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– Cálmate, Holly -dijo Sharon con tono tranquilizador-. Todo irá bien.

– Que te jodan -le espetó.

Continuaron en silencio el resto del trayecto, ni siquiera el taxista abrió la boca. Finalmente llegaron a Hogan's, y John y Sharon se las vieron y desearon para que dejara de despotricar (algo acerca de preferir tirarse al río Liffey) y convencerla de que entrara. Horrorizada, Holly comprobó que el club estaba atestado, por lo que tuvo que abrirse paso a empujones para reunirse con su familia, que ocupaba una mesa reservada con antelación (justo al lado del lavabo tal como habían pedido).

Richard estaba sentado con aire desgarbado en un taburete, enfundado en su traje como gallina en corral ajeno.

– Cuéntame en qué consisten las reglas, padre. ¿Qué tiene que hacer Holly?

El padre de Holly explicó las «reglas» a Richard, con lo que Holly se puso aún más nerviosa.

– ¡Cáspitas! Esto es fenomenal, ¿eh? -dijo Richard, echando un vistazo al club con cara de pasmo.

Holly pensó que seguramente era la primera vez que entraba en un club nocturno.

La visión del escenario tenía aterrada a Holly. Era mucho más grande de lo que esperaba y había una pantalla enorme en la pared, para que el público siquiera la letra de las canciones. Jack estaba sentado con el brazo apoyado en los hombros de Abbey; ambos le dedicaron una sonrisa de aliento. Holly puso ceño y apartó la vista.

– Holly, hace un rato ha pasado algo increíble -dijo Jack, sonriendo¿Te acuerdas de aquel tío, Daniel, que conocimos la semana pasada?

Holly se limitaba a mirarlo fijamente, pendiente del movimiento de sus labios pero obviando por completo lo que le estaba diciendo.

– Verás, Abbey y yo hemos llegado los primeros para guardar la mesa y nos estábamos besando cuando tu hombre se acerca y me susurra al oído que esta noche ibas a venir. ¡Creía que yo salía contigo y que te estaba poniendo los cuernos!

Jack y Abbey se partían de risa.

– Pues a mí eso me parece vergonzoso -dijo Holly, y se volvió.

– No -intentó explicar Jack-, él no sabía que somos hermanos. Tuve que explicarle que… -Se interrumpió porque Sharon le lanzó una mirada de advertencia.

– Hola, Holly -saludó Daniel, acercándose a ella con un cuaderno en la mano-. Veamos, el orden de esta noche es el siguiente: la primera en salir es una chica que se llama Margaret, luego un chico llamado Keith y después de él sales tú. ¿De acuerdo?

– Entonces voy la tercera.

– Sí, después de…

– Me basta con saber eso -soltó Holly con acritud. Sólo quería salir de aquel estúpido club y deseaba que todos dejaran de molestarla y quedarse a solas para maldecirlos. Quería que el suelo se abriera y se la tragara, que ocurriera un desastre natural y todo el mundo tuviera que evacuar el edificio. De hecho, aquélla era una buena idea: buscó desesperadamente alrededor un botón para conectar la alarma contra incendios, pero Daniel seguía hablando.

– Holly, lamento molestarte otra vez, pero ¿podrías decirme cuál de tus amigas es Sharon?

Daniel parecía temer que Holly fuera a cortarle la cabeza a mordiscos en cualquier momento. Y bien que hacía, pensó ella entornando los ojos.

– Es aquella de ahí. -Holly señaló a Sharon-. Un momento, ¿por qué lo preguntas?

– Oh, sólo quería disculparme por la última vez que hablamos. Echó a andar hacia Sharon.

– ¿Por qué? -preguntó Holly horrorizada, haciendo que Daniel se volviera otra vez.

– Tuvimos un pequeño malentendido por teléfono la semana pasada. La miró sorprendido, ya que no entendía por qué tenía que darle explicaciones a ella.

– Verás, en realidad no tienes por qué hacerlo. Lo más probable es que a estas alturas lo haya olvidado por completo -balbució Holly. Sólo le faltaba aquello.

– Ya, pero aun así me gustaría disculparme.

Por fin se encaminó hacia Sharon y Holly saltó del taburete.

– Sharon, hola, soy Daniel. Sólo quería disculparme por la confusión cuando hablamos por teléfono la semana pasada.

Sharon lo miró como si tuviera diez cabezas. -¿Confusión?

– Sí, mujer, por teléfono.

John cogió a Sharon por la cintura con ademán protector. -¿Por teléfono?

– Eh… sí, por teléfono. -Daniel asintió con la cabeza.

– ¿Cómo has dicho que te llamas?

– Pues… Daniel.

– ¿Y hablamos por teléfono? -preguntó Sharon, sonriendo.

Holly le hacía señas como una loca desde detrás de Daniel. Éste carraspeó, un tanto nervioso.

– Sí, la semana pasada llamaste al club y contesté yo. ¿Te suena?

– No, encanto, te equivocas de chica -dijo Sharon con tono alegre. John fulminó a Sharon con la mirada por haberle llamado encanto. Si por él hubiese sido, habría enviado a Daniel al diablo. Atónito, Daniel se tocó el pelo y se volvió hacia Holly.

Holly asentía frenéticamente con la cabeza a Sharon.

– Ah… -dijo Sharon, fingiendo que por fin se acordaba-. ¡Ahora caigo, Daniel! -exclamó con un entusiasmo excesivo-. Dios, cuánto lo siento, creo que mis neuronas se están desconectando. -Rió como una loca y luego agregó-: Será que he tomado demasiado de esto. -Alzó su copa.

Daniel pareció aliviado.

– ¡Menos mal, por un momento creí que estaba volviéndome loco! Bien, ¿entonces recuerdas que mantuvimos esa conversación por teléfono?

– Ah, esa conversación. Oye, no te preocupes, en serio -dijo Sharon, restándole importancia con un gesto de la mano.

– Es que sólo hace unas semanas que estoy a cargo de esto y no tenía muy claro cómo estaba organizada la velada de esta noche.

– No pasa nada… Todos necesitamos tiempo… para adaptarnos… a las cosas… Ya se sabe.

Sharon miró a Holly para ver si había dicho lo correcto o no.

– Bueno, encantado de conocerte en persona… por fin -dijo Daniel¿ Te traigo un taburete o alguna otra cosa? -agregó, intentando resultar gracioso.

Sharon y John se sentaron en sus taburetes y lo miraron en silencio sin saber qué decir a aquel hombre tan extraño.

John observó con recelo a Daniel mientras éste se alejaba.

– ¿De qué iba todo esto? -preguntó Sharon a Holly en cuanto Daniel estuvo lo bastante lejos para no oírla.

– Ya te lo explicaré después -dijo Holly volviéndose hacia el escenario. El presentador de la velada de karaoke estaba subiendo a él.

– ¡Buenas noches, damas y caballeros! -saludó. -¡Buenas noches! -gritó Richard, entusiasmado. Holly puso los ojos en blanco.

– Tenemos por delante una velada de lo más excitante… -continuó el presentador interminablemente con su voz de locutor, mientras Holly bailaba nerviosa de un pie al otro. Volvió a tener ganas de ir al lavabo-. Para la primera actuación de esta noche tenemos a Margaret, de Tallaght, que va a cantar el tema de Titanic, My Heart Will Go On, de Celine Dion. ¡Por favor, recibamos con un aplauso a la maravillosa Margaret!

El público enloqueció, al igual que el corazón de Holly. La canción más difícil de cantar del mundo, típico.

Cuando Margaret comenzó a cantar, la sala se sumió en un silencio tan absoluto que si un alfiler hubiese caído al suelo se habría oído. Holly echó un vistazo a la sala observando los rostros del público. Todos miraban a Margaret con arrobo, hasta la familia de Holly, los muy traidores. Margaret mantenía los ojos cerrados y cantaba con tanta pasión que parecía estar viviendo cada frase de la canción. Holly la odió y consideró la posibilidad de echarle la zancadilla cuando regresara a su sitio.

– ¿No ha sido increíble? -dijo el presentador. El público la vitoreó y Holly se preparó para soportar una reacción muy distinta después de su actuación-. A continuación tenemos a Keith, a quien muchos recordarán como el ganador del año pasado, que va a cantar Coming to America, de Neil Diamond. ¡Un aplauso para Keith!

Holly no necesitaba oír nada más y echó a correr hacia el lavabo. Caminaba de un lado a otro del lavabo procurando serenarse. Las rodillas le temblaban, notó que se le formaba un nudo en el estómago y sintió una arcada que le subió a la boca. Se miró al espejo e intentó respirar hondo. Fue inútil, pues sólo consiguió marearse más. Fuera, el público aplaudía y Holly se quedó inmóvil. Ella era la siguiente.

– Este Keith es un fenómeno. ¿No es cierto, damas y caballeros? Otra ovación.

– A lo mejor Keith quiere lograr el récord de ganar dos años seguidos pero aún está por ver si sube el listón.

El listón iba a bajar, y mucho.

– A continuación tenemos a una concursante nueva. Se llama Holly y va a cantar…

Holly entró corriendo en un retrete y se encerró. No iban a sacarla de allí por nada del mundo.

– ¡Damas y caballeros, recibamos con un fuerte aplauso a Holly! El público aplaudió entusiasmado.

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