Mi abuelo continúa cultivándome. Mueve la cabeza en círculos y yo lo imito. Cuando está de buen humor me lleva a óperas. No a las buenas -no puede permitirse pagar la entrada-, sino a las imitaciones que se representan en los prostíbulos. Durante las funciones a menudo hay peleas entre los borrachos.
Mi abuelo quiere que termine la enseñanza primaria. Eres un pavo real que vive entre gallinas, dice. Está reparando el brazo de su silla de junco cuando me lo dice. Tiene la cabeza en el suelo y su trasero apunta al techo. La frase hace mucha mella en mí.
Mi abuelo me mete en un colegio del barrio, a una manzana de distancia. Me da un nombre formal, Yunhe, una grulla entre las nubes. Saca la imagen de su ópera favorita, El pabellón de oro. La grulla es símbolo de esperanza.
El nuevo colegio es un lugar horrible. Los niños ricos dan palizas a los pobres cuando les viene en gana. Yunhe lo soporta todo hasta que un día un niño le pega y un grupo de niñas aplauden. Eso la enfurece y durante días sufre lo indecible. Lo habría soportado si hubieran sido sólo los chicos abusando de las chicas, explica más adelante la señora Mao. No me habría sentido tan sola y traicionada. No lo habría tomado como un insulto personal, porque maltratar a las mujeres se consideraba una tradición. Fue el hecho de que las niñas, las mujeres, la hierba, las criaturas inútiles, se rieran de una de su misma condición lo que me dolió, lo que abrió mis heridas y las sumergió en agua salada.
2
Mi madre desaparece poco a poco de mi vida. Dicen que se ha casado. ¿Con quién? No me presenta a su nuevo marido. Se limita a marcharse. La puerta se cierra y no vuelvo a saber de ella. Ha dado por terminada la labor de criar a su hija. Yo no sé qué hacer, sólo sé que no quiero terminar como ella.
Veo óperas y copio las arias, La leyenda de Huoxiao Yu y el Romance del pabellón oeste. Sueño con personajes rebeldes, con mujeres de la antigüedad que luchan con fiereza por su felicidad y la consiguen. Decido que voy a ser cantante de ópera para vivir la vida de una heroína en el escenario. Pero mi abuelo se opone a la idea. Para él, las actrices son todas prostitutas. Yo no me doy por vencida. Mi abuelo lamenta haberme introducido en la ópera. Amenaza con desheredarme. Pero es demasiado tarde.
Nadie vende a la joven a una compañía de ópera como afirma más adelante. Huye de casa y se presenta en una compañía local. Suplica que la acepten. Ya es una mujer totalmente desarrollada y atractiva. Dice que es huérfana. Huye antes de dar a sus abuelos la oportunidad de desheredarla. Esto se convierte en una pauta en su vida. Con sus maridos y amantes siempre toma la iniciativa. Los abandona antes de que la abandonen a ella.
La niña se convierte en aprendiz. Mientras aprende el oficio friega los suelos, limpia los tocadores, llena las jarras de agua y se hace cargo del vestuario de las primeras actrices. Durante las representaciones acostumbra a sentarse junto al telón. Absorbe como un campo de primavera la primera lluvia de la estación. En la función de Nochevieja hace su primer papel de una frase. La frase es: Té, señora.
Para el papel se disfraza completamente. Se recoge el pelo y se lo sujeta con perlas y ornamentos brillantes. En el espejo, con la cara maquillada y los labios rojos, la joven se ve a sí misma en el mundo que ha estado imaginando.
Pero el lugar le muestra su rostro desagradable. Por la noche, después de la función, la joven oye sollozos. Después de que su señora se desmaquilla y se quita el disfraz, la joven ve un rostro marchito. Una mujer de veinte años pero que aparenta cuarenta. Una cara de madera con muchas arrugas talladas. La mano de un fantasma debe de estar trabajando en ella, piensa la joven.
Cuando la joven sale a buscar un plato de sopa de sangre de pato para su señora, ve a hombres esperando. Cada noche uno distinto. Son los amigos del dueño de la compañía. La mayoría son viejos y un par de ellos tienen la boca llena de dientes de oro. Su señora debe entretenerlos, ayudarlos a hacer realidad sus fantasías. No importa lo exhausta que esté, ni que quiera pasar un poco de tiempo con el joven de su corazón.
La joven espera. Espera un papel más extenso. Para ello trabaja con ahínco, hace todo lo que se le pide, soporta palizas de vez en cuando. Se dice a sí misma que debe tener paciencia, perfeccionar su talento. Es consciente del cambio que ha sufrido su cuerpo. Es consciente de su florecimiento. En el espejo ve cómo sus ojos se vuelven más brillantes, sus facciones se afilan. Su cintura se vuelve más fina al tiempo que sus pechos se transforman. Cree que su oportunidad está cerca. Por la noche sueña con que los focos la iluminan a ella, sólo a ella.
Sigo a mi abuelo hasta casa. No es que haya renunciado a actuar. Sencillamente no me han dado el papel que quería interpretar. Me he cansado. La espera se ha hecho demasiado larga. Estoy harta de limpiar entre bastidores. Harta de mi señora de cara de goma, de sus quejas, de sus sermones largos y hediondos como las telas para vendar los pies. Mi abuelo ha pagado una gran suma para sacarme de allí.
Pero en cuanto la luna se esconde en los profundos bancos de nubes, los pensamientos vuelven a agolparse en mi cabeza. He tenido una visión fugaz, oído una nota, aprehendido mi sueño, pero… Estoy acostada en mi vieja cama totalmente desvelada, tratando de decidir adónde ir y qué hacer a continuación.
Las vendas embadurnadas de pegajosa papilla de arroz. Los dedos de los pies hinchados. La inflamación. Los pinchazos en los tobillos. La niña recuerda cómo se salvó.
Mis abuelos están ocupados viajando de ciudad en ciudad y de casamentera en casamentera. Tratan de deshacerse de mí. Tengo dieciséis años y ya no pueden conmigo. Debido a mi estatura a menudo me ponen dieciocho. Deberían haberme vendado los pies. Ahora que puedo caminar y correr con estos pies de la liberación (como los llama mi abuela), los siento fuertes, como si tuvieran alas.
Me apresuro a liberarme. Encuentro otra compañía de ópera, que se llama Compañía de Teatro Experimental de la provincia de Shandong. Es más importante y más conocida, y la dirige un hombre que se parece a Confucio y se llama señor Zhao Taimo.
Aunque el señor Zhao Taimo se parece físicamente a Confucio, no es de ningún modo amante de las tradiciones. Es un hombre de educación occidental. Es la antorcha que ilumina la primera juventud de Yunhe. Más tarde la señora Mao se niega a reconocerlo como su guía. Se atribuye todo el mérito. Pretende demostrar que ha nacido proletaria. Pero en 1929 el señor Zhao Taimo admite a la joven a pesar de que carece de grandes aptitudes. Su mandarín es pobre y no tiene facultades acrobáticas. El señor Zhao se siente al instante atraído por el espíritu rebelde de la joven. Sus brillantes ojos almendrados y la ardiente pasión que hay detrás. En su forma de entrar en la habitación el señor Zhao Taimo ve un gran potencial.
El círculo literario y artístico de Shandong considera al señor Zhao como un hombre de inspiración. Su esposa, la elegante actriz de ópera Yu Shan, goza de popularidad y es adorada. Viene de una prestigiosa familia y tiene muchos contactos. La joven Yunhe llega a venerar a la pareja. Ésta la invita a todas las fiestas que tienen lugar los domingos por la tarde en su casa. La joven a veces se presenta por la mañana temprano, saltándose el desayuno, sólo para ver ensayar a Yu Shan. La modestia y la curiosidad de Yunhe causan buena impresión a Yu Shan y se hacen buenas amigas.
En las fiestas, Yunhe suele permanecer callada. Se sienta en un rincón masticando semillas de girasol y escucha. Observa a los invitados. La mayoría son estudiantes, profesores, músicos y dramaturgos. También hay visitantes misteriosos. Son los «izquierdistas», los comunistas clandestinos.
Mis primeros encuentros con los revolucionarios tienen lugar en las fiestas en casa del señor Zhao Taimo. Me parecen jóvenes, guapos y apasionados. Los miro con respeto. No consigo olvidar las cabezas sangrientas colgadas de los postes. ¿Qué les impulsa a poner en peligro su vida?