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Reconocimientos

Las mejores novelistas del mundo son nuestras abuelas y a ellas, en primer lugar, les debo la memoria en que se funda esta novela. Son mi abuela materna, Emilia Rivas Gil de Macías, viuda de Manuel Macías Gutiérrez, ella nacida en Alamos, Sonora, y él en Guadalajara, Jalisco; ella descendiente de inmigrantes montañeses de Santander, España y, según rumores que he recogido, de yaquis sonorenses. Mi abuelo Macías murió trágicamente, en 1919, dejando a mi abuela con cuatro jóvenes hijas, María Emilia, Sélika, Carmen y mi madre, Berta Macías de Fuentes.

Mi abuela paterna, Emilia Boettiger de Fuentes, nació en Catemaco, Veracruz, de Philip Boettiger Keller, inmigrante alemán de Darmstadt en la Renania y casado con una joven de origen español, Ana María Murcia de Boettiger, con quien tuvo tres hijas, Luisa (Boettiger de Salgado), María (Boettiger de Álvarez) y Emilia (Boettiger de Fuentes), casada con Rafael Fuentes Vélez, gerente del Banco Nacional de México en Veracruz e hijo de Carlos Fuentes Benítez y de Clotilde Vélez, que es quien fue asaltada y mutilada en la diligencia entre México y Veracruz. Una cuarta hermana Boettiger, Anita, era mulata y producto de un amor nunca confesado de mi bisabuelo. Ella siempre formó parte, segura y cariñosa, de la familia Boettiger.

Mis abuelos paternos tuvieron tres hijos, Carlos Fuentes Boettiger, mi joven tío, poeta primerizo, discípulo de Salvador Díaz Mirón y editor de la revista xalapeña Musa Bohemia. Murió en la ciudad de México, a donde se fue a estudiar, a los veintiún años de edad, de fiebre tifoidea. Mi tía, Emilia Fuentes Boettiger, permaneció largo tiempo soltera, cuidando a mi abuelo don Rafael, afectado de parálisis progresiva. Mis padres, Rafael Fuentes Boettiger y Berta Macías Rivas, contrajeron matrimonio en enero de 1928. Yo nací en noviembre del mismo año y heredé la constelación de historias transmitidas por mi parentalia.

Pero muchas otras historias me fueron contadas por dos magníficas sobrevivientes de «los años con Laura Díaz», doña Julie-

ta Olivier de Fernández Landero y doña Ana Guido de Icaza, viuda la primera del industrial orizabeño Manuel Fernández Landero y la segunda del abogado y escritor Xavier Icaza López-Negrete quien aparece como personaje en esta novela. Para ellas, un recuerdo emocionado y agradecido.

Finalmente, inicié Los años con Laura Díaz durante un recorrido minucioso, informativo y sobre todo afectivo con mi amigo Federico Reyes Heroles, por comarcas que son de nuestra ascendencia compartida: el puerto de Veracruz, Xalapa, Coatepec, Cate-maco, Tlacotalpan y los Tuxtlas, Santiago y San Andrés. Mi agradecimiento muy especial a Federico y a su mujer, Beatriz Scharrer, profunda conocedora de la vida agraria y la migración alemana al estado de Veracruz.

Londres, agosto de 1998

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