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– Denise, eso es una pierna, tonta. Todavía no sabemos el sexo.

– Oh. -Denise se sonrojó-. Bueno, felicidades, Sharon. Parece que vas a tener un alienígena precioso.

– Ya vale, Denise -intervino Holly-. Es una foto preciosa.

– Me alegro de oírlo. -Sharon sonrió y miró a Denise, que asintió con la cabeza-. Porque quiero pedirte una cosa.

– ¿Qué? -dijo Holly con expresión preocupada.

– Verás, a John y a mí nos encantaría que fueras la madrina de nuestro bebé.

Holly volvió a ahogar un grito y los ojos se le llenaron de lágrimas.

– ¡Oye, no has llorado cuando te he pedido que fueras mi dama de honor! -vociferó Denise.

– ¡Oh, Sharon, será un honor! -dijo Holly, dando un fuerte abrazo a su amiga-. ¡Gracias por pedírmelo!

– ¡Gracias por aceptar! ¡John se alegrará mucho!

– Venga, no os echéis a llorar las dos ahora -se quejó Denise, pero Sharon y Holly no le hicieron ningún caso y siguieron abrazadas-. ¡Eh! -exclamó de pronto consiguiendo que dejaran de abrazarse.

– ¿Qué?

Denise señaló a través de la ventana.

– ¡No puedo creer que nunca me haya fijado en esa tienda de novias de ahí enfrente! Apurad las bebidas que nos vamos ahora mismo -dijo entusiasmada mientras iba recorriendo el escaparate con la mirada.

Sharon suspiró y fingió que se desmayaba. -No puedo, Denise, estoy embarazada…

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