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– Aquí está la estatua, abuelo.

Don Felipe rió.

– Es una ceiba, niña. Ten cuidado. Mira qué árbol más bonito pero más peligroso. ¿Te das cuenta? Está tachonado de clavos, nada más que no son clavos, sino espinas puntiagudas como puñales que la ceiba genera para su propia protección, ¿no ves?, le salen espadas al cuerpo de la ceiba, el árbol se arma para que nadie se le acerque, para que nadie pueda abrazarlo -sonrió el abuelo-. ¡Qué ceiba más mala!

Luego vinieron las malas noticias, hubo una huelga de mineros en Cananea, otra en la fábrica textil de Río Blanco, aquí mismo en el estado de Veracruz, los cadáveres de los huelguistas reprimidos por el ejército federal pasaron de Orizaba al mar en furgones abiertos, para que todo el mundo los pudiera ver y escarmentara.

– ¿Crees que se cae don Porfirio?

– Qué va. Esto demuestra que tiene la misma energía de siempre, aunque vaya a cumplir los ochenta.

– Patrón, va a ser necesario cortar los chalacahuites.

– Qué pena cortar un árbol que le da sombra al café.

– Sí, cuando el café tiene buen precio. Ahora los precios andan muy caídos. Más vale cortar los árboles y venderlos como madera.

– Ya estaría de Dios. Volverán a crecer.

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