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La señora Mao cree que cada cual debe cobrar sus deudas.

Rechazo a Dan. Le exijo seriedad. Aunque en apariencia nada va mal, hay un trasfondo de resentimiento no expresado. Un día, el día después de que me lo saco del pecho, menciona a una chica. Estoy enamorado, dice. Se llama Lucy. Lucy Ye. Es con quien voy a casarme. También es actriz. Una criatura tierna, a diferencia de ti.

Interpone a Lucy entre nosotros demasiado a menudo, como si mencionarla lo protegiera de sentirse atraído por mí.

Tal vez la verdad está allí, hablándole con voz propia, y ella no lo sabe. Está allí para engullir a Dan. No ha estado con un hombre desde que llegó a Shanghai y su necesidad de afecto es terrible. Sabe que ha perdido la cabeza por él, pero no puede evitarlo.

Cuando preguntan a Dan su opinión sobre la coprotagonista, Lan Ping, dice: Sin comentarios, en serio. Lo repite a todos los periodistas, críticos y amigos. Encogiéndose de hombros. En serio, sin comentarios. Hiere profundamente los sentimientos de Lan Ping.

Sin embargo, a pesar del resentimiento y la tensión, no tiene la sensación de asunto zanjado: nunca deja de desear a Dan.

Las semanas anteriores a la noche del estreno me vuelco en cuerpo y alma en el papel. Siento el personaje, me doy cuenta de lo oportuno que es el argumento para los tiempos que corren. Como Dan no me invita a salir, salgo con otros miembros menos importantes del reparto. Les digo cómo me siento acerca de lo que tenemos entre manos. Me sorprendo emocionándome y exclamando en voz alta: ¡Brindemos por la obra!

Una noche se encuentra entre nosotros un dramaturgo. Dice que debo considerarme muy afortunada, ya que si no fuera por Dan no vendría nadie; nadie tiene interés en verme a mí. Me siento terriblemente ofendida y me levanto de un salto de la silla. ¿Quién es usted para decirme esto?

Me hago enemigos. No puedo evitarlo. Después de la discusión, varios amigos me dicen que no debería haber hecho caso a ese estúpido dramaturgo. ¡Pero sus palabras me han dolido! Te tomas todo demasiado a pecho, dicen. Eran las palabras de un borracho. No significan nada. Pero yo no estoy tan de acuerdo. Creo que es lo que realmente pensaba. Influido por Dan.

En el escenario ella experimenta su eterno desespero. Las frases de Nora brotan de sus labios como si fueran suyas. «He vivido engañando, Torvald, y no puedo soportarlo más.»

La noche del estreno el teatro está de bote en bote. Por las gradas se amontonan los arreglos de flores de metro y medio de altura enviados por amigos y socios. Todos los asientos están ocupados, y los añadidos sin respaldo se venden por la totalidad del precio. A cada lado del teatro hay pósters de Dan y Lan Ping del tamaño de la pared. Los dos tienen los ojos sombreados de azul oscuro. Lan Ping lleva un vestido de raso negro. Los dos están en una pose dramática, abrazados, con los labios a unos centímetros de distancia.

El público se queda embelesado. Aunque casi todos son admiradores de Dan, la señorita Lan Ping los ha cogido por sorpresa. Mientras ella recupera el aliento durante el intermedio en la sala de maquillaje, el señor Zhang Min entra corriendo. Le da un cariñoso abrazo sin decir una palabra. Lan Ping sabe que se siente orgulloso de ella. Sabe que ha triunfado.

Esta Nora tiene boca de comunista, alaban los periódicos. Ataca y muerde a nuestro gobierno. La Nora de la señorita Lan Ping es la voz del pueblo. El público se identifica con ella. Lo que oímos en la voz de Nora es un mensaje político. El pueblo de China está harto del papel que se ha visto obligado a representar. Está harto de su gobierno incompetente, del jefe del Estado Chang Kai-shek, y de verse a sí mismo convertido en una Nora sumisa y discreta que saca adelante a sus hijos.

Es lo que ella siempre ha querido en la vida: ser capaz de inspirar a los demás. Es el efecto que tuvieron en ella esas óperas cuando era niña. Por fin ha llegado. La novedad de la fama da frutos. Le emociona que la reconozcan por la calle.

Le encantan las entrevistas, aunque los grandes periódicos aún no se interesan en ella. Escriben sobre Dan. Ella no se da por vencida. Está decidida a igualar a Dan en todos los sentidos. Ofrece entrevistas a los pequeños periódicos y acepta invitaciones para dar charlas en colegios. Le encanta posar para las fotos. Adora los focos, el clic de las cámaras.

En el escenario son amantes. Ella se sienta en su regazo. Él le devuelve su afecto. Ella hace todo lo posible por ocultar lo que siente por él. Deja el teatro con prisas fingiendo que corre a su siguiente compromiso. Trata de huir de su soledad. Basta que mire a Dan para que le embargue la tristeza. Desde el estreno de la obra Lucy Ye ha venido cada noche a verlo. Se dan besos furtivos entre escena y escena. La puerta del camerino de Dan siempre está cerrada.

Ella trata de comportarse, trata de superar a Dan. Lo invita a él y a Lucy a tomar el té para hablar de cómo mejorar la obra. Lo hace para obligar a su corazón a aceptar la realidad. Para pasar por un funeral. Muérete de envidia. Está sentada frente a la pareja y habla con seriedad. Se concentra en los papeles y expresa sus opiniones. Se inclina para beber un sorbo de té mientras siente cómo se le saltan las lágrimas.

«¡Voy a irme de esta casa que me asfixia y sobreviviré, ya lo verás, Torvald!», exclama ella en el escenario.

Es entonces cuando su destino responde. Es entonces cuando un hombre llamado Tang Nah aparece en su vida y logra que ella lo vea. Nada fuera de lo normal al principio. Como un negativo en un cuarto oscuro, la textura aumenta por segundos hasta que se vuelve nítida.

Él se encuentra entre los críticos que asisten a la función la noche del estreno. Vestido a la moda con un elegante traje occidental blanco y zapatos de cuero también blancos, con un sombrero a juego. Va al encuentro del destino de ella, la mujer por la que intentará matarse dos veces en un futuro inmediato.

Tang Nah es liberal. El típico burgués de Shanghai. Un hombre elegante, de nariz recta y larga y boca sensual. Es más alto que la media. Culto y versado en literatura occidental, entre sus novelas favoritas está El amante de lady Chatterley. Bebe té y habla inglés en las fiestas delante de mujeres bonitas. La noche del estreno de Casa de muñecas va bien afeitado y con el pelo pulcramente peinado hacia atrás. Está de un humor excelente. Entra en el teatro, toma asiento y se adentra en el laberinto de pasión. Más adelante lo critican por su visión poco realista, por su necesidad de vivir en un mundo de fantasía o por ser un hombre débil que se deja regir por sus emociones. Pero ya es así cuando entra en el espacio oscuro donde ella aparece como una ilusión.

Allí mismo, esa noche, a primera vista ya nada es real. El maquillaje, el pelo, el traje, la pequeña casa. La fantasía en sí. Ella es su lady Chatterley.

Cada noche ella espera que su actuación la eleve.

En su papel de Nora se apoya contra el pecho de Dan, el hombre al que veinticinco años después hará encarcelar por haberla rechazado. Pero en ese momento siente los latidos de su corazón, el calor de su cuerpo. Se siente extrañamente enamorada, conmovida por su propia pasión. Los personajes recitan sus líneas. Ella deshace el abrazo. Él la aferra. Ella forcejea y lo aparta, dándole una ocasión para domesticarla. Él le sujeta los brazos detrás de la espalda y la dobla hacia el suelo. Permanecen así en una última pose, el pelo de ella cayendo hacia atrás, los senos apretados contra el pecho de Dan. Ve cómo el sudor le derrite el maquillaje y siente su aliento en sus labios.

Casa de muñecas se convierte en la comidilla de Shanghai. La comidilla de 1935. Lan Ping aprovecha la fama para volverse hacia la industria del cine. Sin embargo, descubre que no es bien recibida. Se trata de otro círculo y otro ambiente. Para entrar en él se da cuenta de que tiene que volver a empezar de cero. Durante el día se mueve en busca de una oportunidad en el cine, por la noche sigue interpretando el papel de Nora. Su público aumenta y el gobierno se siente amenazado por el impacto político de la obra. Un mes después el señor Zhang Min recibe órdenes del Departamento de Censura de eliminar de la obra todo elemento político. Cuando el señor Zhang Min hace que la compañía proteste, el gobierno prohíbe la obra.

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