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Hannah a los treinta y cinco años

Ruth no podía dormir. El causante de su insomnio era el coñac, en combinación con lo que le había confesado a Eddie O'Hare, algo que ni siquiera le había dicho a Hannah Grant. En cada uno de los episodios importantes de su vida, Ruth había previsto que tendría noticias de su madre. Cuando se graduó por Exeter, por ejemplo; pero no fue así. Y luego llegó la graduación por Middlebury, y no le llegó una sola palabra de su madre

Sin embargo, Ruth no había abandonado la esperanza de recibir noticias de Marion, sobre todo en 1980, a raíz de la publicación de su primera novela. Luego publicó otras dos, la segunda en 1985 y la última muy poco tiempo atrás, en el otoño de 1990. Por esa razón cuando la presuntuosa señora Benton intentó hacerse pasar por la madre de Ruth, ésta se enfadó tanto. Durante años se había imaginado que Marion podría presentarse de improviso, exactamente de aquella manera

– ¿Crees que aparecerá alguna vez? -le preguntó Ruth a Eddie en el taxi

La había decepcionado. Durante la emocionante velada con él, Eddie había hecho mucho por contradecir la primera e injusta impresión que le había causado a Ruth, pero en el taxi titubeó demasiado

– No sé…, imagino que ante todo tu madre debe hacer las paces consigo misma antes de que pueda…, bueno, entrar de nuevo en tu vida. -Hizo una pausa, como si esperase que el taxi ya hubiera llegado al hotel Stanhope-. En fin…, Marion tiene sus demonios, sus fantasmas, supongo, y de alguna manera ha de intentar habérselas con ellos antes de ponerse en contacto contigo

– ¡Pero es mi madre, por el amor de Dios! -gritó Ruth en el taxi-. ¡Yo soy el demonio con el que debería tratar de habérselas!

Eddie no parecía tener nada que decir al respecto, y cambió de tema:

– ¡Casi se me olvida! Quería darte un libro…, no, dos libros en realidad

Ella acababa de hacerle la pregunta más importante de su vida: ¿era razonable confiar en que su madre se pondría alguna vez en contacto con ella? Y Eddie había revuelto el interior de su húmeda cartera para extraer dos volúmenes dañados por la lluvia

Uno de ellos era el ejemplar firmado sobre su letanía de felicidad sexual con Marion, Sesenta veces. ¿Y el otro? En el taxi no había sabido explicarle en qué consistía el otro libro. Se limitó a dejárselo sobre el regazo

– Has dicho que te vas a Europa, ¿no? Ésta es una buena lectura para el avión

En semejante momento, y como respuesta a la importantísima pregunta de Ruth, le había ofrecido una "lectura para el avión". Entonces el taxi se detuvo ante el Stanhope. El apretón de manos con que se despidió Eddie de ella no habría podido ser más torpe. Ruth le besó, por supuesto, y él se ruborizó… ¡como un muchacho de dieciséis años!

– ¡Tenemos que vernos de nuevo cuando vuelvas de Europa! -le gritó Eddie desde el taxi en marcha

Tal vez no se le daban bien las despedidas. Lo cierto era que llamarle "patético" y "desventurado" no le hacía justicia. Había convertido su modestia en una forma de arte. "Lucía su humildad como una insignia de honor -escribió Ruth en su diario-. Y no emplea en absoluto subterfugios." Añadió esto último porque, en más de una ocasión, le había oído decir a su padre que Eddie era un hombre dado a los equívocos y las ambigüedades

Por otro lado, al comienzo de la velada Ruth había comprendido algo más acerca de Eddie: que nunca se quejaba. Era bien parecido y de aspecto frágil, pero tal vez lo que había visto su madre en él iba más allá de la lealtad de Eddie hacia ella. A pesar de las apariencias en contra, Eddie O'Hare hacía gala de un valor notable. Había aceptado a Marion tal como era, y en el verano de 1958, suponía Ruth, su madre no debía de hallarse en un estado psicológico inmejorable

Ruth fue de un lado a otro de la suite, semidesnuda, hojeando el volumen para "leer en el avión" que Eddie le había dado. Estaba demasiado bebida para sumirse en La vida de Graham Greene, y ya había leído Sesenta veces en dos ocasiones

Cuando vio que la "lectura para el avión" parecía ser una especie de novela de suspense se sintió consternada. El título la desanimó de inmediato: Seguida hasta su casa desde el Circo de la Comida Voladora. Desconocía tanto al autor como a la editorial. Examinó más detenidamente los datos y vio que se trataba de una editorial canadiense

Incluso la foto de la autora era un misterio, pues la mujer había sido fotografiada de perfil y lo poco que podía verse estaba iluminado desde atrás. Además usaba sombrero, que sumía en la oscuridad el único ojo captado por la cámara. Todo cuanto podía verse de la cara era una nariz armoniosa, un mentón fuerte, un pómulo anguloso. El cabello, el poco que quedaba fuera del sombrero, podría ser rubio o gris, o casi blanco. Su edad era indeterminada

La fotografía resultaba exasperante, y a Ruth no le sorprendió saber que el nombre de la autora desconocida era un seudónimo. Una mujer que ocultaba la cara se inclinaría sin duda por un seudónimo. De modo que aquélla era la "lectura para el avión" ofrecida por Eddie. Incluso antes de abrir el libro, Ruth no estaba en absoluto impresionada. Y el comienzo de la novela no era mucho mejor que el juicio inicial de Ruth a partir de la cubierta. Leyó: "Una dependienta, que también trabajaba de camarera, fue hallada muerta en su piso de Jarvis, al sur de Gerrard. Era una vivienda al alcance de sus medios, pero gracias a que la compartía con otras dos dependientas. Las tres vendían sostenes en Eaton's"

¡Una novela policíaca! Ruth cerró el libro bruscamente. ¿Dónde estaba la calle Jarvis o ese Gerrard? ¿Qué era Eaton's? ¿Qué interés podía tener Ruth por unas chicas que vendían sostenes?

Por fin se quedó dormida, y, pasadas las dos de la madrugada, la despertó el timbre del teléfono

– ¿Estás sola? -le preguntó Hannah-. ¿Podemos hablar?

– Completamente sola -respondió Ruth-. ¿Por qué habría de hablar contigo? Traidora

– Sabía que te enfadarías. He estado a punto de no llamarte

– ¿Es eso una disculpa? -preguntó Ruth a su mejor amiga. Nunca había oído disculparse a Hannah

– Se presentó algo -susurró Hannah.

– ¿Algo o alguien?

– Es lo mismo -replicó Hannah-. Me llamaron de repente y tuve que irme de la ciudad

– ¿Por qué hablas tan bajo?

– 

Prefiero no despertarle -dijo Hannah

– ¿Quieres decir que estás con alguien? -inquirió ¿Está ahí?

– Bueno, no -susurró Hannah-. He tenido que cambiar de habitación porque ronca. Jamás habría imaginado que roncara. Ruth no hizo ningún comentario. Hannah nunca dejaba de mencionar alguna intimidad relativa a sus compañeros de cama.

– Me decepcionó no verte allí -le confesó Ruth finalmente, pero mientras hablaba pensó que si Hannah hubiera asistido a la lectura, no le habría permitido quedarse a solas con Eddie. Éste le habría causado demasiada curiosidad…, ¡habría querido acapararlo!-. Pensándolo bien, me alegro de que no asistieras. Así he podido estar a solas con Eddie O'Hare

– Entonces todavía no te has acostado con Allan -susurró Hannah

– Lo más importante de esta noche era Eddie -afirmó Ruth-. Nunca había visto a mi madre tan claramente como puedo verla ahora

– Pero, Ruth, ¿cuándo vas a hacerlo con Allan? -quiso saber Hannah

– Probablemente cuando regrese de Europa -dijo Ruth-. ¿No quieres que te hable de mi madre?

– ¡Cuando regreses de Europa! -susurró Hannah-. ¿Cuándo será eso? ¿Dentro de dos o tres semanas? Dios mío, ¡puede que encuentre a otra antes de que vuelvas! Y tú también. ¡También tú podrías conocer a otro!

– Tanto si Allan como si yo conocemos a otra persona, siempre será mejor que no nos hayamos acostado -razonó Ruth, y tras plantearse esto, se dijo que temía más perder a Allan como editor que como marido

– Bueno, está bien; cuéntamelo todo de Eddie O'Hare -susurró Hannah

– Es amable, muy raro, pero ante todo amable

– Pero ¿es atractivo? -quiso saber Hannah-. Quiero decir si has podido imaginarle con tu madre. Era tan guapa…

– Eddie O'Hare es guapo, una monada -replicó Ruth.

– ¿Quieres decir que es afeminado? Cielo santo, no será gay, ¿verdad?

– No, no es gay, ni tampoco afeminado. Es muy sorprende la delicadeza de su aspecto

– Tenía entendido que es alto -comentó Hannah.

– Alto y delicado

– No acabo de imaginármelo…, parece raro

– Ya te he dicho que es raro -dijo Ruth-. Raro, amable y delicado. Y quiere a mi madre con verdadera devoción. ¡Vamos, se casaría con ella mañana mismo!

– ¿De veras? Pero ¿qué edad tiene ahora tu madre? ¿Setenta y tantos?

– Setenta y uno -dijo Ruth-. Y Eddie sólo tiene cuarenta y ocho

– Eso sí que es raro-susurró Hannah

– ¿No quieres que te hable de mi madre? -repitió Ruth.

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