– ¡Voy a convertirte en una estrella! -exclamó Declan medio histérico al otro lado de la línea, antes de que le entrara una risa incontenible.
Holly aguardó a que se serenara mientras se estrujaba el cerebro intentando entender de qué estaba hablando.
– ¿Estás borracho, Decían?
– Puede que un poco pero eso es completamente irrelevante -dijo Declan, hipando.
– ¡Declan, son las diez de la mañana! -Rió y luego preguntó-: ¿Aún no te has acostado?
– ¡Nooo! -Volvió a hipar-. Estoy en el tren de vuelta a casa y me acostaré dentro de más o menos unas tres horas.
– ¡Tres horas! ¿Dónde estás? -Holly volvió a reír. Estaba disfrutando con aquella charla, ya que se acordaba de las ocasiones en las que ella solía llamar a Jack a cualquier hora de la mañana desde toda clase de sitios tras haberse portado mal una noche de juerga.
– Estoy en Galway. Los premios fueron anoche -dijo como si su hermana tuviera que saber a qué se refería.
– Perdona mi ignorancia, pero ¿de qué premios hablas?
– ¡Te lo conté!
– No, a mí no me has contado nada.
– Le dije a Jack que te lo contara. Será cabrón… -farfulló, trabándosele la lengua.
– Pues no lo hizo -interrumpió Holly-. Así que tendrás que hacerlo tú.
– ¡Los premios de los estudiantes de periodismo se entregaron anoche y he ganado! -gritó Declan, y a Holly le pareció que el vagón en pleno lo celebraba. Se alegró mucho por él-. ¡Y el premio consiste en que van a emitirlo en Channel 4 la semana que viene! ¿No es increíble? -Hubo nuevos vítores y Holly apenas entendía lo que Declan le estaba diciendo-. ¡Vas a ser famosa, hermanita!
– Fue ló último que oyó antes de que se cortara la comunicación. ¿Qué era aquella extraña sensación que notaba recorriéndole el cuerpo? ¿Acaso era…? No, imposible… No podía creer que estuviera experimentando una sensación de felicidad.
Llamó a su familia para divulgar la noticia, pero descubrió que todos habían recibido llamadas semejantes. Ciara se había pegado al teléfono durante horas charlando como una colegiala excitada sobre cómo iban a aparecer en la tele, por supuesto su historia culminaba con su matrimonio con Denzel Washington. Acordaron que toda la familia se reuniría en el pub Hogan's el miércoles siguiente para ver la emisión del documental. Daniel había tenido la amabilidad de ofrecer el Club Diva para que pudieran verlo en la pantalla gigante. Holly estaba entusiasmada con el logro de su hermano y telefoneó a Sharon y a Denise para darles la buena noticia.
– ¡Vaya, es fantástico, Holly! -susurró, Sharon muy contenta.
– ¿Por qué hablas tan bajito? -susurró Holly a su vez-. Ah, entiendo, no voy a entretenerte mucho rato. Sólo quería decirte que vamos a ir todos a Hogan's el próximo miércoles para verlo y que estáis invitados.
– Ajá… perfecto. -Sharon fingió anotar sus datos. -Estupendo, será divertido. Sharon, ¿qué me pongo? -Hummm… ¿Nuevo o de segunda mano?
– No, no puedo permitirme comprar nada nuevo. Aunque me obligaras a comprar ese top hace unas semanas, me niego a ponérmelo: ya no tengo dieciocho años. Así que tendrá que ser algo viejo.
– Muy bien… Rojo.
– ¿El top rojo que me puse en tu cumpleaños?
– Sí, exacto.
– Bueno, tal vez.
– ¿Cuál es tu situación laboral actualmente?
– La verdad es que aún no he empezado a buscar. -Holly se mordió el interior de la mejilla y frunció el entrecejo.
– Fecha de nacimiento?
– Oh, vamos, cierra el pico, chismosa.
– Lo siento, pero sólo abrimos pólizas de automóvil a conductores mayores de veinticuatro años. Me temo que eres demasiado joven.
– Ojalá. Vale, ya hablaremos después.
– Gracias por llamar.
Holly se sentó a la mesa de la cocina, preguntándose qué se pondría para ir a Hogan's la semana siguiente. Tenía ganas de estar guapa y sexy para variar, estaba harta de su ropa vieja. Quizá Denise tendría algo en su tienda. Estaba a punto de llamarla cuando recibió un mensaje de texto de Sharon.
ARPÍA ESPÍA T LLAMO + TARDE BSOS
Holly descolgó el auricular y llamó a Denise al trabajo. -Casuals, buenos días -contestó Denise, muy educada.
– Hola, Casuals, soy Holly. Ya sé que no tengo que llamarte al trabajo, pero sólo quería decirte que el documental de Declan ha ganado no sé qué premio universitario y que van a emitirlo el miércoles por la noche.
– ¡Qué guay, Holly! ¿Y nosotras salimos? -preguntó entusiasmada.
– Creo que sí. Vamos a ir todas a Hogan's a verlo. ¿Te apuntas?
– ¡Uau, por supuesto! Igual llevo a mi novio nuevo -agregó Denise, sonriendo con picardía.
– ¿Qué novio nuevo es ése? -preguntó Holly. -¡Tom!
– ¿El tío del karaoke?
– Holly no daba crédito.
– ¡Pues claro! Oh, Holly, estoy tan enamorada… -Y se echó a reír como una chiquilla.
– ¿Enamorada? ¡Pero si sólo hace unas semanas que lo conoces!
– ¿Y qué más da? Desde el primer instante… como dice la canción.
– Vaya, Denise… ¡No sé qué decir!
– ¡Dime que es maravilloso!
– Sí… O sea… no hay duda de que es una buena noticia.
– Oye, no te entusiasmes tanto, Holly -dijo Denise con sarcasmo. De todos modos, me muero de ganas de que lo conozcas. Te encantará. Bueno, no tanto como a mí, pero estoy segura de que te caerá bien. -Y comenzó a divagar sobre lo fantástico que era Tom.
– Denise, ¿no recuerdas que ya lo conozco? -la interrumpió Holly en medio de una historia sobre cómo Tom había salvado a un niño de ahogarse.
– Sí, ya lo sé, pero prefiero que le veas cuando no estés portándote como una demente que se esconde en los lavabos y grita por los micrófonos. -Supongo que tienes razón…
– Pues claro, mujer. ¡Lo pasaremos bomba! ¡Será la primera vez que vaya a mi propio estreno! -dijo excitada.
Holly puso los ojos en blanco ante el histrionismo de su amiga y se despidió de ella.
Holly apenas hizo ninguna de las tareas domésticas que se había propuesto, ya que estuvo casi toda la mañana hablando por teléfono. El móvil sonaba sin cesar y acabó provocándole dolor de cabeza. Se estremeció al pensarlo. Cada vez que le dolía la cabeza se acordaba de Gerry. Detestaba que sus allegados se quejaran de jaquecas y migrañas y, cuando lo hacían, los atosigaba con advertencias sobre el peligro que corrían y los instaba a tomárselo más en serio e ir a ver al médico. Acabó por aterrorizar a todo el mundo con sus historias, y finalmente optaron por no decirle nada cuando se encontraban mal.
Suspiró sonoramente. Se estaba volviendo tan hipocondríaca que hasta su doctora estaba harta de verla. Corría a la consulta presa de pánico por cualquier nimiedad, aunque fuera un dolor en la pierna o retortijones en el estómago. La semana anterior, se convenció de que le ocurría algo en los pies; los dedos no acababan de tener buen aspecto. La doctora los examinó con seriedad y acto seguido se puso a garabatear una receta mientras Holly la observaba horrorizada. Por fin le entregó el trozo de papel y, con esa caligrafía indescifrable típica de los médicos, leyó: «Compra zapatos más grandes.»
Tal vez tuviera su gracia, pero la broma le costó cuarenta euros.
Holly había pasado los últimos minutos al teléfono, escuchando a Jack despotricar contra Richard. Por lo visto Richard también le había hecho una visita. Holly se preguntó si simplemente estaría tratando de establecer lazos afectivos con sus hermanos después de años de esconderse de ellos. Bien, pues al parecer era demasiado tarde. Desde luego, resultaba muy difícil mantener tina conversación con alguien que todavía no dominaba el arte de la buena educación. ¡Oh, basta, basta, basta!, se gritó en silencio. Tenía que dejar de preocuparse, dejar de pensar, dejar de estrujarse los sesos y, sobre todo, dejar de hablar consigo misma. Se estaba volviendo loca.
Finalmente acabó de tender la colada con más de dos horas de retraso y metió otra carga de ropa en la lavadora y la conectó. Encendió la radio de la cocina, puso el televisor a todo volumen en la sala de estar y reanudó la faena. Quizás así sofocaría la vocecilla interior que no paraba de lloriquear.