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La compañía publica una carta criticando al gobierno. La primera firma es la de Lan Ping. Con la misma pasión, y el mismo tono y voz con que recita en el escenario, habla por la radio y en manifestaciones. Llama al gobierno «Torvald», con vehemencia.

Tang Nah y yo nos conocemos una tarde funesta. Es lo que el futuro nos tiene reservado.

Me dirijo al estudio de cine Shanghai. No hace mucho el estudio decidió probar suerte y me reclutó. Es un contrato insignificante y desde el punto de vista profesional sigo yendo por libre, pero me siento mejor bajo la protección del estudio. Los pequeños papeles que consigo me los he de ganar. No me duermo en los laureles. En esta profesión las actrices están en venta. Es una tradición que los hombres de la ciudad «cuiden» de la nueva. Se trata de los hombres poderosos. Los tipos forrados de la industria. Me abordan para invitarme a tomar un café o un té. Es indudable que tienes madera de estrella. Les apesta el aliento. ¿Por qué no te vienes a mi casa para que te presente…?

Ella toma té y café con hombres poderosos. Se maquilla para ellos. Siempre logra escabullirse en el último momento. Conoce a muchas chicas que no lo hacen. Les preparan encerronas y se pierden para siempre. Lan Ping cree poder aprovechar el impulso de Casa de muñecas. Pero a pesar de su sonrisa, se siente sola y deprimida. Su dulce voz a menudo está fuera de lugar. Hay en ella una nota de miedo. Sueña con que la tierra se abre y la engulle en silencio.

Con este miedo conoce a Tang Nah. Éste la aborda en una ruidosa calle al atardecer. Se detiene con una sonrisa, se quita el cigarrillo de la boca y se presenta.

El sol acaba de ponerse y el cielo está lleno de nubes rojas. Estoy de un humor de perros. Pero el hombre que tengo enfrente es un periodista conocido. Trabaja en la redacción de un periódico importante, Dagongbao. No puedo permitirme ser grosera. Le tiendo la mano.

Lo siento, pero no recuerdo… ¿Nos conocemos?

Nos presentó Dan, ¿se acuerda?

Oh, sí, ahora me acuerdo. El señor Tang Nah. He leído sus críticas y son excelentes.

Inclina la cabeza. Echo de menos a Nora.

Gracias. Por alguna razón empiezo a sentir un cosquilleo en la nariz. Me apresuro a mirar al suelo y añado: Es muy amable.

No, por favor, responde él. No lo digo sólo como un cumplido. Es una actriz muy buena.

Me dice que ha visto la obra al menos ocho veces. Imita mis movimientos por el escenario, se vuelve y da dos pasos; es mi «escena de entrada».

Me levanta el ánimo. No puedo evitar reír. Es divertido.

Una vez se le enganchó el traje de raso con algo, dice acompañándolo con gestos. ¿Se acuerda? ¿No? Da igual, yo me puse nervioso por usted. Pero usted supo convertir el accidente en parte del argumento. Oh, quedé absolutamente impresionado. He visto muchas obras de teatro en mi vida y nunca he visto a nadie como usted.

Me sorprendo escuchándolo. Yo también echo de menos a Nora, respondo.

He estado deseando conocerla personalmente, continúa. Más de una vez he ido a la salida de los camerinos con la esperanza de entreverla después de la función.

Muchos años después la señora Mao visita en sus sueños ese momento. Los amantes se hallan en una calleja iluminada por una hilera de puestos de comida. Sopa de tofu, col dulce y amarga, castaña de agua, sopa de sangre de pato con fideos de arroz. Recuerda con claridad que en la esquina hay un niño vendiendo nueces ginkgo. Tuesta las nueces en un wok sobre una pequeña estufa. Las llamas se reflejan en su pecho. Parece estar sosteniendo una brazada de luz.

Así es como empiezan. Al principio sólo dan paseos. Él la recoge y la lleva a lugares donde ella nunca ha estado. Con un cigarrillo entre los dedos, demuestra sus conocimientos. Por un lado es amable, entusiasta y modesto, por el otro es un hombre arrogante y aferrado a sus ideas; así es como se ha hecho un nombre como crítico.

Son diferentes, casi opuestos de carácter. Ella encuentra a Tang Nah estimulante. Su inglés le fascina. Representa un nuevo mundo que está ansiosa por descubrir. Le cautiva su actitud liberal. Es un hombre totalmente distinto a Yu Qiwei. Si éste le proporcionó una sensación de aventura, Tang Nah le inculca amor por la cultura. Si Yu Qiwei le abrió el carácter y se lo moldeó, Tang Nah la abraza y se pierde a sí mismo en ella. Si Yu Qiwei es un hombre sereno y lleno de determinación, Tang Nah es sensible y lleno de pura pasión. Para Yu Qiwei ella era una estrella en su universo, mientras que para Tang Nah es el mismo universo.

Tang Nah es como un viejo caballo que sabe moverse por Shanghai. En su círculo todo el mundo admira lo occidental y todos odian lo japonés. A menudo en mitad de una de las fiestas de Tang Nah los invitados se ponen a cantar. Compiten entre sí para ver quién canta más fuerte. Los compositores garabatean notas en las servilletas y los músicos empiezan a tocar la melodía. Los dramaturgos construyen sus escenas entre brindis y los actores las representan en la pista. Al cabo de unos días la canción está en la radio o la escena en una película.

Estoy empezando a conocer a los amigos íntimos de Tang Nah, el director de cine Junli y su mujer, la escritora Cheng. Junli es el mejor dotado de sus amigos. Tiene casi treinta años y está arrasando con sus nuevas películas. Es un hombre de aspecto peculiar, de pelo ralo. Llama a Tang Nah romántico puro. La forma de vivir de Tang Nah me da ideas para mis películas, dice. De haberlo sabido no habría tomado las palabras de Junli como un cumplido. Tang Nah vive para el teatro y eso lo llevará al fracaso.

En ese momento me impresiona lo que los amigos dicen de Tang Nah. No se me ocurre pensar que tanta pasión pueda ser negativa o incluso perjudicial, como resulta ser más adelante. Los amigos de Tang Nah no viven con él, de modo que no lo saben. Tang Nah no distingue el cine de la realidad, ni quiere hacerlo. Es extraordinariamente benévolo con sus amigos. Ha escrito críticas de las películas de Junli y se ofrece a ser su publicista.

No tengo claro qué explica a Junli de mí. Dice que es un secreto. Entre hombres. Estoy segura de que le enseña la crítica que ha escrito sobre mí. Y estoy segura de que Junli ha visto Casa de muñecas. Pero Junli nunca expresa su opinión sobre mí. Parece no saber qué pensar de mí o de cómo me comporto con Tang Nah. Nos observa y nos estudia como personajes de sus películas. Probablemente cree que me excedo con él. Tal vez también tiene dudas acerca del papel de Tang Nah. Siendo su mejor amigo debe de saber cómo es con las mujeres. Quizá presintió que íbamos a terminar mal. Pero Junli nunca me da un consejo ni me hace una advertencia. Le importa demasiado Tang Nah para traicionarlo.

Sin embargo lo noto. No congenio con Junli como lo hago con el señor Zhang Min. Es una lástima. No puedo ganarme el afecto de un director por la fuerza. Si no fuera la novia de Tang Nah, Junli tal vez me miraría con otros ojos. Pero Tang Nah no lo hizo posible. Y yo he sido presentada a Junli como la última mujer de Tang Nah; el daño ya está hecho.

No he perdido las esperanzas de que, con la ayuda de Tang Nah, Junli me ofrezca un papel en su película. O me recomiende como una gran actriz a sus colegas. Estoy impaciente por volver a poner en marcha mi carrera. Ya tengo veintiún años.

Yo tengo veinticinco, dice Tang Nah. Y creo que lo más importante de todo es disfrutar de la vida.

Pero mi pregunta es: ¿Cómo va a disfrutar uno plenamente de la vida si no está haciendo lo que quiere hacer?

Tang Nah cree que Lan Ping puede mejorar. Está decidido a transformarla. Cree que puede llegar a ser una diosa.

Explica a Lan Ping qué define a una mujer moderna. Su afán de cultura. Es lo que diferencia a las mujeres de Shanghai de las demás chinas. De ahí su seguridad en sí mismas y su elegancia. Comparados con los isleños, los habitantes de Shanghai tienen una actitud mucho más juiciosa ante la vida. Por ejemplo, respecto a los extranjeros, admiran su cultura pero nunca los adulan. Tang Nah señala a Lan Ping y le pide que observe cómo hasta los conductores de rickshaw, la clase más baja de Shanghai, son capaces de salpicar su dialecto de frases en inglés. Es el humo lo que hace sabroso el jamón, ¿comprende lo que quiero decir, señorita Lan Ping?

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