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Pero alejada de la mirada del público, movida por la pasión y a horas concertadas de antemano, la actriz se entrega a Mao. Yace en su cama las noches tormentosas y las madrugadas gélidas. Después él le pide que le cante su ópera favorita, Fábrica de perlas rojas. Ella lo complace y la lujuria se apodera de nuevo de él.

Como una doncella de ilustre cuna

que en la torre de un palacio

alivia su amor opresivo,

como una luciérnaga dorada

que en un valle de rocío,

desparrama sin ser vista

su etérea alma en la hora secreta

con vino dulce como el amor

que inunda su alcoba.

Poco después Mao da la noticia al Politburó: la camarada Lan Ping está embarazada. Exige un divorcio y un matrimonio.

Los compañeros de Mao sacuden la cabeza al unísono. ¡Has dado tu palabra al Partido!

Sí, lo he hecho. Pero las cosas cambian, lo mismo que la situación de guerra. Si vosotros mismos sois capaces de cambiar y uniros a Chang Kai-shek, ¿por qué no podéis aceptar cambios en mi situación sentimental?… Bien, me habéis presionado al límite. La camarada Lan Ping no tendrá otra elección que ir por ahí con la barriga cada vez más hinchada, dando la nota. Todo el mundo se enterará de que, como presidente, soy prisionero de mi propio Partido. Y eso convertirá toda nuestra propaganda en una mentira. Será un anuncio publicitario gratuito para Chang Kai-shek: los comunistas no tienen para nada en cuenta la humanidad. Chang Kai-shek se reirá con tantas ganas que se le caerá la dentadura postiza.

Mao continúa. Estoy dispuesto a revelar yo mismo la verdad al pueblo. Estoy seguro de que juzgarán según su conciencia, verán que el Partido se pavonea con ropas nuevas de emperador y lo pondrán en tela de juicio. ¿Importa a alguien el bienestar personal de Mao Zedong? ¿No ha trabajado lo bastante duro? ¿Es el esclavo del Partido? La gente sacará sus propias conclusiones y decidirá a quién seguir. Pero ya no estaréis a tiempo de entrar en razón; me habré ido. ¡Fundaré un nuevo Ejército Rojo, una nueva base donde los hombres y las mujeres sean libres de casarse por amor, donde mis hijos puedan llevar mi nombre y donde la palabra «liberación» no sea un pájaro de madera!

Nadie subestima la capacidad de Mao. Todos los miembros del Politburó recuerdan perfectamente que fue Mao quien salvó el Ejército Rojo del cerco mortal de Chang Kai-shek; fue Mao quien convirtió el devastador exilio de la Larga Marcha en un periplo victorioso. Tras una semana en un callejón sin salida deciden negociar. El barco no puede navegar sin timonel.

Mao se queda satisfecho. Promete poner límites al poder de la primera dama. Soy un miembro más del Partido, dice apagando un cigarrillo. Me atendré incondicionalmente a la decisión del Politburó.

Se redactan normas para encadenar a la futura esposa: no le está permitido dar a conocer su identidad, ni participar en los asuntos de Mao, ni expresar sus opiniones en la intimidad. Mao acepta el trato. Pero prefiere no ser él quien dé la noticia a Lan Ping. El Partido lo comprende.

Paseo con Lao Lin, el asesor de asuntos personales del Partido, y mi amante, que nos sigue unos pasos atrás. Es una tarde tranquila y se ha creado un ambiente propicio para hablar. Llegamos a la orilla del río. Mi amante camina en silencio, como si contemplara sus pensamientos. Lao Lin y yo hemos estado hablando del tiempo, la salud y la guerra. Mira hacia donde el sol se está poniendo detrás de los troncos de los árboles y sugiere que nos sentemos a la sombra de un árbol.

A continuación me da la enhorabuena. Me informa que han aceptado la solicitud de nuestro matrimonio. No reacciono. Estoy esperando a que deje caer la bomba. ¿No estás contenta? Sonriente, Lao Lin se mesa su hirsuta barba con sus largos dedos.

He estado preparándome para luchar por mis derechos, digo con sinceridad.

Lao Lin ríe, intranquilo.

Lanzo una mirada a mi amante que tiene la vista clavada en el río.

¿Puedo ver mi certificado de matrimonio?, pregunto a Lao Lin.

Verás, antes de que me permitan dártelo has de hacer una promesa.

Aquí está. El estruendo de una explosión. Sin mirarme Lao Lin establece las reglas.

El impacto me sacude. Siento una punzada. Es más de lo que había imaginado. En medio del silencio de la orilla del río, estallo: ¿Qué significa no dar a conocer mi identidad? ¿Acaso soy una criminal? ¿No sabe el Partido que el presidente ha perdido a su anterior mujer? ¿Cómo sabe que no me perderá a mí en la guerra? ¿Cuántas veces ha sido bombardeada la cueva de Mao? ¿De cuántos atentados tenéis constancia? ¡Casarme con Mao supone poner en peligro mi vida! Y no cuento con la confianza del Politburó, del que se supone que dependeré. ¿Qué clase de enhorabuena es ésta?

Ella trata de serenarse, pero no lo consigue.

¿Qué significa «no participar en sus asuntos»? ¿Por qué no os limitáis a desaprobar el matrimonio? ¡Decidlo en voz alta! ¡Imprimid las condiciones y colgadlas en la pared a la vista de todos! No vine a Yenan para que me insultaran. Hay un montón de jóvenes en Yenan que son políticamente de fiar, analfabetas y no participarán en los asuntos de Mao Zedong. Montones de jóvenes que no…

Lao Lin la interrumpe. El Politburó me ha enviado en calidad de mensajero. No tengo nada personal contra ti. Se requerirá lo mismo de toda mujer que contraiga matrimonio con el presidente. Por razones de seguridad. No tiene nada que ver con quién eres. Camarada Lan Ping, el Partido sabe que eres un miembro leal. En pocas palabras, quieren estar seguros de que su líder Mao actúa sin que nadie se inmiscuya.

Mi amante se acuclilla y sigue mirando la corriente que se arremolina. No ha dicho una palabra y no tengo ni idea de lo que pasa por su cabeza. Se halla en una situación difícil, lo comprendo. Después de todo no puede ni quiere separarse de su título. ¿Debería pedirle que demuestre su amor? Él no es Tang Nah. No le va el drama. Si lo desafío me dirá que siga mi camino. Está acostumbrado a disociarse del dolor. Lo superará. Pero ¿seré capaz de superarlo yo?

Ella se asegura de jugar bien sus cartas esta vez. Se pregunta repetidamente: ¿Qué le atrae a Mao de ella además de su cara sin arrugas de joven de la ciudad? ¿Cuenta algo su cerebro? Recuerda que una vez comentó que le gustaban su carácter y su coraje. ¿Lo dijo sólo para halagarla? ¿Se está engañando a sí misma? ¿Y si es sólo su belleza? Puede ser la fantasía de cualquier hombre en esa parte de la China, y si permanece al lado de Mao y él conquista China… Será incuestionable que ella estaba allí y luchó con él, a su lado. Se ganará el derecho a hablar, a participar en sus asuntos, incluso a sentarse en el congreso del Partido y tal vez del Politburó. ¿Quién le impedirá entonces que hable con Mao en la intimidad? Ser la señora Mao será su victoria. Estará por debajo del hombre que ama, pero por encima de la nación.

Nunca olvidaré la noche en que mi amante me habló de la Gran Muralla. Fue después de hacer el amor. Quería discutir sobre el proyecto más emocionante que se ha construido en la historia de China. No es la Gran Muralla, me dijo. Sino el dique Dujiang, construido diez años antes en la llanura de Sichuan, donde la sequía y las inundaciones azotaban continuamente la provincia. No tiene ni punto de comparación en cuanto al tamaño, pero a diferencia de la muralla el dique ha creado felicidad durante miles de años.

Mi amante está absorto en sus pensamientos. Me acaricia el pelo. Si la muralla ocupa espacio, el dique se extiende en el tiempo, continúa. La funcionalidad de la Gran Muralla hace tiempo que se agotó mientras que el dique Dujiang sigue sosteniendo la vida de la provincia. Gracias a él controlamos la sequía y las inundaciones, y Sichuan es famosa por sus cosechas. La cultura de la Gran Muralla es como una escultura rígida, en cambio la cultura del dique Dujiang representa la vitalidad del universo. La Gran Muralla interpreta el papel de emperatriz viuda exigiendo respeto, mientras que el dique presta un servicio en silencio, como una humilde nuera campesina.

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