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Ruth reconoció al policía. Era el hombre macizo con sucias zapatillas deportivas y una chaqueta parecida a la prenda para calentamiento que utilizan los jugadores de béisbol. En la imagen daba la sensación de estar bien afeitado, pero Ruth no tenía duda alguna de que se trataba del mismo hombre que la había seguido durante un rato en De Wallen. Estaba claro que su ronda se centraba en la Bergstraat y el barrio chino

El titular decía: MOORD IN DE BERGSTRAAT

Ruth no necesitaba saber holandés para entenderlo. En la noticia no mencionaban a "Rooie", el apodo de la prostituta, pero decían que la víctima era Dolores de Ruiter, de cuarenta y ocho años. Sólo aparecía otro nombre, que también figuraba en el pie de foto, y era el del policía, Harry Hoekstra, al que se referían con dos títulos diferentes. En un lugar era un wijkagent y en otro un hoofdagent. Ruth decidió retrasar el envío del sobre hasta que hubiera consultado con Maarten y Sylvia sobre la noticia del periódico

Guardó el artículo en el bolso y se fue a comer. Sería su última comida con sus editores antes de partir de Amsterdam, y había ensayado cómo abordaría con naturalidad el asunto de la prostituta asesinada: "¿Es ésta una noticia sobre lo que creo que es? He paseado por esa calle"

Pero no tuvo necesidad de sacar el tema a colación, pues Maarten ya había leído la noticia y traía consigo el recorte del periódico

– ¿Has visto esto? ¿Sabes lo que es?

Ruth fingió que lo ignoraba, y sus amigos le contaron todos los detalles

La novelista ya había supuesto que la joven prostituta que usaba la habitación de Rooie por la noche, la muchacha con un top de cuero a quien había visto tras el escaparate, habría descubierto el cadáver. El único elemento sorprendente de la noticia era que no mencionaba a la hija de Rooie

– ¿Qué es un wijkagent? -preguntó Ruth a Maarten.

– El policía que hace la ronda, el oficial de distrito.

– Entonces, ¿qué es un hoofdagent?

– Ése es su rango -respondió Maarten-. Es un oficial de policía veterano…, no exactamente lo que vosotros llamáis un sargento

Al día siguiente, en el vuelo de última hora de la mañana, Ruth Cole partió de Amsterdam rumbo a Nueva York. Primero pidió al taxista que la conducía al aeropuerto que la llevara a la estafeta de correos más cercana, y allí envió el sobre a Harry Hoekstra, que era casi un sargento de la policía de Amsterdam, destinado en el segundo distrito. Tal vez Ruth se hubiera llevado una sorpresa de haber conocido el lema del segundo distrito, inscrito en latín en los llaveros de los oficiales de policía

ERRARE HUMANUM EST SIS

Ruth Cole sabía que errar es humano. Su mensaje, junto con el tubo de revestimiento Polaroid, le diría a Harry Hoekstra mucho más de lo que ella había querido decir. El mensaje, en un holandés escrito con esmero, decía lo siguiente:

i. De moordenaar liet dit vallen. [El asesino dejó caer esto.]

2. Hij is kaal, met een glad gezicht, een eivormig hoofd en een onopvallend lichaam, niet erg groot [Es un hombre calvo, de rostro lampiño, con la cabeza en forma de huevo y el cuerpo sin rasgos destacables, no muy corpulento.]

3. Hij spreekt Engels met, denk ik, een Duits accent. [Habla inglés, creo que con acento alemán.]

4. Hij heeft geen seks. Hij neemt één foto chaam nadat hij het lichaam heeft neergelegd [No realiza el acto sexual. Toma una foto del cuerpo después de haberlo colocado en cierta postura.]

5. Hij loenst, zijn ogen bijna belemaal dichtgeknepen. Hij ziet eruit als een mol. Hij piept als hij ademhaalt. Astma misschien. [Es estrábico y cierra los ojos casi del todo. Parece un topo. Jadea. Tal vez asma…]

6. Hij werkt voor SAS. De Scandinavische luchtvaartmaatschappij? Hij heeff iets te maken met beveiliging

[Trabaja para SAS. ¿La línea aérea escandinava? Tiene algo que ver con seguridad.]

Este texto, junto con el tubo de revestimiento Polaroid, fue la declaración completa que, como testigo ocular del crimen, ofreció Ruth. Tal vez le habría preocupado el comentario que, más o menos al cabo de una semana, hizo Harry Hoekstra a un colega de la comisaría de la Warmoesstraat

Harry no era un detective. Más de media docena de detectives estaban ya buscando al asesino de Rooie. Harry Hoekstra sólo era un policía callejero, pero el barrio chino y los alrededores de la Bergstraat eran su zona de ronda desde hacía más de treinta años. Nadie en De Wallen conocía a las prostitutas y su mundo mejor que él. Además, el texto del testigo presencial iba dirigido a su nombre. Al principio había parecido plausible suponer que el testigo era alguien que conocía a Harry, con toda probabilidad una prostituta

Sin embargo, Harry Hoekstra nunca suponía nada. Harry tenía su propia manera de hacer las cosas. El trabajo de los detectives consistía en dar con el asesino, y habían dejado a Harry la cuestión secundaria del testigo. Cuando le preguntaban si avanzaba en las investigaciones relativas al asesinato de la prostituta, si estaba más cerca de encontrar al criminal, el casi sargento Hoekstra replicaba:

– El asesino no es asunto mío. Estoy buscando al testigo

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