– Katherine Marcus era del tipo O -apuntó Whitey.
Connolly hizo un gesto de asentimiento y añadió:
– Las fibras capilares indican que la víctima era un hombre.
– ¿A qué conclusión han llegado? -les preguntó Friel.
– Aún no hemos llegado a ninguna. Lo único que sabemos es que la misma noche que Katherine fue asesinada, a alguien más le partieron la cabeza en el aparcamiento del bar en el que ella había estado.
– Hubo una pelea en el aparcamiento -dijo Maggie Mason-. ¿Y eso que tiene de raro?
– Ninguno de los clientes del bar recuerda que se hubiera producido ninguna pelea, ni dentro ni fuera del bar. Entre la una y media y las dos menos diez de la madrugada, las únicas personas que salieron del bar fueron Katherine Marcus, sus dos amigas y Moldanado, que entró de nuevo en el bar en cuanto acabó de orinar. Tampoco entré nadie más. Moldanado también recuerda haber visto a alguien en el aparcamiento a eso de la una y media, un tipo que, según su descripción, tenía un aspecto normal, unos treinta y cinco años y pelo oscuro. El tipo ése ya se había marchado cuando Moldanado se fue del bar a las dos menos diez.
– A esa hora la chica de los Marcus ya debía de estar corriendo por el Pen Park.
Souza hizo un gesto de asentimiento y repuso:
– No estamos diciendo que haya una conexión clara; es posible que ni siquiera estén relacionados, pero nos parece una coincidencia muy extraña.
– Se lo vuelvo a preguntar -insistió Friel-, ¿a qué conclusión han llegado?
Souza se encogió de hombros y contestó:
– No lo sé, señor. Lo único que sabemos con certeza es que fue un asesinato. Creo que el tipo del aparcamiento estaba esperando a que la chica saliera del bar, y cuando ésta lo hizo, llamó por teléfono al autor de los hechos; a partir de ese momento, éste se ocupó de ella.
– Y después, ¿qué? -preguntó Sean.
– ¿Después qué? Pues que la mató.
– No, me refiero al hombre de dentro del coche. ¿Qué hizo? ¿De repente le entraron ganas de golpear a alguien con una roca o algo así? ¿Así, por las buenas?
– Es posible que alguien le provocara.
– ¿Cuándo? -preguntó Whitey-. ¿Mientras hablaba por el móvil? ¡Mierda! ¡No sabemos si este caso guarda alguna relación con el asesinato de Katherine Marcus!
– Sargento -repuso Souza-, si quiere lo dejamos. Nos olvidamos y ya está.
– ¿He insinuando dejarlo en algún momento?
– Bueno…
– ¿Lo he insinuado? -repitió Whitey.
– No.
– No, ¿verdad que no? Pues a ver si respetas un poco más a tus superiores, Joseph, porque si no te voy a mandar de nuevo a las celdas de drogadictos de Springfield, para que te relaciones con los motoristas y las tías ésas que huelen tan mal y que comen manteca de cerdo directamente de la Iata.
Souza, intentando refrenarse, profirió un suspiro y concluyó:
– Tan sólo creía que podría ser importante. Eso es todo.
– Eso no se lo discuto, agente. Lo que quiero que entienda es que debemos tener más información antes de poner a más personal a trabajar en un incidente que probablemente no guarde ningún tipo de relación con el asesinato que nos ocupa. Además, el Last Drop está bajo jurisdicción del Departamento de Policía de Boston.
– Ya nos hemos puesto en contacto con ellos -espetó Souza.
– ¿Se están ocupando del caso?
Souza asintió con la cabeza. Whitey alzó las manos y exclamó:
– ¡Lo ve! ¡Razón de más! Limítese a estar en contacto con el detective que está encargado y manténganos informados; por lo demás, olvídese.
– Ya que estamos hablando de conclusiones, sargento -apuntó Friel-, ¿a qué conclusión ha llegado usted?
Whitey se encogió de hombros y respondió:
– Sólo tengo un par: Katherine Marcus murió a causa del impacto de bala que recibió en la nuca y ninguna de las otras heridas, ni siquiera la herida de bala del bíceps izquierdo, eran lo bastante graves para haberle causado la muerte. La golpearon con un artilugio de madera con los cantos lisos: un palo o un trozo de madera. El médico forense ha afirmado con rotundidad que no la agredieron sexualmente. Después de hacer muchas preguntas, hemos conseguido averiguar que planeaba fugarse con Brendan Harris. Ella y Bobby O'Donnell habían sido novios. El problema radicaba en que O'Donnell no quería aceptar que ya no lo eran. Al padre no le caían bien ni O'Donnell ni Harris.
– ¿Por qué no le gustaba Brendan Harris?
– No lo sabemos. -Whitey lanzó una mirada rápida a Sean-.
No obstante, estamos haciendo todo lo posible por averiguarlo. Así pues, lo que suponemos es que tenía intención de pasarse la noche bailando antes de marcharse de la ciudad a la mañana siguiente. Celebró una especie de despedida de soltera con sus dos amigas; Roman Fallow les obligó a que se marcharan de uno de los bares y ella las acompañó a casa en coche. En ese momento estaba empezando a llover, el limpiaparabrisas no le funcionaba bien y tenía los cristales sucios; entonces, o bien perdió el control del volante por un instante porque iba borracha y chocó contra el bordillo o bien se desvió bruscamente para no topar con algo que había en la carretera. Al margen de la causa, lo que está claro es que chocó contra la acera. El coche se averió y alguien se le acercó. Según la versión de la anciana señora Prior, Katherine dijo «hola». Creemos que entonces fue cuando el asesino le disparó por primera vez. Consiguió darle un golpe con la puerta del coche, tal vez pudo hacer que la pistola le cayera al suelo, no lo sé, y echó a correr en dirección al parque. Como creció en el barrio, quizá pensó que allí tendría más oportunidades de despistarle. Una vez más, no sabemos por qué fue hacia el parque, a no ser que fuera porque era lo más cercano desde la calle Sydney y porque tampoco había ningún vecino que pudiera ayudarla en cuatro manzanas a la redonda. Si se hubiera quedado allí mismo, el asesino podría haberla atropellado con su propio coche o podría haber vuelto a dispararle con facilidad. Así pues, salió corriendo, hacia el parque. A partir de ese momento, se encaminó, de forma bastante constante, hacia el sudeste, atravesó el jardín vallado, intentó esconderse en el barranco de debajo del puente de madera y luego fue en línea recta hacia la pantalla del autocine; después…
– El camino que escogió hizo que se adentrara cada vez más en el bosque -apuntó Maggie Masan.
– Así es, señora.
– ¿Por qué?
– ¿Por qué?
– Bien, sargento -se quitó las gafas y las colocó en la mesa que tenía delante-, si yo fuera una mujer a la que estuvieran persiguiendo a través de un parque y conociera muy bien el lugar, lo primero que haría sería llevar a mi perseguidor hasta allí con la esperanza de que se perdiera o que se quedara atrás. No obstante, tan pronto como pudiera, intentaría salir de allí. ¿Por qué no se dirigió hacia el norte, hacia la calle Roseclair? ¿Por qué no dio la vuelta para regresar a la calle Sydney? ¿Por qué se adentró cada vez más en el parque?
– Es posible que estuviera muy conmocionada y asustada. El miedo hace que la gente no pueda pensar con claridad. Debemos recordar, además, que el nivel de alcoholemia en la sangre era muy alto. Estaba borracha.
Negó con la cabeza y añadió:
– Eso no me lo trago. Y hay algo más; según lo que nos acaban de contar, ¿debo suponer que la señorita Marcus corría más deprisa que su perseguidor?
Whitey entreabrió la boca, pero pareció olvidarse de lo que iba a decir.
– Según su informe, sargento, la señorita Marcus prefirió, como mínimo en dos ocasiones, esconderse que correr. Se escondió en el jardín vallado y bajo el puente de madera. Eso me dice dos cosas: que corría más rápido que su perseguidor (si no hubiera sido así, no habría tenido suficiente tiempo para intentar esconderse), y que paradójicamente sabía que el hecho de llevarle ventaja no era suficiente. Si añade eso al hecho de que no hizo ningún esfuerzo por salir del parque, ¿qué opina?