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La caída de Saigón, en abril de 1975, es el telón de fondo del desenlace de la novela, cuando la compañera de habitación (quien accede a tener el bebé del novio de su amiga) se da cuenta de que no puede renunciar al niño. A pesar del odio que siente hacia el padre del bebé, acepta la custodia conjunta del niño cuando se divorcian. El personaje Hannah, que ha instigado la unión entre su novio y su amiga, pierde al novio y al bebé, por no mencionar la amistad con su ex compañera de habitación

Se trata de una farsa sexual, pero que tiene amargas consecuencias, y sus toques de comicidad están compensados por las desavenencias entre los personajes, los cuales constituyen un microcosmos que refleja cómo estaba dividido el país a causa de la guerra de Vietnam y, para los jóvenes de la generación de Ruth, por lo que debían hacer respecto al alistamiento. Un crítico dijo de la novela: "Es el peregrino punto de vista de una mujer sobre las artimañas para evitar el reclutamiento". Hannah le dijo a Ruth que se había acostado con aquel crítico en alguna que otra ocasión, y además conocía su caso particular con respecto a la escapatoria del reclutamiento. El hombre había aducido daños psicológicos por haber mantenido relaciones sexuales con su madre. Ésta confirmó la veracidad de tales relaciones. Al fin y al cabo, la idea del embuste había sido de ella. Y como resultado de haberse librado con éxito del servicio militar, y de semejante manera, el hombre acabó por tener relaciones sexuales con su madre

– Supongo que sabe distinguir un "punto de vista peregrino" cuando se tropieza con uno -comentó Ruth

A Hannah le irritaba que Ruth no despotricara contra las críticas negativas tan clamorosamente como lo hacía ella. "Las críticas son publicidad gratuita -le gustaba decir a Ruth-. Incluso las malas críticas."

Ruth había alcanzado talla y renombre internacionales. En los países europeos donde se traducían sus obras, se había creado tal expectación ante su tercera y más reciente novela que se publicaron dos traducciones simultáneamente a las ediciones británica y norteamericana

Con motivo de su lectura en la YMHA, Ruth estaba pasando el día en Nueva York. Había concedido varias entrevistas y aceptado cierta publicidad relacionada con la nueva obra. Luego pasaría un día y una noche en Sagaponack, con su padre, antes de partir hacia Alemania y la Feria del Libro de Fránkfort. (Después de Fránkfort y la promoción de la traducción alemana, viajaría a Amsterdam, donde acababa de salir a la luz la traducción holandesa.)

Ruth visitaba muy poco a su padre en Sagaponack, pero esperaba con ilusión la visita inminente. Sin duda jugarían un poco al squash en el granero y discutirían mucho de casi todo. También habría incluso un poco de descanso. Hannah había prometido acompañarla a Sagaponack. Siempre era mejor para Ruth no estar a solas con su padre. Con la presencia de algún amigo, aunque fuese uno de los infrecuentes y mal elegidos amigos de Ruth, era más fácil evitar que la discusión se desmandara

Pero Hannah coqueteaba con el padre de Ruth, y ésta se enojaba. Ruth sospechaba que Hannah lo hacía precisamente porque ella se enojaba. Y el padre de Ruth, que no conocía otra manera de comportarse con las mujeres, respondía al coqueteo

En una ocasión Hannah le hizo a Ruth la vulgar observación sobre lo atractivo que era su padre para las mujeres, y fue entonces cuando Ruth replicó: "Podías oír las bragas de las mujeres deslizándose hasta el suelo"

Cuando Hannah vio por primera vez a Ted Cole, le dijo a Ruth:

– ¿Qué es ese ruido? ¿Lo oyes?

Ruth no solía captar las bromas, y siempre tendía a creer que le hablaban completamente en serio

– ¿Qué ruido? -respondió Ruth, mirando a su alrededor-. No, no lo oigo

– Son mis bragas que se deslizan al suelo -le dijo Hannah. Esa frase se había convertido en un código secreto entre ellas. Cada vez que Hannah presentaba a su amiga uno de los muchos hombres con los que salía, si el hombre le gustaba a Ruth, ésta preguntaba a Hannah: "¿Has oído ese ruido?". Si Ruth no tenía interés por el hombre, como sucedía a menudo, decía: "No oigo nada. ¿Y tú?"

Ruth era reacia a presentar sus amigos a Hannah, porque ésta siempre decía: "¡Vaya ruido! Chico, ¿ha caído algo húmedo al suelo o sólo son imaginaciones mías?". (La humedad era un residuo en el vocabulario sexual de Hannah, que se remontaba a los tiempos de Exeter.) Y, en general, Ruth no solía estar orgullosa de los chicos con los que salía y no deseaba darlos a conocer. Tampoco se relacionaba con ellos el tiempo suficiente para que Hannah tuviera que conocerlos

Ahora, sin embargo, mientras Ruth estaba sentada en un taburete, soportando las miradas del tramoyista enamorado de sus pechos, así como la penosa presentación de su obra que realizaba Eddie (el pobre estaba atascado en su segunda novela), pensó de nuevo en lo exasperada que se sentía con Hannah porque iba a llegar tarde a la lectura, si es que llegaba a presentarse

No sólo habían hablado con entusiasmo sobre el próximo encuentro con Eddie O'Hare, sino que Ruth había mostrado un gran interés en que Hannah conociera al hombre con el que salía actualmente. Por una vez sentía la necesidad de saber qué opinaba Hannah. En muchas ocasiones había deseado que ésta se reservara su opinión. Y ahora, cuando la necesitaba, ¿dónde estaba? Sin duda jodiendo como una loca, como diría su amiga, o eso imaginaba Ruth

Exhaló un profundo suspiro. Era consciente del movimiento de ascenso y descenso de sus pechos, y de que el tramoyista idiota estaba absorto en ese detalle. De no ser porque Eddie seguía hablando monótonamente, hubiera oído el suspiro con que el joven lascivo respondió al suyo. Por puro aburrimiento, Ruth sostuvo la mirada del joven tramoyista hasta que él desvió los ojos. Tenía un atisbo de lo que llegaría a ser una perilla y un bigote que parecía una mancha de hollín. Ruth pensó que si descuidara su depilación, podría tener un bigote más espeso que el de aquel joven

Suspiró de nuevo, desafiando al lujurioso a que volviera a mirarla, pero el desaliñado joven se sentía de repente avergonzado de su actitud. Así pues, Ruth se concentró en mirarle, pero pronto perdió el interés. Los tejanos del tramoyista tenían un desgarrón en una rodilla, y probablemente eran los que prefería para presentarse en público. Algo que debía de ser restos de comida había dejado una mancha aceitosa en el pecho de su camiseta

La otra persona ante cuyo conocimiento Hannah había expresado casi idéntica emoción era el hombre con quien Ruth "salía" ahora. En realidad, pertenecía más bien a la categoría de acompañante en potencia, de "candidato a acompañante", como diría Hannah. El hombre que esperaba afianzar su relación con Ruth era el nuevo editor de la escritora, aquella misma persona tan importante de Random House que desagradaba a Eddie por su campechanía y el hecho de que nunca se acordaba de que ya le conocía

Ruth ya le había dicho a su amiga que aquél era el mejor editor de textos con el que había trabajado hasta entonces. jamás había conocido a un hombre con quien la comunicación y el entendimiento fuesen tan fluidos. Tenía la sensación de que no había nadie, con la posible excepción de Hannah, que la conociera tan bien. No sólo se distinguía por su franqueza y su vigor, sino que la estimulaba "en todos los buenos sentidos"

– ¿Cuáles son los "buenos" sentidos? -le preguntó un día Hannah

– Cuando le conozcas, lo verás -respondió Ruth-. Es también un caballero

– Es lo bastante mayor para serlo -comentó Hannah, que había visto una fotografía de aquel hombre-. Quiero decir que pertenece a la generación de la conducta caballerosa. ¿Cuántos años tiene más que tú? ¿Doce? ¿Quince?

– Dieciocho -dijo Ruth en voz baja

– Es un caballero, desde luego -afirmó Hannah-. ¿Y no tiene hijos? Señor, ¿qué edad tienen? ¡Podrían ser de tu edad!

– Su mujer no quiso tener hijos…, le asustaba tenerlos.

– Más o menos lo que te ocurre a ti, ¿no? -dijo Hannah.

– Allan quería un hijo, pero su esposa no -admitió Ruth.

– Entonces sigue queriendo un hijo -concluyó Hannah.

– Estamos hablando de ello

– Y supongo que todavía habla con la ex mujer -dijo Hannah en tono burlón-. Confiemos en que la suya sea la última generación de hombres que creen necesario seguir hablando con sus ex esposas. -La sensibilidad periodística de Hannah la llevaba a creer que todo el mundo debía responder a unas pautas de conducta acordes con la edad, la educación, el tipo. Era un razonamiento irritante, pero Ruth se mordió la lengua-. En fin -añadió en tono filosófico-, supongo que el sexo… ¿Ha ido bien?

– Todavía no nos hemos acostado -admitió Ruth

– ¿Quién está esperando?

– Los dos -mintió Ruth

Allan era paciente. Quien "esperaba" era Ruth. Temía tanto que la relación sexual con él no le gustara que andaba con dilaciones. No quería verse obligada a dejar de considerarle el hombre de su vida

– ¡Pero has dicho que te ha propuesto el matrimonio! -exclamó Hannah-. ¿Quiere casarse contigo y aún no habéis hecho el amor? Ésa no es siquiera una conducta generacional…, ¡es la conducta de su padre o incluso de su abuelo!

– Quiere que esté convencida de que no soy sólo otra de sus amiguitas

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