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– Bueno, creo que ha sido fantástico -anunció Jack, entusiasmado-. Si consiguiéramos que Declan acompañara a las chicas cada vez que salen solas, al menos sabríamos qué travesuras hacen, ¿eh, John? -Guiñó un ojo al marido de Sharon.

– Oye, puedo aseguraros que lo que habéis visto no es una de nuestras salidas típicas -aclaró Abbey.

Los chicos no se lo tragaron.

– ¿Entonces está todo bien? -preguntó Declan a Holly, temeroso de haber ofendido a su hermana.

Holly lo fulminó con la mirada.

– Creí que te gustaría, Hol -dijo Declan, preocupado.

– Quizá me habría gustado si hubiese sabido lo que estabas haciendo -le espetó Holly.

– Pero quería que fuese una sorpresa -explicó Declan con sinceridad.

– Odio las sorpresas -replicó Holly frotándose los ojos irritados.

– Que te sirva de lección, hijo -advirtió Frank a su hijo-. No deberías ir por ahí filmando a la gente sin que sepa lo que estás haciendo. Es ilegal. Apuesto a que el jurado que le dio el premio no lo sabía -intervino Elizabeth.

– No irás a contárselo, ¿verdad, Holly? -preguntó Declan con inquietud.

– No si te portas bien conmigo durante los próximos meses -dijo Holly, enroscándose maliciosamente un mechón de pelo con el dedo. Declan hizo una mueca. Estaba atrapado y lo sabía.

– Por descontado -aseguró éste con retintín.

– Si quieres que te diga la verdad, Holly, tengo que reconocer que me ha parecido muy divertido -dijo Sharon, sonriendo-. Tú y tu Operación Cortina Dorada… -Golpeó en broma a Denise en la pierna.

Denise puso los ojos en blanco y luego sentenció:

– Ah, una cosa sí que os digo, y es que nunca más volveré a beber. Todo el mundo rió y Tom le rodeó los hombros con el brazo. -¿Qué pasa? -dijo inocentemente-. Hablo en serio.

– Por cierto, ¿a alguien le apetece beber algo? -Daniel se levantó de la silla-¿Jack?

– Sí, una Budweiser, gracias.

– ¿Abbey?

– Mmm… vino blanco, por favor -contestó educadamente.

– ¿Frank?

– Una Guinness, gracias, Daniel.

– Para mí lo mismo -dijo Johrn.

– ¿Sharon?

– Sólo una Coca-Cola, por favor. Holly, ¿tú también quieres? -dijo mirando a su amiga. Holly asintió con la cabeza.

– ¿Tom?

– JD y Coca-Cola, por favor.

– Yo también -dijo Declan.

– ¿Denise? -Daniel procuró disimular su sonrisa.

– Yo… tomaré… un gin tonic, por favor.

Una vez más, todos se echaron a reír.

– ¿Qué pasa? -Se encogió de hombros como si no le importara-. Una copa tampoco va a matarme…

Holly estaba en la cocina arremangada hasta los codos fregando los cacharros cuando oyó una voz familiar.

– Hola, cariño.

Levantó la vista y lo vio de pie en el umbral de la puerta del patio.

– Hola. -Le sonrió.

– ¿Me echas de menos?

– Por supuesto.

– ¿Ya has encontrado a ese nuevo marido?

– Pues claro, está arriba durmiendo. -Holly rió secándose las manos. Gerry negó con la cabeza y chasqueó la lengua.

– ¿Subo y lo asfixio por dormir en nuestra cama?

– Hombre, podrías concederle una hora más -bromeó Holly, consultando el reloj de pulsera-. Necesita descansar.

Gerry parecía contento, pensó Holly, con la cara recién lavada y tan guapo como lo recordaba. Llevaba puesta su camiseta azul favorita, una que ella misma le había regalado una Navidad. Sus grandes ojos castaños la contemplaban a través de sus largas pestañas.

– ¿Vas a entrar? -preguntó Holly, sonriendo.

– No, sólo quería asomarme para ver cómo estabas. ¿Va todo bien? Gerry se apoyó contra el umbral con las manos en los bolsillos.

– Así, así -dijo Holly, moviendo las manos en el aire-. Podría ir mejor. -Tengo entendido que ahora eres una estrella de televisión -dijo Gerry, esbozando una amplia sonrisa.

– Muy a mi pesar -respondió Holly.

– Habrá un montón de hombres que caerán rendidos ante tus encantos -le aseguró Gerry.

– Que caigan rendidos está bien -convino Holly-. El problema es que ninguno hace diana -agregó señalándose el corazón. Gerry rió-. Te echo de menos, Gerry.

– No ando muy lejos -susurró.

– ¿Vuelves a dejarme sola?

– Por el momento.

– Hasta pronto -se despidió Holly, sonriendo. Gerry le guiñó el ojo y desapareció.

Holly despertó con una sonrisa en los labios y la sensación de haber dormido varios días seguidos.

– Buenos días, Gerry-dijo, mirando hacia el techo. El teléfono sonó a su lado.

– ¿Diga?

– Oh, Dios mío, Holly. Echa un vistazo a los diarios del fin de semana -dijo Sharon, horrorizada.

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