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SSeguida hasta su casa desde El Circo de la Comida Voladora

Si uno es escritor, se encuentra con el problema de que, cuando uno intenta dejar de pensar en la novela que tiene entre manos, la imaginación sigue en movimiento, es imposible detenerla

Así pues, Ruth Cole se acomodó en el avión que la trasladaría desde Amsterdam a Nueva York y, sin proponérselo, empezó a esbozar las frases iniciales. "Supongo que debo por lo menos una palabra de agradecimiento al último novio que me salió rana." O tal vez: "A pesar de lo detestable que era, le estoy agradecida a mi último novio granuja". Y así sucesivamente, mientras el piloto decía algo sobre la costa irlandesa a través del sistema de megafonía

Le habría gustado permanecer algún tiempo más por encima de la tierra. Sólo con el Atlántico por debajo de ella, Ruth descubrió que si dejaba de pensar en su nuevo libro, incluso durante un minuto, su imaginación la sumía en un territorio más inhóspito, a saber, ¿qué le sucedería a la hija de Rooie? La huérfana podía ser tanto una pequeña de siete u ocho años como una joven de la edad de Wim, o incluso mayor… ¡pero no debía de ser tan mayor si Rooie aún iba a buscarla cuando salía de la escuela!

¿Quién cuidaría de ella ahora? La hija de la prostituta… Esa idea ocupaba la imaginación de la novelista como el título de una novela que desearía haber escrito

A fin de no seguir obsesionándose, buscó en su bolsa de mano algo que leer. Se había olvidado de los libros que viajaron con ella desde Nueva York a Sagaponack y luego a Europa. Ya había leído bastante, por el momento, de La vida de Graham Greene y, dadas las circunstancias, no soportaría la relectura de la novela Sesenta veces, de Eddie O'Hare. (Sólo las escenas de masturbación le resultarían ya insufribles.) En lugar de esas obras, inició de nuevo la lectura de la novela policíaca canadiense que Eddie le había dado. Al fin y al cabo, ¿no le había dicho Eddie que aquel libro era una "buena lectura para el avión"?

Una vez más, la rebuscada vaguedad de la fotografía de la autora irritó a Ruth. No menos molesta era la circunstancia de que el nombre de la autora, Alice Somerset, fuese un seudónimo. Ese nombre no significaba nada para Ruth, pero si Ted Cole lo hubiera visto en la sobrecubierta de un libro, habría examinado el ejemplar, lo mismo que la foto de la autora, por poco nítida que fuese, con suma atención

El apellido de soltera de Marion era Somerset, y la madre de Marion se llamaba Alice. La señora Somerset se opuso al matrimonio de su hija con Ted Cole. Marion siempre había lamentado la desavenencia con su madre, pero no hubo manera de ponerle fin. Y entonces, poco antes del fatal accidente de Thomas y Timothy, su madre murió. El padre falleció poco después, también antes de que murieran los queridos hijos de Marion

Lo único que decía el texto biográfico en la solapa posterior de la sobrecubierta del libro era que la autora había emigrado a Canadá desde Estados Unidos a fines de los años cincuenta y que, durante la época de la guerra de Vietnam, trabajó como asesora de jóvenes norteamericanos que acudían a Canadá para librarse del reclutamiento. "Aunque difícilmente lo consideraría su primer libro -decía aquel texto-, se rumorea que la señora Somerset colaboró en la redacción del inapreciable Manual para los inmigrantes en edad de quintas que se instalan en Canadá."

Todo aquello desanimaba a Ruth: el evasivo texto de la solapa, la furtiva foto de la autora, el amanerado seudónimo, por no mencionar el título. Seguida hasta su casa desde El Circo de la Comida Voladora le parecía a Ruth el título de una canción de country-western, una canción que nunca hubiera querido escuchar

No podía saber que El Circo de la Comida Voladora fue un popular restaurante de Toronto a finales de los años setenta, ni que su madre había trabajado allí como camarera. En realidad, para Marion, quien por entonces estaba al final de la cincuentena, ser la única camarera del restaurante entrada en años fue todo un triunfo. (La figura de Marion todavía conservaba su esbeltez, hasta el punto de que no desentonaba entre sus juveniles compañeras.)

Ruth tampoco podía haber sabido que la primera novela de su madre, que no se había publicado en Estados Unidos, había tenido un éxito modesto en Canadá. Seguida hasta su casa desde El Circo de la Comida Voladora se había publicado también en Inglaterra. Además, esa novela y las dos siguientes de Alice Somerset se habían editado con gran éxito en lenguas extranjeras. (Las traducciones alemana y francesa, sobre todo, de las que se habían vendido más ejemplares que de la edición inglesa.)

Pero Ruth tendría que leer el primer capítulo de Seguida hasta su casa desde El Circo de la Comida Voladora antes de darse cuenta de que Alice Somerset era el seudónimo de Marion Cole, su madre, escritora de éxito modesto

Capítulo primero

Una dependienta, que también trabajaba de camarera, fue hallada muerta en su piso de Jarvis, al sur de Gerrard. Era una vivienda apropiada a sus medios, pero gracias a que la compartía con otras dos dependientas. Las tres vendían sostenes en Eaton's

Para la muchacha muerta, su puesto en los grandes almacenes había representado un paso adelante. Anteriormente vendía ropa interior en una tienda llamada The Bra Bar. Solía decir que esa tienda estaba tan lejos, en Avenue Road, que se encontraba a medio camino del zoo, lo cual era una exageración. En cierta ocasión bromeó con sus compañeras de habitación, diciendo que las clientas de The Bra Bar procedían más a menudo del zoo que de Toronto, lo cual también era sin duda una exageración

Sus compañeras de piso decían que la chica muerta había poseído un gran sentido del humor. Aseguraba que tenía otro empleo, el de camarera, porque, como vendedora de sostenes, no podía conocer a ningún hombre. Durante cinco años había trabajado de noche en El Circo de la Comida Voladora, donde la habían contratado, como a las demás mujeres que trabajaban allí, porque tenía buen aspecto vestida con una camiseta de media manga

Las camisetas de las camareras de El Circo de la Comida Voladora eran ceñidas, con un escote pronunciado debajo del cual había una hamburguesa estampada. La hamburguesa tenía unas alas que se extendían por los pechos de la camarera. Cuando sus amigas encontraron el cadáver, eso era lo único que llevaba puesto: la prieta y escotada camiseta con la hamburguesa voladora que le cubría los senos. Por otro lado, se la habían puesto después de asesinarla. Le habían asestado catorce puñaladas en el pecho, pero ni una sola había atravesado la camiseta con la hamburguesa voladora

Ninguna de las compañeras de habitación de la víctima creía que la dependienta asesinada "saliera con alguien" últimamente. Pero la puerta del piso no había sido forzada, de lo que se deducía que la joven había franqueado la entrada a alguien. Y además había ofrecido a quienquiera que fuese una copa de vino. Había dos copas llenas en la mesa de la cocina, sin marcas de labios en ninguna de ellas, y las únicas huellas dactilares en ambas copas eran sólo las de la joven. No había el menor rastro de tejido en las heridas de arma blanca…, en otras palabras, estaba desnuda cuando la apuñalaron, en cuyo caso debía de tratarse de alguien que la conocía bastante bien, o que había logrado que se desnudara sin forcejeo, tal vez amenazándola con un cuchillo. Si la habían violado, había sido sin que ella ofreciera al parecer resistencia, probablemente también bajo la amenaza de un arma blanca, o bien había consentido en hacer el amor, lo cual parecía menos probable. En cualquier caso, había realizado el acto sexual poco antes de que la mataran

El asesino, fuera quien fuese, no había usado preservativo. Las compañeras de la muchacha asesinada revelaron a la mujer policía que habló primero con ellas que su amiga muerta siempre llevaba diafragma. En aquella ocasión no lo había utilizado, lo cual era otra indicación de que la habían violado. Y la camiseta con la hamburguesa voladora indicaba que había sido alguien que la conocía del restaurante y no de Eaton's o de The Bra Bar. Después de todo, el asesino no había acuchillado a la dependienta y luego le había puesto un sujetador

Los detectives de homicidios encargados de la investigación trabajaban juntos desde hacía poco tiempo. El sargento de plantilla Michael Cahill se había incorporado a homicidios procedente del equipo de incidentes graves. Aunque a Cahill le gustaba el departamento de homicidios, en el fondo seguía siendo un miembro de su equipo anterior. Organizaba las cosas como la pintura de un paisaje, y tendía naturalmente a investigar los objetos, no a las personas. Prefería buscar pelos en una alfombra, o manchas de semen en una funda de almohada, que hablar con alguien

La mujer formaba con él una buena pareja profesional. Había empezado como agente uniformada, con la cabellera castaño rojiza, que le llegaba a los hombros y que desde entonces se había vuelto gris, recogida bajo la gorra. La sargento detective Margaret McDermid tenía habilidad para hablar con la gente y sonsacarles lo que sabían. Era una especie de aspirador que succionaba información

Fue el sargento Cahill quien encontró el hilo de sangre coagulada en un pliegue de la cortina de la ducha. Dedujo que el asesino se había tomado tranquilamente el tiempo necesario para ducharse después de haber matado a la dependienta y la había vestido con la camiseta de la hamburguesa voladora. El detective Cahill también encontró una mancha de sangre en el estante para el jabón de la ducha que el asesino había dejado allí al apoyar la mano derecha

La sargento detective Margaret McDermid habló con las compañeras de habitación e hizo algo que nadie había hecho hasta entonces, concentrarse en El Circo de la Comida Voladora. La detective estaba bastante segura de que el sospechoso principal sería un hombre a quien atraían especialmente las camareras vestidas con aquellas camisetas aladas, o por lo menos sería alguien que tenía un interés especial por una de ellas. Tal vez fuera un compañero de trabajo de la joven muerta, o un cliente habitual, a lo mejor un nuevo novio. Sin embargo, era evidente que la dependienta asesinada no conocía al asesino tan bien como creía

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