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– ¿Y viceversa? -inquirió Hannah

– Bueno… -(Decir "bueno" era un hábito que Ruth había tomado de su padre.)-. Eso depende de ti

Que Ruth supiera, Hannah nunca había puesto a prueba la regla. Por su parte, Ruth la había seguido escrupulosamente. ¡Y ahora Hannah llegaba tarde! Mientras Ruth trataba de mirar el monitor de televisión, donde Eddie O'Hare seguía bregando con su presentación, la escritora era consciente de que el tramoyista de aspecto sigiloso no apartaba los ojos de ella. Era la clase de hombre al que Hannah habría calificado de "mono", y sin duda su amiga habría coqueteado con él, pero Ruth no solía coquetear. Además, el tramoyista no era su tipo… en el supuesto de que ella se inclinase por un tipo concreto. (Tenía un tipo, desde luego, y le preocupaba más de lo que quisiera.)

Ruth consultó su reloj. Eddie estaba hablando todavía de su primera novela. Había otras dos por delante, de modo que podrían pasarse allí toda la noche. Así pensaba mientras veía que Eddie volvía a llevarse a los labios su vaso de agua. Se dijo que si estaba resfriado, ella iba a contagiarse

Se preguntó si debería atraer la atención de Eddie, pero en vez de hacer eso miró al tramoyista, quien le estaba devorando los pechos con los ojos. Si Ruth tuviera que señalar una estupidez propia de casi todos los hombres, era que no parecían saber que una mujer se daba perfecta cuenta cuando un hombre le miraba fijamente los senos

– Yo no diría que eso es lo que más me molesta de los hombres -le había dicho Hannah, cuyos senos eran más bien pequeños, por lo menos a juicio de su poseedora-. Con unas tetas como las tuyas, ¿qué otra cosa van a mirar los hombres?

No obstante, cuando estaban juntas, los hombres solían mirar primero a Hannah. Era alta, esbelta y rubia, más atractiva que ella, creía Ruth

– Es sólo mi manera de vestir, llevo una ropa más atractiva -le había dicho Hannah-. Si intentaras vestirte como una mujer, tal vez los hombres se fijarían más en ti

– Basta con que se fijen en mis tetas -replicó Ruth

Tal vez se llevaban tan bien como compañeras de habitación, y habían viajado juntas en numerosas ocasiones -lo cual plantea incluso más problemas que ser compañeras de habitación-, porque no querían, o mejor dicho, no podían, vestir de la misma manera

Haberse criado sin madre no era la causa de que Ruth Cole prefiriese vestir prendas de estilo masculino. De niña cuidó de ella Conchita Gómez, quien la vestía de la manera más convencional y la envió a Exeter con un baúl lleno de faldas y vestiditos que Ruth detestaba

Le gustaban los tejanos, o los pantalones que se ciñen tan cómodamente como los tejanos. Le gustaban las camisetas de media manga y las camisas de vestir masculinas. Entre sus preferencias no figuraban los jerseis con cuello de cisne, porque era baja y tenía poco cuello, ni tampoco los suéteres demasiado abultados porque le hacían parecer gruesa, pero no era gruesa ni podía decirse que fuera guapa. En cualquier caso, Ruth había puesto a prueba el código indumentario de Exeter y se había decantado por el estilo masculino que, desde entonces, la caracterizaba

Ahora, por supuesto, sus chaquetas, aunque fuesen masculinas, estaban hechas a medida y se ajustaban a su figura. En las grandes ocasiones, Ruth se ponía un esmoquin femenino, también adaptado a su talle. En su guardarropa no faltaba el tradicional vestido negro, pero Ruth, salvo en los días más calurosos del verano, nunca se ponía un vestido. El sustituto más frecuente del vestido era un traje pantalón azul marino listado, que solía ponerse para ir a cócteles y restaurantes lujosos. También era su uniforme para asistir a los funerales

Ruth gastaba en ropa una considerable cantidad de dinero, pero siempre eran prendas de la misma clase. Gastaba todavía más en zapatos. Puesto que le gustaba un tacón bajo y sólido, que diera a sus tobillos casi tanta seguridad como cuando se calzaba las zapatillas de squash, también sus zapatos tendían a parecerse

Ruth permitía a Hannah que le indicara dónde debía ir a cortarse el cabello, pero desoía su consejo de que se lo dejara crecer. Y aparte del brillo de labios y el lápiz de labios incoloro, nunca se pintaba ni maquillaba. Le bastaba con una buena crema hidratante y el champú y el desodorante adecuados. También permitía que Hannah le comprara la ropa interior

– ¡Cielos, no es fácil encontrar tu puñetera talla! -se quejaba Hannah-. ¡Mis dos tetas cabrían en una sola copa de tu sujetador!

Ruth se consideraba demasiado mayor para operarse del pecho, pero de adolescente le había rogado a su padre que se lo permitiera. No era sólo el tamaño, sino el peso de los pechos lo que le molestaba. Le desesperaban sus pezones (y las aréolas que los rodeaban), demasiado bajos y grandes. Su padre se mostró del todo en contra de la intervención y dijo que era absurdo que "mutilara la buena figura que Dios le había dado". (Los senos nunca eran demasiado grandes para Ted Cole.) "¡Ah, papá, papá, papá!", se dijo Ruth, enojada, mientras la mirada del obseso tramoyista seguía fija en sus senos

Tuvo la sensación de que Eddie O'Hare la estaba alabando en exceso. Dijo algo sobre su tan conocida afirmación de que no utilizaba elementos autobiográficos en sus obras. Pero Eddie seguía atascado en la primera novela de Ruth Cole. ¡Aquélla era la presentación más larga de una obra literaria que se había hecho jamás! Cuando le tocara el turno, el público estaría profundamente dormido

Hannah Grant había aconsejado a Ruth que abandonara su actitud despectiva hacia la narración autobiográfica

– ¿Acaso yo no soy autobiográfica? -le preguntó Hannah-. ¡Siempre escribes acerca de mí!

– Puede que tome prestadas cosas de tus experiencias, Hannah -replicó Ruth-. Al fin y al cabo, has tenido más experiencias que yo. Pero te aseguro que no escribo sobre ti. Invento mis personajes y sus historias

– Me inventas una y otra vez -arguyó Hannah-. Puede que sea tu versión de mí, pero soy yo, siempre yo. Eres más autobiográfica de lo que crees, nena

Ruth detestaba el uso que su amiga hacía de la palabra "nena"

Hannah era periodista y daba por sentado que todas las novelas eran básicamente autobiográficas. Ruth era novelista, y al examinar sus libros veía lo que había inventado. En cambio, Hannah veía lo que era real, a saber, las diferentes variaciones de sí misma. (La verdad, por supuesto, radicaba en el término medio.)

En las novelas de Ruth solía aparecer una mujer aventurera, "el personaje Hannah", decía ésta, y siempre había otra mujer que se cohibía. Según Ruth, era el personaje menos audaz; según Hannah, la misma Ruth

La audacia de Hannah admiraba y, al mismo tiempo, consternaba a Ruth. Hannah, por su parte, tenía en alta estima a Ruth, lo cual no le impedía criticarla. Hannah respetaba el éxito de su amiga pero reducía su obra a una forma de escritura no creativa. Ruth era muy susceptible a las interpretaciones que hacía su amiga de los personajes novelescos de Ruth y de Hannah

En la segunda novela de Ruth, Antes de la caída de Saigón (1985), los personajes de Ruth y Hannah comparten una habitación en Middlebury durante la guerra de Vietnam. El personaje Hannah, que es la audacia personificada, hace un trato con su novio: se casará con él y tendrá un hijo, de manera que, cuando él se gradúe y expire la prórroga del servicio militar, no tendrá que incorporarse a filas, por estar casado y ser padre. La mujer insiste en que le prometa que, si el matrimonio no va bien, se divorciará de ella… de acuerdo con sus condiciones, que consisten en que ella tendrá la custodia del niño y él pagará su manutención. El problema es que no consigue quedar embarazada

– ¿Cómo te atreves a llamarla "el personaje Hannah"? -preguntaba Ruth a su amiga con frecuencia-. ¡Has pasado por la universidad procurando no quedar preñada pero sin poder evitar quedarte preñada a cada momento!

Pero Hannah decía que la "capacidad de correr riesgos" del personaje era totalmente suya

En la novela, la mujer que no puede quedarse embarazada (el personaje Hannah) hace un nuevo trato, esta vez con su compañera de habitación (el personaje Ruth). Hannah convence a Ruth para que se acueste con el novio de Hannah y se quede embarazada. El trato consiste en que la compañera de habitación (el personaje Ruth) se case con el novio de Hannah, a fin de lograr que no vaya a Vietnam. Una vez terminada la guerra (o cerrado el período de reclutamiento), la obediente compañera de habitación, que es virgen antes de esa terrible experiencia, se divorciará del muchacho, el cual se casará de inmediato con el personaje Hannah y juntos criarán al bebé de la compañera de habitación

El hecho de que Hannah se atreviera a llamar a la compañera de habitación virgen "el personaje Ruth" irritaba mucho a Ruth, quien no había perdido la virginidad durante sus estudios universitarios, ¡y mucho menos había quedado preñada del novio de Hannah! (Y Hannah Grant era la única amiga de Ruth que sabía cuándo perdió Ruth la virginidad, lo cual era otra historia.) Pero Hannah afirmaba que la "inquietud por la pérdida de su virginidad" de la compañera de habitación era sin duda alguna la de Ruth

Naturalmente, en la novela, el personaje de Ruth desprecia al novio de su compañera de habitación y está traumatizada por su único encuentro sexual. Por otro lado, el muchacho se enamora de la compañera de habitación de su novia y se niega a divorciarse de ella una vez finalizada la guerra de Vietnam

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