Aquello no marchaba bien. Permanecí unos instantes inmóvil lamentando no haber reaccionado antes. Descolgué de nuevo el teléfono y marqué el número de Gabby sin obtener respuesta. Al parecer ni siquiera su contestador se hallaba en funcionamiento. Intenté localizarla en su despacho de la universidad. El timbre sonó varias veces sin que nadie atendiera mi llamada: me disponía a colgar cuando llegó una voz a mis oídos. En efecto, eran las oficinas del departamento; no, no la habían visto. Asimismo llevaba varios días sin recoger su correspondencia. No, no era insólito puesto que estábamos en verano. Les di las gracias y colgué.
– Eliminado -dije hablando al vacío.
No había encontrado a Lucy, a Aarón ni a Gabby. «¡Dios, Gabby!, ¿dónde te encuentras?» No quería pensar en ello.
Di unos golpecitos en el bloc con el bolígrafo.
– Alta y afuera.
Seguí dando golpecitos.
– Cuarta y larga -añadí haciendo caso omiso de la metáfora.
Tiré el bolígrafo en el aire y le hice dar la vuelta.
– Doble falta.
Lo cogí y volví a tirarlo.
– Falta personal.
Otro lanzamiento.
– Hay que cambiar a otra estrategia.
Cogida. Lanzamiento.
– Hora de mantenerse firme y defender la posición.
Cogí el bolígrafo y lo retuve. Mantenerse firme. Miré el bolígrafo. Eso era: defender la posición.
– De acuerdo -exclamé.
Empujé hacia atrás mi silla y recogí el bolso.
– Trata de batear desde el lado contrario.
Me eché el bolso al hombro y apagué la luz.
– ¡Te acordarás de mí, Claudel!