Potosí.
Y tercero, la marcha de los campesinos de La Laguna pidiendo restitución de las tierras que les dio la reforma agraria del Presidente Cárdenas, y que, poco a poco, les han sido arrebatadas por caciques corruptos del norte de México.
Mis recomendaciones, señor Presidente, son las siguientes:
A los estudiantes, no hacerles caso. Que sigan adueñados de la Rectoría y de las instalaciones universitarias hasta el Día del Juicio Final. Con los estudiantes, todo menos la represión. Recuerda siempre la matanza de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas y cómo, creyendo haber triunfado, el sistema se suicidó, provocó la repulsa pública, el llanto colectivo y, al cabo, la desaparición del autoritarismo y del partido único, amén de la desgracia eterna del Presidente en turno y la obligación de sus sucesores de diferenciarse del carnicero de Tlatelolco, aun a costillas de la racionalidad económica. Resultado: rodamos de crisis en crisis por andar matando estudiantes. Deja que la situación se pudra. Son más los estudiantes que, por solidarios que sean hoy con sus compañeros, más fieles serán mañana a sus propias carreras y a la necesidad de entrar con buena preparación al mercado de trabajo.
Calma, señor Presidente. Más impasibles que Juárez.
En cambio, con los obreros huelguistas de la automotriz que piden exagerados aumentos de salarios y se atreven a comparar sus sueldos con los de sus pares en Japón, rompe la huelga por la fuerza y dile al mundo que México recibe con los brazos abiertos la inversión extranjera. Tenemos mano de obra abundante y barata, todos salimos ganando y a los obreros descontentos que les pongan una sala de cine gratis y un hospital decentón.
Podrías argumentar que una intervención de la fuerza pública en San Luis Potosí jugaría a favor del eterno cacique local, Rodolfo Roque Maldonado, pero yo argumentaría que el mero despliegue de fuerza nuestra intimidaría a Maldonado y pondría de nuestro lado a los sagaces nipones. Es una apuesta. Considérala, señor Presidente. Y recuerda que con lo de comer no se juega. ¿Te acuerdas de la vieja canción de Pedro Infante, "Mira Bartola, ai te dejo esos dos pesos, pagas la renta, el teléfono y la luz"? Qué nostalgia de nuestros tiempos preinflacionarios. Bueno, más vale ganar poco que nada y las propias familias de los operarios en San Luis pondrán en orden a los paterfamilias que no traen el gasto a la casa. Las compañías extranjeras verán que aquí hay autoridad en defensa de la inversión. ¿Prosperaron de otra manera los tigres de Asia? Pregúntaselo al ánima de Le Kwan Yu. En Singapur hay seguridad porque le cortaron las manos a los ladrones. Además, querido Presidente, la presencia de la fuerza pública en la región potosina serviría a un segundo propósito, que es el de someter a los pequeños caciques que se aprovechan de los vacíos de poder regional creados por nuestra prolongada transición democrática. Sé que estoy repitiendo algo que ya dije líneas arriba. Perdona que sea machacón. A menudo, donde hemos dado democracia hemos perdido autoridad, hemos creado huecos de anarquía que llenan, propiciados, los eternos caciques y sus "fuerzas vivas" -Maldonado en San Luis, Félix Elías Cabezas en Sonora, "Chicho" Delgado en Baja California, José de la Paz Quintero en Tamaulipas…-. Y por último, señor Presidente, y en respaldo a mi anterior consideración, atiende a los campesinos de La Laguna. Aprovecha la situación para recuperar banderas agraristas que hemos dejado, -por mero pragmatismo-, caer. Dale a tu gobierno el apoyo de la masa campesina que nuestros enemigos, empezando por los multicitados caciques, siempre han manipulado a partir del aislamiento y la ignorancia, contando con que la vecindad fronteriza con los USA nos ata las manos, como si democracia y autoridad no se llevaran. Ya conoces mi consigna: autoridad sí, autoritarismo no. Aprovecha la situación para darle en la torre a los caciques. Te lo agradecerán los empresarios nacionales del norte de la República, porque ellos sí saben que la pobreza es la peor inversión y que el campesino muerto de hambre no compra en el supermercado ni se viste en la sucursal de Benetton.
En cuanto al tema que secretamente preocupa a todos, el asesinato de Tomás Moctezuma Moro, te aconsejo que siga donde está, en el secreto que nos conviene a todos.
Señor Presidente, espero que consideres mis consejos con el espíritu de patriotismo y apoyo a tu gestión con que los ofrezco. "Esto", dijo un filósofo alemán, "Esto", la palabra "Esto", es la más difícil de decir. Pues bien, señor Presidente yo te lo digo: Haz ESTO. Di, atrévete a decir ESTO.