– Has visto su foto. Ella trae clientes. A veces se quedan conmigo.
– Muy bien, ¿cómo sabes que su desaparición fue tan repentina? A lo mejor hizo las maletas y se fue.
– Lo sé porque estaba hablando por teléfono con ella y al cabo de un rato no se presentó. Por eso.
– ¿Presentarse para qué?
– Teníamos un trabajo. Un trío. Ella lo arregló y me llamó. Me dijo la hora y luego no se presentó. Yo estaba allí, y entonces llegó el cliente y no le hizo ninguna gracia. Para empezar no había sitio para aparcar, después ella no estaba allí y yo tuve que rebuscar para encontrar a otra chica que viniera aquí a mi apartamento… Y no hay otras chicas como Lilly, y él quería a Lilly. Joder, fue un fiasco, eso es lo que fue.
– ¿Dónde pasó?
– En su lugar de citas. Ella no trabajaba en ningún otro sitio. Ni a domicilio, ni siquiera aquí. Yo siempre tenía que ir a donde ella estaba. Aunque fueran mis clientes los que querían el doble, teníamos que ir a su apartamento, o no se hacía.
– ¿Tienes llave de su apartamento?
– No. Ya te he dado bastante por los cuatrocientos. Habría sido más fácil follar y olvidarte. Se acabó.
Pierce buscó de mala gana en el bolsillo y sacó el resto de lo que tenía en efectivo. Doscientos treinta dólares. Lo había contado en el coche. Se lo dio a ella.
– Entonces coge esto, porque no he terminado. Algo le ocurrió a Lilly y voy a averiguarlo.
Robin cogió el dinero y se lo guardó sin contarlo.
– ¿Por qué te preocupas?
– Tal vez porque nadie más lo hace. Bueno, si no tienes llave de su apartamento, ¿cómo sabes que ella no se presentó esa noche?
– Porque estuve quince minutos llamando y luego esperé veinte minutos con el cliente. Te digo que no estaba allí.
– ¿Sabías si tenía alguna cita antes del trabajo contigo?
Robin lo pensó un momento antes de responder.
– Ella dijo que tenía algo que hacer, pero no sé si era con un cliente. Losé porque yo quería hacerlo más temprano, pero Lilly dijo que estaba ocupada con algo a esa hora. Así que quedamos cuando ella quería, y por eso tendría que haber estado allí, pero no estaba.
Pierce trató de imaginar qué preguntas haría un policía, pero no sabía cómo abordaría el caso la policía. Pensó en ello como si fuera un problema del trabajo, decidió aplicar su enfoque riguroso habitual para resolver problemas y construir teorías.
– O sea que antes de encontrarse contigo tenía que hacer algo -dijo-. Ese algo podría haber sido citarse con un cliente. Y como dices que no trabajaba en otro sitio que no fuera el apartamento, ella tenía que haberse encontrado con el cliente en el apartamento. En ningún otro lugar, ¿verdad?
– Eso es.
– Así que cuando fuiste allí y llamaste a la puerta ella podría haber estado dentro con ese cliente o tal vez estaba sola y simplemente no contestó.
– Supongo, pero ya debería haber terminado y tendría que haber contestado. Estaba todo concertado. Así que a lo mejor no era un cliente.
– O a lo mejor no la dejaron contestar. Quizá no podía contestar.
Esto pareció darle que pensar a Robin, como si se hubiera dado cuenta de lo cerca que había estado del destino de Lilly.
– ¿Dónde está ese apartamento?
– En Venice. Cerca de Speedway.
– ¿Cuál es la dirección exacta?
– No me acuerdo, sólo sé cómo llegar.
Pierce asintió. Pensó en qué más necesitaba preguntarle a Robin. Tenía la sensación de que tenía una sola ocasión con ella. No habría segundas oportunidades.
– ¿Cómo os juntasteis para hacer estos, eh…, números?
– Teníamos un enlace en el sitio Web. Si la gente nos quería a las dos, preguntaba y lo organizábamos si las dos estábamos disponibles.
– Me refería a cómo os conocisteis para poner el vínculo en la Web. ¿Cómo la conociste?
– Nos conocimos en una sesión y de algún modo surgió. Surgió de ahí.
– ¿Una sesión? ¿A qué te refieres?
– De modelos. Era una escena chica-chica y nos conocimos en el estudio.
– ¿Para una revista?
– No, para una Web.
Pierce pensó en la puerta que había abierto en Entrepeneurial Concepts.
– ¿Era uno de los sitios Web de Entrepeneurial Concepts?
– Mira, no importa qué…
– ¿Cuál era el nombre del sitio?
– Se llamaba algo así como Fetisch Castle punto esto o lo otro. No lo sé. No tengo ordenador. ¿Qué importa?
– ¿Dónde fue la sesión? ¿En Entrepeneurial Concepts?
– Sí, en los estudios.
– O sea que conseguiste el trabajo a través de L. A. Darlings y el señor Wentz, ¿verdad?
Pierce vio que los ojos de la joven destellaban ante la mención del nombre, pero ella no dijo nada.
– ¿Cómo se llama de nombre?
– No voy a hablar de él contigo. No puedes decirle que conseguiste información de mí, ¿entiendes?
Pierce pensó que esta vez había visto un brillo de miedo en los ojos de Robin.
– Todo lo que me digas aquí es confidencial. Te lo prometo. ¿Cómo se llama?
– Mira, tiene contactos y hay gente que trabaja para él que es muy peligrosa. Él es peligroso. No quiero hablar de él.
– Sólo dime su nombre y no te haré más preguntas, ¿de acuerdo?
– Billy. Se llama Billy Wentz. Es muy peligroso, ¿vale?
– Gracias.
Pierce se levantó y echó un vistazo por el apartamento. Caminó hasta la esquina de la sala de estar y miró por un pasillo que supuso que conducía al dormitorio. Le sorprendió averiguar que había dos dormitorios con un baño en medio.
– ¿Por qué tienes dos dormitorios?
– Comparto el apartamento con otra chica. Cada una tiene el suyo.
– ¿Del sitio Web?
– Sí.
– ¿Cómo se llama?
– Cleo.
– También fue Billy Wentz quien la puso contigo.
– No, fue Grady.
– ¿Quién es Grady?
– Trabaja con Billy. Él es el que de verdad maneja el cotarro.
– ¿Por qué no haces dobles con Cleo? Sería más fácil.
– Probablemente lo haré. Pero ya te he dicho que conseguía mucho trabajo de Lilly. No hay muchas chicas como ella.
Pierce asintió.
– No vives aquí, ¿verdad?
– No, trabajo aquí.
– ¿Dónde vives?
– No te lo voy a decir.
– ¿Tienes ropa aquí?
– ¿A qué te refieres?
– ¿Tienes otra ropa aparte de eso? -Hizo un ademán hacia la ropa que llevaba puesta-. ¿Y dónde están tus zapatos?
– Sí, me cambio cuando llego aquí. No salgo vestida así.
– Bien. Cámbiate y vámonos.
– ¿De qué estás hablando? ¿Adonde?
– Quiero que me enseñes dónde trabaja Lilly. O trabajaba.
– Ni hablar, tío. Ya tienes tu información. Esto es todo.
Pierce miró el reloj.
– Mira, has dicho cuatrocientos la hora. Llevo aquí veinte minutos como mucho. Eso significa que me quedan cuarenta minutos o me devuelves dos tercios del dinero.
– No funciona así.
– Hoy funciona así.
Ella lo miró enfadada un largo momento y luego pasó por delante de él en silencio para ir a la habitación a cambiarse. Pierce caminó hasta las puertas del balcón y miró al otro lado de la calle.
Vio a un hombre de pie en el teléfono público enfrente de Smooth Moves, con un batido en la mano y mirando a las ventanas del edificio en el que se hallaba Pierce. Otro batido, otro cliente. Se preguntó cuántas mujeres trabajaban en el edificio. ¿Todas trabajaban para Wentz? ¿Era Wentz el dueño del edificio? Tal vez incluso tenía una parte de la tienda que vendía los batidos.
Se volvió para preguntarle a Robin acerca de Wentz y por el ángulo en el que se hallaba pudo mirar por el pasillo y a través de la puerta abierta de la habitación. Robin estaba desnuda y poniéndose unos vaqueros ajustados Por encima de las caderas. Sus pechos perfectamente bronceados colgaban pesadamente cuando se dobló para vestirse.
Cuando se levantó para subirse la cremallera por encima de su abdomen plano y el pequeño triángulo de vello dorado, miró directamente a Pierce a través de la puerta. Robin no parpadeó, sino que puso una cara desafiante. Se inclinó hacia la cama y cogió una camiseta blanca que se puso por encima de la cabeza sin hacer ningún movimiento para girarse u ocultar su desnudez a Pierce.