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No recuerda cuánto tardó en encontrar la nota. Lo siguió como un sonámbulo a otro, siguiendo sus pasos a lo largo del borde de un alto tejado. Debió de arrastrarla la sombra de su pasado, el fantasma de su amor. Descubre su nota. Dice que va a matarse otra vez. Que no hay otra salida. Tiene que irse. Así dejará de ser un problema para ella.

Enseña mi nota al policía, para que vean que ha sido decisión mía poner fin a mi vida. Tal vez me compadezcas por ser incapaz de renunciar a este amor. Por fin sabes la verdad sobre mí, sabes que no soy lo bastante fuerte para ti.

Ella lo busca entre la gente. Por fin lo ve, huyendo de ella. Echa a correr tras él.

Están frente a frente. Él lleva la muerte escrita en la cara. Sí, ésa es la expresión de sus ojos. Ella lo zarandea, pero él no responde. Pasan por su lado autobuses, bicicletas, gente. Las escenas parecen irreales. La gente y las cosas se mueven, entran y salen. La asfixia. Poco a poco todo empieza a congelarse. Del mismo modo que paraliza la muerte. Ella oye llorar a su corazón.

Hablemos, dice.

Están recuperándose de su crisis más seria. En Lang Ping toma la forma de fiebre. Está en la cama en los brazos de él, temblando. Tan pronto llora histérica, se incorpora y golpea el colchón con los puños, como pierde el conocimiento. Él la cuida, arrepentido. Le da de comer gachas de avena como una madre a un hijo. Está junto a su cabecera cada vez que se despierta. A veces es al mediodía. Otras las tres de la madrugada. Ella abre los ojos y lo ve dormir con la cabeza sobre los brazos cruzados, en un taburete. Delante de él, un tazón de gachas de avena todavía tibio.

Ella llora, no sabe qué hacer con él ni consigo misma. Lo lamenta por él, pero no puede amar a un hombre que ha perdido el norte. La imagen de las cartas la persigue. Lo compadece, desea amarlo otra vez, pero es incapaz de derribar el muro. Le resulta imposible verlo bajo otro aspecto. No puede borrar lo que ha ocurrido; ni siquiera sabe qué le preocupa más, si su infidelidad o los intentos de quitarse la vida.

Sin embargo otra parte de su ser lucha contra esa lógica. Hay motivos para resucitar su amor. Ella se siente atraída hacia su obstinación, su lealtad de perro. El hecho de que esté dispuesto a morir por ella. El modo en que dice sin rodeos que si el amor no vence entonces no es amor. Le conmueve su fe en el amor y su promesa de que nunca la abandonará. Está convencida de que ningún otro hombre en el mundo haría lo que Tang Nah hace por ella. Recuerda la infelicidad de vivir sin amor. No está segura de qué es peor.

Se enfrascan en el trabajo. Él se convierte en escritor independiente y ella sigue buscando papeles en el teatro y en el cine. Pero la soledad de ambos va en aumento. Ella no quiere saber nada de la chica que escribió la carta, y sin embargo no puede olvidarla. La chica ocupa sus pensamientos. El fantasma instala una cocina en su mente y guisa, y Lan Ping a veces distingue su sabor en él. Está recelosa. No puede soportar que él la toque. Ha dejado de desearlo del todo.

Él sale cada tarde con sus amigos, no para de beber hasta que está borracho. En Dan y Junli encuentra consuelo y comprensión. Han tratado de ayudarle a encontrar un puesto en la redacción de un periódico o de una revista, pero los redactores lo rechazan; su intento de suicidio es ahora del dominio público. A sus ojos, Tang Nah ha perdido la dignidad.

Por curioso que parezca, la historia aumenta la popularidad de Lan Ping y le ayuda a encontrar trabajo. Se involucra en películas políticas de bajo presupuesto producidas por directores independientes. No ha tenido suerte en conseguir papeles en las películas románticas predominantes. No puede competir con las criaturas de cara de luna y figura curvilínea. Pero las películas políticas le sirven. Hay menos competencia. Los productores son incapaces de conseguir que actrices famosas protagonicen sus películas, de modo que recurren a aspirantes a actrices y desconocidas.

China, mi país, me importa más que mi tragedia personal. La noticia de que Japón se está preparando para una nueva invasión ha acaparado los titulares. Compruebo con desagrado que los habitantes de Shanghai no están terriblemente afectados. En esta ciudad siempre tiene prioridad la búsqueda de placer. Los cines siguen llenándose para exhibir películas románticas. La vida de los espectadores depende de ilusiones embaucadoras. No soporto a los que hacen el papel de anestesistas de conciencia, los que inyectan opio en el cerebro de las masas. Muchos de ellos son amigos de Tang Nah. Éste sale con ellos para huir de su propia frustración. Se ha convertido en un vago.

Tang Nah ya no responde a los desafíos de ella. La evita. Ella no tarda en averiguar que vuelve a tener una aventura.

Se siente demasiado herida para llorar. Sale a caminar entre las sombras del alumbrado público. Una noche se detiene ante la puerta del señor Zhang Min, el director de Casa de muñecas. Llama. Él se muestra sorprendido por su visita. Ella le pregunta si puede entrar. El hombre le abre la puerta, le ofrece una silla, sirve unas bebidas y le cuenta que su esposa y su hija no están con él. Ella se derrumba y, sollozando, le cuenta su historia. Él la escucha atentamente, sin prisas. Siempre la había adorado.

Beben, y ella se siente mejor. No quiere regresar a casa, no hay ninguna razón para hacerlo. Él le ofrece sus brazos. Eso es lo que ella quería, para eso está allí: para recibir afecto.

Creía que después se sentiría mejor, pero no fue así. Ni siquiera se permitió pensar en ello. Dice que es tarde, se levanta para marcharse. Él lo comprende y le abre la puerta. Le ayuda a ponerse el abrigo y la despide con un abrazo. Ping, quiero que sepas que siempre estaré aquí para lo que desees.

7

Cogemos un tren para celebrar una boda en grupo. Se reúnen con nosotros otras dos parejas, Dan y Lucy, y Eryi y Lulu. Junli hará de maestro de ceremonias y el testigo es el amigo abogado de Tang Nah, el señor Sheng. Tanto Tang Nah como yo confiamos en que la ceremonia rescate nuestro amor. Somos como hortalizas tras una gran helada. Necesitamos el calor del sol. El trayecto resulta perfecto. Es un agradable día de primavera. Vamos en tren de Shanghai a Hangzhou, un lugar descrito por poetas y viajeros a lo largo de la historia como el paraíso.

No ven la montaña de problemas porque están encima de ella. La verdad es que no queda rastro de su amor. Ella tiene sus dudas, pero opta por creer en el amor, además del incentivo: Tang Nah ha prometido persuadir a Junli para que le dé un papel en sus películas. Así es como decide seguir adelante con lo que termina en la ceremonia de la boda.

Allí está Junli. Ella vuelve a presentarse haciendo sus gracias. Pero al final sus esfuerzos no dan fruto. Pone todo su empeño, lo mismo que Tang Nah. Pero Junli no sólo se muestra indiferente, sino que está asqueado. Si no fuera por Tang Nah ni miraría a Lan Ping. Ella se ofende tanto que se siente ultrajada. Su resentimiento es tan grande que treinta años después, durante la Revolución Cultural, ordenará a los guardias rojos que destruyan a Junli. Lleváoslo lejos, para que no extienda rumores sobre mí. Los guardias rojos lo matan a golpes y la señora Mao no admitirá que tiene que ver con una rencilla personal.

La actitud benevolente de Junli hacia Tang Nah lo ha estropeado todo. No tiene en cuenta las esperanzas que he puesto en Tang Nah. Si éste no fuera tan perezoso, podría ser un hombre mucho más importante. Junli y Dan habrían venido a suplicarme el favor de Tang Nah. Creo que es egoísta por parte de Tang Nah que se acepte a sí mismo como un perdedor. Sus amigos son egoístas al quedarse de brazos cruzados viendo cómo tira por la borda su talento. Le pagan copas cuando está deprimido. Junli hasta le organiza fiestas para animarlo. Lo invita a dormir a su casa para que me evite. Tang Nah lo llama su alma gemela. Un día me confesó lo que Junli y Dan habían dicho sobre mí. Me puse furiosa. Creen que Tang Nah es demasiado bueno para mí. Le permiten olvidar su responsabilidad para con nuestro amor. Han arruinado el porvenir de Tang Nah junto con el mío.

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