Clara me instruyó que inhalara rápida y superficialmente. Le dije que su petición era redundante, puesto que mi posición sólo permitía respirar de esa manera. Dijo que si disminuía la presión en mis brazos creada por mis dedos entrelazados, aunque sólo fuese levemente, mi respiración volvería a la normalidad. Pero no era eso lo que ella deseaba. Quería que continuara respirando superficialmente durante por lo menos diez minutos.
Conservé la posición tal vez por media hora. Una vez que se redujo el acalambramiento inicial de mi estómago y piernas, las respiraciones superficiales parecieron ablandar el interior de mi cuerpo y disolverlo. Luego, Clara me dio un empujón que me hizo rodar hacia atrás, hasta quedar acostada en el suelo, pero no me permitió soltar la presión de los brazos. Experimenté un momento de alivio cuando mi espalda tocó el suelo, pero sólo cuando me ordenó soltar las manos y estirar las piernas sentí un alivió completo en el abdomen y el pecho. La única forma de describir lo que sentí es decir que algo dentro de mí fue liberado y disuelto por la respiración. Según predijera Clara, me dio tanto sueño que volví a meterme a la cueva y me dormí.
Debí dormir al menos un par de horas en la cueva; a juzgar por la posición en la que estaba acostada al despertar, no moví un solo músculo. Supuse que probablemente se debiera al hecho de que no había espacio suficiente en la cueva para dar vueltas al dormir, pero también pudo ser porque me sentía tan cómoda y despreocupada que no necesité moverme.
Regresé a la casa, siguiendo las indicaciones de Clara. Se encontraba ella en el patio, sentada en un sillón de ratán. Tuve la impresión de que otra mujer había estado sentada junto a ella, pero que, al escucharme venir, se levantó rápido y se fue.
– Ah, te ves mucho más serena ahora -dijo Clara-. Esa respiración y postura obran milagros.
Clara afirmó que, de ejecutarse regularmente, con calma y deliberación, esa respiración equilibra de manera gradual nuestra energía interna.
Antes de que pudiera describir lo fortalecida que me sentía, me pidió que me sentara, porque quería mostrarme otra maniobra corporal de crucial importancia para borrar nuestro falso dualismo. Me pidió que me sentara con la espalda recta y los ojos ligeramente bizcos, de manera que me estuviese viendo la punta de la nariz.
– Esta respiración debe realizarse sin las constricciones de la ropa -comenzó-. Pero en lugar de hacer que te desnudes en el patio a plena luz del día, haremos una excepción. Primero inhalas profundamente, haciendo de cuenta que estás respirando por la vagina. Mete el estómago y ve subiendo el aire por la columna, pasando los riñones, hasta un punto entre los omóplatos. Sostén el aire ahí por un momento, luego súbelo aún más hasta la parte de atrás de la cabeza y pásalo por encima de ella, hasta un punto entre las cejas.
Dijo que, después de sostenerlo ahí por un momento, debía exhalar por la nariz mientras mentalmente guiara el aire hacia abajo por el frente de mi cuerpo, primero hasta un punto justo debajo del ombligo y luego a mi vagina, donde había comenzado el ciclo.
Me puse a practicar el ejercicio de respiración.
Clara llevó la mano a la base de mi columna y de ahí trazó una línea que subía por mi espalda y pasaba por encima de mi cabeza, hasta apretar suavemente el punto entre mis cejas.
– Trata de llevar el aire hasta aquí -indicó-. La razón por la que debes mantener los ojos medio abiertos es para concentrarte en el caballete de la nariz al hacer circular el aire hacia arriba por la espalda y por encima de la cabeza hasta este punto; y también para usar la mirada a fin de guiar el aire hacia abajo por el frente de tu cuerpo, devolviéndolo a tus órganos sexuales.
Clara explicó que hacer circular la respiración en tal forma crea un escudo impenetrable que impide la penetración de influencias perturbadoras externas en el campo de energía del cuerpo; también evita que la vital energía interna se disperse hacia el exterior. Subrayó que la inhalación y la exhalación deben ser inaudibles y que el ejercicio de respiración puede realizarse en pie, sentado o acostado, aunque al principio es más fácil de ejecutar sentado sobre un cojín o una silla.
– Y ahora -prosiguió, acercando su silla a la mía-, hablemos acerca de lo que empezamos a comentar por la mañana: la recapitulación.
Un temblor recorrió mi cuerpo. Le dije que, aunque no tenía idea de lo que estaba hablando, sabía que sería algo monumental y no estaba segura de estar preparada para escucharla. Insistió en que me sentía nerviosa porque una parte de mí intuía que estaba a punto de revelar lo que tal vez era la técnica más importante de la autorrenovación. Con paciencia explicó que la recapitulación es el acto de recuperar la energía que ya hemos gastado en acciones pasadas. Recapitular implica recordar a todas las personas que hemos conocido, todos los lugares que hemos visto y todos los sentimientos que hemos tenido en toda nuestra vida -empezando desde el presente y volviendo hasta los recuerdos más remotos- para luego limpiarlos, uno por uno, con una respiración especial que barre todo.
Escuché intrigada, aunque no podía evitar la sensación de que sus palabras carecían totalmente de sentido para mí. Antes de que pudiera comentar al respecto, me asió la barbilla firmemente con ambas manos y me indicó que inhalara por la nariz mientras ella me volteara la cabeza hacia la izquierda, y que exhalara cuando la volteara hacia la derecha. A continuación, debía voltear la cabeza hacia la izquierda y la derecha en un solo movimiento, sin respirar. Afirmó que esa era una forma misteriosa de respirar y la clave de la recapitulación, puesto que inhalar nos permite recuperar la energía que perdimos, en tanto que exhalar nos permite expeler la energía ajena e indeseable que se ha acumulado en nuestro interior debido a la interacción con nuestros semejantes.
– A fin de vivir e interactuar, necesitamos energía -prosiguió Clara-. Normalmente la energía gastada en vivir se nos escapa para siempre. De no ser por la recapitulación, no tendríamos ninguna oportunidad para renovarnos. Recapitular nuestras vidas y limpiar nuestro pasado con esta respiración que barre de izquierda a derecha funcionan en conjunto.
Recordar a todas las personas que había conocido y todo lo que había sentido en mi vida me pareció una tarea absurda e imposible.
– Eso puede tardar una eternidad -comenté, con la esperanza de que una apreciación práctica cortara la línea de pensamiento irrazonable de Clara.
– Es muy cierto -aceptó-. Pero te aseguro, Taisha, que llevas todas las de ganar al hacerlo, y nada que perder.
Respiré profundamente unas cuantas veces mientras movía la cabeza de izquierda a derecha, imitando la forma de respiración que me había enseñado a fin de aplacarla y mostrarle que le estaba prestando atención.
Con una pequeña sonrisa me advirtió que la recapitulación no es un ejercicio arbitrario o caprichoso.
– Al recapitular, trata de sentir unas largas fibras elásticas que se extienden desde tu región abdominal -explicó-. Luego alínea el movimiento giratorio de la cabeza con el movimiento de esas escurridizas fibras. Son los conductos que recuperarán la energía dejada atrás por ti. A fin de recuperar nuestra fuerza y unidad, debemos liberar la energía que dejamos atrapada en el mundo y atraerla otra vez a nosotros.
Me aseguró que, al recapitular, extendemos esas fibras elásticas de energía a través del espacio y el tiempo hasta las personas, los lugares y los sucesos que estamos examinando. El resultado es que podemos volver a cada momento de nuestras vidas y actuar como si de hecho estuviéramos ahí.
La posibilidad me hizo sentir escalofríos. Si bien me intrigaba lo que Clara estaba diciendo, desde el punto de vista intelectual, no tenía la menor intención de volver a mi desagradable pasado, aunque sólo fuese mentalmente. Uno de los pocos motivos de orgullo en mi vida era el haberme escapado de una situación insoportable. No pensaba volver y mentalmente revivir todos los momentos que tanto me había empeñado en olvidar. No obstante, Clara parecía animada por una seriedad y sinceridad tan absolutas al explicarme la técnica de la recapitulación que por un momento dejé de lado mis objeciones y me concentré en lo que estaba diciendo.
Pregunté si el orden en que se recuerda el pasado importa. Replicó que lo importante es volver a experimentar los sucesos y los sentimientos con el mayor detalle posible y tocarlos con la respiración que los barre, para de esta manera liberar nuestra energía atrapada.
– ¿Este ejercicio forma parte de la tradición budista? -pregunté.
– No -contestó solemnemente-. Forma parte de otra tradición. Algún día, pronto, te enterarás de qué tradición se trata.